Recuerdo perfectamente el día de mi inducción. Fue en enero de 2012. Era un momento tenso, de muchos nervios. Estábamos en plena temporada grande de la Plaza de Toros de la Santamaría, plena polémica. Y decidí al frente de 60 desconocidos –hoy varios de ellos grandes amigos- decir en voz alta: “soy taurino”. Esas dos palabras marcarían mi paso por la Universidad, ya que mientras unos respetan mi afición sé que a otros esto les molesta de sobremanera. Ser taurino no es cosa fácil. Desde pequeño quise ser torero, hoy por hoy sueño en convertirme en ganadero de bravos, del toro de lidia: el animal más bello, noble, majestuoso e imponente que jamás haya visto. El reciente fallo de la Corte Constitucional vuelve a poner este asunto sobre el tapete. Mediante este espacio busco lograr tres cosas: con el anti-taurino, respeto; frente al indiferente, comprensión; y con los taurinos, que levantemos nuestra voz.
En primer lugar, parto del punto legal: la fiesta brava está protegida legalmente en todo el territorio nacional. El artículo primero de la Ley 916 de 2004 establece: “Los espectáculos taurinos son considerados como una expresión artística del ser humano”. Numerosas demandas se han realizado alegando la inexequibilidad de esta norma, no obstante la Corte Constitucional ha declarado su exequibilidad y ha reiterado a la tauromaquia como una manifestación cultural que forma parte del patrimonio cultural de la Nación. En la sentencia C-666 del 2010 la Corte Constitucional ratificó la falta de razones suficientes para prohibir la fiesta brava en el país. Aún más cercano, la Corte exigió restituir La Santamaría como plaza de toros permanente para la realización de espectáculos taurinos y la preservación de la cultura taurina. La Corte Constitucional concluye que “por más escandalosas, anómalas, inferiores o imperfectas que parezcan a sectores influyentes de la población o del poder ciertas expresiones estéticas y culturales, es el conjunto de tales manifestaciones del arte y la cultura, todas en pie de igualdad, lo que permite construir una sociedad libre, incluyente, pluralista y civilizada, como lo imaginó el Constituyente de 1991” (Comunicado No. 03. Corte Constitucional. Febrero 4 de 2015).
En segundo lugar, me referiré al argumento de la tortura al que tanto eco se le da (usando la definición del catedrático francés de la Universidad de la Sorbona, Francis Wolff). Por tres razones las corridas de toros no son tortura: i) el objetivo no es hacer sufrir a un animal. Si bien es cierto que las corridas implican la muerte y heridas del toro, el sufrimiento no es el fin de una corrida. Muy en cambio, el fin último de la tortura si es, en cambio, hacer sufrir al individuo. ii) La tortura significa intrínsecamente que el individuo esté privado de la posibilidad de defenderse. Eso, no sucede en la lidia, por el contrario, la acometividad del animal y su peculiar manera de embestir son la esencia misma de las corridas. iii) Las corridas de toros no tendrían ningún sentido sin el riesgo de la muerte del torero. En cambio, la tortura se hace sobre un ser sin posibilidad de defenderse, es hacerlo con total tranquilidad y sin asumir el más mínimo riesgo.
Terceramente, la reacción del toro de lidia es única entre los bovinos al enfrentar situaciones propias de la lidia. En un artículo acerca del Comportamiento Del Toro De Lidia (Serrano, López & Sánchez, 2010) destacan las características particulares del animal, descendiente directo del Bos taurus ibericus, como un bovino con un desarrollado instinto de defensa de su territorio. El director de veterinaria de Universidad Complutense describe el comportamiento del toro y su reacción frente al dolor como algo único. Según describe, el toro tiene una muy alta segregación de beta-endorfinas y la talla del hipotálamo considerablemente más grande por lo que responde rápidamente a ese dolor combatiéndolo, elevando su umbral durante la lidia. Es así como las características fisiológicas del toro de lidia permiten que en lugar de sentir los castigos como un sufrimiento, lo siente como un estimulante para la faena.

Como taurino es innegable aceptar ciertos peros que tiene la tauromaquia moderna, y como taurófilos es nuestro deber buscar arreglar estos defectos para adecuar una tradición ancestral a tiempos modernos. Sin embargo, la falta de información y las constantes imágenes fuera de contexto generan graves daños, tanto a los que critican por usar argumentos falsos como a los que consideramos los toros nuestra pasión. Así las cosas invito a todo el que desee discutir y hablar de tauromaquia a conocerla desde el momento que nace el ternero en la finca, pasando por el que es toreado en plaza, hasta el retorno triunfal de los toros que se indultan. Hablen con un taurino de verdad, pues como lo dijo Andres Amoros “nadie ama más al toro que el buen aficionado taurino, nadie admira más su belleza, nadie exige con más vehemencia su integridad y se indigna con mayor furia ante cualquier maltrato, desprecio o manipulación fraudulenta».
Ser taurino no es cosa fácil. Desde pequeño quise ser torero, hoy por hoy sueño en convertirme en ganadero de bravos, del toro de lidia: el animal más bello, noble, majestuoso e imponente que jamás haya visto.Para cerrar, los invito a imaginar un mundo donde se eliminan las corridas de toros y dejemos de lado la inminente extinción del toro de lidia y todas las consecuencias económicas y sociales (cerca de 25.000 empleos directos e indirectos, donaciones de casi 15.000 millones de pesos por temporada a distintos Hospitales en Caldas y Antioquia, entre muchas otras solo en Colombia). Este sería el triunfo de los animalistas, de aquellos que dicen que “es preferible la extinción de los toros a que continúen haciendo corridas”, de aquellos que celebraron el cierre de la ganadería La Carolina y la muerte de sus 300 animales, los cuales estaban defendiendo. Resultaría vencedora, entonces, la inquisición del siglo XXI que tiene por dios a la Naturaleza. Si en su nombre se han realizado las más grandes muestras de fanatismo religioso que ha visto nuestra historia reciente, ¿qué expresión cultural tradicional puede quedar si todas aquellas que existen atentan contra esa diosa y deben ser eliminadas?
En este mundo irreal se estaría atacando de manera directa la libertad individual. La misma que ejerce quien no está de acuerdo con la tauromaquia al ir a manifestarse. La misma libertad que utilizaron para inspirarse, por nombrar unos pocos, las pinturas de Dalí, Goya o Botero; las frases de Hemingway, García Lorca o Vargas Llosa; y hasta las óperas de Bizet y los pasodobles de Marquina. La misma que exigimos nosotros los taurinos al pedir tolerancia y respeto por nuestra cultura.