¿Qué haría si tuviera más tiempo libre?

Por: Camila Ramírez Molina. Estudiante de cuarto semestre de Derecho y miembro del Consejo Editorial. mc.ramirez@uniandes.edu.co
Hace poco, un curioso publicó en una de las redes sociales de los estudiantes de la Universidad de los Andes una pregunta que más o menos iba así: “Si tuvieras más tiempo disponible en la semana, ¿en qué lo invertirías?”. Entre las respuestas más comunes estaban: hacer ejercicio, dormir, aprender a tocar un instrumento, salir más, ir a eventos culturales, y otras tantas más por el estilo. Es simpático que muchas respuestas parecen salidas de una lista de año nuevo que para muchos se ha vuelto programática: hacer algo con mi tiempo libre que me haga sentirme una mejor persona. Sin embargo, encontré un comentario que me pareció completamente acertado y sensato: “Aprender bien las cosas (…) y disfrutar aprender”. Más allá de la exigencia del mundo laboral para los jóvenes que ejerce una gran presión en graduarse de una Universidad prestigiosa, con un buen promedio y competencias básicas, creo que la clave para disfrutar la experiencia de estudiar una carrera y después poder ejercer efectivamente es estar apasionado por el conocimiento puesto a nuestra disposición y tener ganas de aprender. En este sentido, creo que mi amiga, con un comentario sutil, incentiva una discusión sobre lo apropiado del método de enseñanza que, como bien ella dice, pretende “embutir el conocimiento” en el corto período de 16 semanas, que además comprenden el presupuesto de tiempo para parciales, trabajos, presentaciones y finales.
Es indudable que la Universidad de los Andes gradúa profesionales que saben trabajar bajo presión, emprendedores, líderes destacados, competentes para indagar y buscar respuestas para los retos que les presente…pero, me pregunto si forma, no profesionales, sino estudiantes seguros del conocimiento que van adquiriendo en la carrera y apasionados por el mismo. Creo que, como en todo, no es posible generalizar en términos absolutos mi hipótesis, pero sí creo que es plausible que muchos, como yo, se sientan abrumados por la cantidad de textos, fórmulas, teorías, códigos, sentencias e historia que “debemos” –como mínimo– haber recibido, procesado, entendido y aprendido a aplicar, sin ser taxativa mi lista, pues sé que son sólo unas cuantas áreas entre tantas más que la cultura organizacional se ha encargado de mostrarme que no conozco. Siguiendo lo anterior, creo que –para muchos– el semestre se desarrolla con gran semejanza a un proceso de duelo.
Al inicio, dolidos por la carga y desmotivación del semestre pasado, empezamos a recibir los trabajos, tareas y lecturas con la intención de abarcarlo todo con minucia. Sin embargo, es humanamente imposible estar atento a los detalles y parar a absorber una teoría que nos llame la atención dentro de las 350 páginas que “debo” leer para el día siguiente o el proyecto de 10 páginas de enunciado que hay que entregar al final de la semana. Entonces entramos en la etapa de negación de no poder cumplir con la excelencia que se nos ha inculcado como valor supremo en todas las materias que estamos viendo. Seguimos intentando estar motivados, pero ya la carga nos ha cogido ventaja y estamos atrasados, por lo que nos desesperamos y empezamos a coger rabia con esos profesores que “creen que es la única clase que tenemos”. Después de ver que no nos vamos a poder poner al día y además seguir rindiendo al 100% en todas las clases, entramos en el proceso de negociación: le trabajo a esta materia porque es la que peor llevo o es la que más me gusta y las otras las manejo, las “piloteo”. Luego va la depresión: no es posible que con tanto que le he metido a las materias no me esté yendo como esperaba o, más triste aún, aunque lo he intentado con mi mejor esfuerzo, no he aprendido nada. Finalmente, aceptamos que no todo se puede en la vida y que “al menos” logré dejar la mitad muy altas y, qué se le hace, compensa. Repítase 1, 2, 3, 4, 5 semestres.
Alguien medianamente razonable podría decir que es sencillo: simplemente no meta tantos créditos, conozca sus límites y capacidades y aproveche el tiempo al máximo para poder abarcar lo que le exigen. Pero no es tan sencillo. Resulta que los estudiantes no somos masoquistas por elección; es que la formación competitiva que nos prepara para salir a trabajar exige no solo que seamos excelentes en lo que hacemos, sino que seamos una curiosa reencarnación del “hombre de la ilustración”. Por lo que, si no estudiamos dos carreras, nos extracreditamos, aprendemos idiomas, mínimo una opción académica y además de todo empezamos a trabajar antes de graduarnos, no merecemos el reconocimiento como Uniandino destacado. Entonces no es una elección tan sencilla. Básicamente se ha reducido a una elección entre vivir en función de ser excelente, reduciendo nuestras vidas al trabajo intelectual y matándonos por destacarnos mientras nos “embutimos” todo el conocimiento posible; o ser promedio (condición que por alguna razón ahora es peyorativa), disfrutar el conocimiento y tener vida social, familiar, hacer ejercicio, aprender a tocar un instrumento, dormir… la verdad, suena a lo que debería ser una vida normal.
Sé que suena un poco radical, y sólo hablo por aquellos que no podemos mantener un promedio de 4.8, dormir, practicar un deporte, ser políglota y además rumbear jueves, viernes y sábado. La verdad es que sí sé que es una sensación compartida que el proceso de agarrar un libro de Derecho por gusto, maravillarse con el universo de la teoría y práctica de la normatividad que regula nuestra vida o de verdad disfrutar de un buen dogmático en un tema que nos guste, es algo que excepcionalmente tenemos tiempo de hacer. Inclusive creo que el afán por abarcar y ser el mejor en todo ha llegado a influir enormemente en los programas de muchos pregrados hasta el punto que para aprender de un tema ya no es suficiente con leer un libro o hacer 100 ejercicios, sino que hay tanta información por manejar que debemos leer extractos de 2 o 3 sentencias, leer la mitad de un libro del duro en Penal, un cuarto de una ley, la introducción o el epílogo de tal o cual libro de 3 o 4 autores…todo eso para aprehender una noción crítica y completa de la materia. No me aventuraría a decir que es un mal método. La verdad es que el aprendizaje autónomo por métodos de PBL e integración y apropiación de conceptos dando una mirada de 360º a todas las perspectivas que hay sobre un tema es muy enriquecedor y formativo. Simplemente es demasiado en muy poco tiempo.
Supongo que no seré yo la más indicada para dar una respuesta o una solución al tema de la carga académica y la imposibilidad de disfrutar mientras se estudia, pero definitivamente creo que se requieren reformas institucionales y culturales que no exijan la perfección y que valoren el entusiasmo y motivación del estudiante por empaparse de los temas que le apasionan. Creo que, a fin de cuentas, se trata de agregar un atributo al perfil del estudiante y profesional Uniandino: ser balanceado. No se trata de bajar la “calidad” de las clases o de la exigencia para formar profesionales, el tema consiste en permitir a los estudiantes ser más que estudiantes por exigencia y realmente generar una convicción en el lema que nos incentiva a ir más allá del deber y disfrutar la dicha de aprender.
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