Trump y la distopía de la posverdad

La novela 1984, de George Orwell, sirve para poder entender la actualidad política norteamericana. Por medio de una comparación de esta novela clásica de la literatura británica con la realidad de EE.UU. bajo la presidencia de Trump, esta estudiante hace un análisis de por qué esas posiciones controversiales ganan tanto respaldo popular.
Por: María Juliana Rodríguez Urbano. Estudiante de noveno semestre de Derecho, sexto semestre de Ciencia Política y miembro del Consejo Editorial. mj.rodriguez10@uniandes.edu.co
“La guerra es la paz. La libertad es la esclavitud. La ignorancia es la fuerza”. Estas son las tres consignas principales del Partido, ente controlador en la sociedad distópica descrita por George Orwell en su novela 1984. El sentido de esas frases tan contradictorias, según Orwell, se encuentra en el “doblepiensa”, un método de pensamiento impuesto por el Partido, que consiste en “la capacidad de sostener dos creencias contradictorias de manera simultánea y aceptar ambas a la vez”. En su descripción Orwell menciona que no se aplica exclusivamente sobre las personas “normales”, es decir, los trabajadores promedio, sino que es ejercida también por los miembros de la élite: decir mentiras descaradas creyendo sinceramente en ellas, olvidar cualquier hecho que se haya vuelto incómodo, y luego, cuando vuelva a hacerse innecesario, sacarlo del olvido el tiempo que haga falta, negar la existencia de la realidad objetiva y al mismo tiempo reparar en la realidad que uno niega resulta imprescindible.
Para que el doble-piensa funcionara era necesario que las personas dejaran de pensar racionalmente y empezaran a actuar pasionalmente. Es por ello que el Partido creó eventos como la Semana del Odio y los Dos Minutos de Odio, dedicados a que los miembros del Partido manifestaran su repulsión y desaprobación contra Emmanuel Goldstein, gran crítico del Partido, considerado una amenaza para la estabilidad de la sociedad. Los miembros del Partido ni siquiera saben si lo que se dice de Goldstein es verdad, o si Goldstein existe, pero eso no importa: gracias al doblepiensa ellos creen lo que el Partido les dice sobre él y dejan que el desagrado se apodere de ellos.
Si algo tiene esta novela es su tinte profético. La situación descrita en 1984 la estamos viviendo de manera profunda y evidente, sólo que se le ha dado un nuevo nombre: posverdad. Declarada como la palabra del año en 2016 según el Diccionario Oxford de la lengua inglesa, esta nueva época que vimos desarrollarse en un año plagado de lo que muchos consideran reveses políticos se debe al surgimiento de la posverdad como estrategia para alcanzar el poder, recogiendo las frustraciones de muchos y proyectándolas a través de las emociones. Sin embargo –y al igual que en 1984– las personas “normales” no son las únicas en caer en este nuevo doblepiensa: aquellos que hacen uso de ella caen también en dicha práctica, perdiendo ellos mismos a veces la noción de la realidad o ignorándola descaradamente, al punto de que ya no están seguros de qué tanto de lo que dicen es cierto o no.
¿Qué es la posverdad? Según el Diccionario Oxford, la posverdad (post truth) se refiere al fenómeno que se produce cuando “los hechos objetivos tienen menos influencia en definir la opinión pública que los que apelan a la emoción y a las creencias personales”. El filósofo, humanista y pensador británico A.C. Grayling, cree que el origen de la posverdad puede rastrearse al 2008, tras la crisis financiera desatada por el colapso de la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos. Para Grayling, esta crisis provocó un crecimiento desproporcionado en la desigualdad de ingresos, aumentando la brecha entre clases sociales y el descontento en la clase media, la más afectada. Dice Grayling que este resentimiento económico facilita la exaltación de emociones en temas de particular interés nacional.
Uno de los eventos que marcó el 2016, y una manifestación clara de la posverdad, es la victoria de Donald Trump como Presidente de Estados Unidos. Considerado al principio como una burla y un candidato con posibilidades nulas de ganar, Trump se convirtió en el abanderado de la clase media estadounidense, la persona que entendía sus preocupaciones y que, a través de promesas llenas de exageraciones, apeló a los sentimientos que estas personas habían expresado durante mucho tiempo. Ya sea mediante la construcción de un muro en la frontera con México para detener el flujo de inmigrantes ilegales de dicho país y así “devolverles” los trabajos a la clase trabajadora estadounidense, fortalecer la economía mediante el aislacionismo internacional y, en general, “hacer a América grande de nuevo”, Trump construyó su popularidad a través de la canalización de la ira de sus simpatizantes.
Trump ha dejado en claro que la realidad no es importante para él. Su fuente de información se basa principalmente en las noticias por cable de cadenas como FOX News (cuya inclinación republicana es reconocida), y portales web de información altamente cuestionables, como Breitbart News e Infowars, estos dos últimos catalogados como fuentes de las llamadas “noticias falsas”, pues lanzan ataques llenos de frustraciones acumuladas durante mucho tiempo, mas no de argumentos sólidos o fundados, contra los llamados “liberales”. Después de informarse a través de estos medios, Trump repite un patrón: conoce de información que concuerda con su perspectiva global, la recuerda a medias y luego la reproduce bajo esa forma.
¿Por qué existen personas que le creen a Trump? Porque, para ellos, él está diciendo la verdad. Si dichas personas se enteran de los hechos mediante fuentes similares a las de Trump, él no parece ser un mentiroso. Todo lo contrario: parece ser el primer presidente que, de hecho, dice la verdad. De esa manera, Trump valida las creencias de sus seguidores y, a cambio, ellos validan las suyas, una dinámica que, para él, no es incorrecta. En una entrevista con la cadena de televisión estadounidense ABC –justo después de su posesión como presidente– Trump respondió lo siguiente sobre el impacto de sus desacertadas afirmaciones:
¿Sabe qué es lo importante? Millones de personas están de acuerdo conmigo cuando digo lo que digo. Si usted mira en noticias de otras cadenas y escucha lo que dicen las personas a las que entrevistan, verá que dicen, ‘estamos de acuerdo con el señor Trump’.
El caso de Trump no es el único. Como se mencionó anteriormente, 2016 fue el año de lo inesperado: el referendo que aprobó la salida del Reino Unido de la Unión Europea, mejor conocido como ‘Brexit’ y la no refrendación del Acuerdo de Paz con la guerrilla de las FARC en Colombia, también constituyen un claro ejemplo de cómo la posverdad es el doblepiensa del siglo XXI. Tanto en el Brexit como en el plebiscito, fueron más fuertes los hechos construidos sobre las emociones de las personas que los hechos objetivos: el Partido de la Independencia del Reino Unido –UKIP, por sus siglas en inglés–, el mayor promotor sobre el voto de “Salir”, basó su campaña en hechos distorsionados, como la cantidad de dinero que estaban enviando de Gran Bretaña a la Unión Europea, pero que representó lo que muchos ciudadanos pensaban, y es que la Unión estaba quitándoles su libertad. Por su parte, la campaña de los promotores del “No” fue construída sobre diversas emociones que confundían a una parte de los colombianos, entre ellas la desconfianza y el odio generalizados hacia las FARC, así como temas de álgido debate en un país mayoritariamente conservador y católico, como la identidad de género.
Sin embargo, las personas “normales” no fueron las únicas en estos dos casos en terminar siendo sujetos de la posverdad. Cuando se dieron los resultados en ambos casos, ni los mismos promotores se lo esperaban, por lo que tuvieron que ejercer la misma forma de pensamiento, a tal punto que, de tanto repetir el mismo discurso, hasta ellos mismos asimilan la verdad distorsionada que estaban presentando. Es por ello que, ahora más que nunca, es muy importante que la forma que nos informamos sea lo más objetiva posible. No podemos dar por cierta la primera fuente que encontremos. Siempre debemos corroborar y –lo más importante– pensar y tomar decisiones racionales y no emocionales, por nuestra cuenta.
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