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¿Adónde irán a parar los campesinos?

Las elecciones al congreso se dieron de una manera extraña. Hubo pocas propuestas sobre temas concretos, pero sí un gran afán por hablar de toda la coyuntura nacional. Entre ella, el tema agrario y campesino. ¿Qué papel tomará el siguiente Congreso al respecto?

Por: Daniel Montoya. miembro del consejo editorial

Las elecciones del pasado 9 de marzo se dieron como se suelen dar en Colombia: en tarima, con pocos apellidos nuevos y con las mismas promesas. Pero creo que pocas veces como esta el país se había visto envuelto en una campaña tan generalizada como esta. Nadie dio una propuesta concreta. Pocos, o ninguno, se animaron a tomar la bandera de un movimiento, de una necesidad política o de una minoría social. Todos los lanzamientos de campaña o debates electorales estaban plagados de una lista de promesas tan larga, que harían ver la de Casanova como la de un preadolescente.

Se habla de reforma política porque ésta está muy desprestigiada y ya nadie cree en ella; de reforma judicial porque el sistema se convirtió en un clientelismo descarado; de retomar la reforma a la educación porque, si bien la anterior se cayó por las movilizaciones sociales, sigue siendo necesaria; de regalías; de aborto; de legalización; de arreglar la forma como el TLC afecta a los campesinos. Todo una generalidad. Todo en el aire. Nadie presenta algo definido frente a algún tema, ninguno tiene una posición. Pero es sobre este último punto sobre el que quiero hacer especial énfasis: cómo ayudar a los campesinos a competir frente al TLC.

“Por ahora habrá que esperar a que el nuevo Congreso se posesione y se redescubra para llevar a cabo todas las reformas prometidas. El descargo del peso de la política agraria al ejecutivo ha sido característico en las últimas legislaturas.”

En 1994 fue sancionada la Ley 160, la cual creó la figura de la Zona de Reserva Campesina (ZRC). El propósito de esta ley era brindarle una mayor protección al pequeño campesino, evitando la adquisición masiva de tierras en regiones históricamente agrarias. Se buscaba prevenir la inequidad en la concentración de la propiedad, y dotar de tierras a los campesinos y comunidades indígenas que no tuvieran poder sobre ella, o recursos para explotarla. Actualmente existen seis ZRC en el país, de las cuales se han destacado los procesos que se han realizado en el valle del río Cimitarra y El Pato, Caquetá. Las demás se han encontrado con que el estado no apoya los procesos adelantados en la zona o se han visto asediadas por grandes empresas, como es el caso de Calamar, Guaviare, donde los campesinos terminaron dejando sus tierras para que se comenzara a cultivar la palma.

Sin embargo, incluso Cimitarra o El Pato han venido teniendo complicaciones por el crecimiento de grandes haciendas cercanas y por la expansión de zonas mineras. Y es que ahí radica el problema porque, por más exitoso que haya sido el desarrollo rural allí, la ausencia de protección por parte del estado les ha venido generando problemas. Cimitarra es un lugar donde se fungen veredas de diferentes departamentos que tienen un especial cuidado ambiental. Las fuentes hídricas, los bosques, la fauna, la flora. Y aun así se ven amenazadas por el increíble crecimiento que el gobierno le ha permitido a las empresas de explotación minera.

Este abandono del gobierno se debe en gran parte a la estigmatización de las ZRC, donde las llegan a llamar ‘caguancitos’ o ‘republiquetas independientes’. Estos nombres surgen por considerar que las zonas de reserva gozan de una autonomía total, donde la fuerza pública no tiene control y la política pública se desconoce. Y pues tienen razón en ese sentido. No porque así estén instituidas estas zonas, sino porque el gobierno tiene miedo a apoyarlas e intervenir en ellas. Estas zonas se constituyeron para sacar a la población campesina del conflicto armado y fortalecer su producción para que fuese competitiva. Pero al ser una figura que no fluctúa con una política agraria aplicable a nivel nacional, el gobierno la desconoce.

Como ha venido desconociendo las propuestas que llegan desde los Montes de María para crear una. Esta región del país, que ha sido víctima de incontables hechos atroces por parte del ejército, los paramilitares y los grupos guerrilleros, se encuentra en estos momentos atravesando por un proceso interno de posconflicto. No en su totalidad, pero sí en una gran parte de la región. Desde allí llega la idea de crear una Zona de Reserva Campesina Mixta, donde se incluyan, además de los campesinos, a las comunidades afro e indígenas. Están organizados, tienen un Comité de Impulso que se reúne con frecuencia para desarrollar ideas que generen una mayor consolidación, y el ruido necesario para que el estado voltee la mirada.

Por ahora habrá que esperar a que el nuevo Congreso se posesione y se redescubra para llevar a cabo todas las reformas prometidas. El descargo del peso de la política agraria al ejecutivo ha sido característico en las últimas legislaturas. Se necesita de un legislativo capaz de consolidar una ZRC libre de la estigmatización que hoy en día sufre, y para esto es necesario que desde allí surjan leyes que definan por completo su figura y no la deje en la ambigüedad en la que se encuentra.

El problema del agro, que se acrecentó con la puesta en escena de los TLC firmados, se basa en gran parte en que los medios existentes para fortalecer la producción de los pequeños campesinos no son apoyados. De momento tendremos que esperar a que acabe esta legislatura que, al verse cruzada con la campaña electoral, ha sido perezosa. El único proyecto importante que ha adelantado es la reforma a la salud, y esto debido a la mermeladosa retroalimentación del gobierno. De allí el dicho de que mientras el diablo duerme, mata moscas con la cola.

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Política

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