Aspectos culturales violentos para legitimar la paz

Por: Natalia Andrea Herrera Gálvez. Estudiante de décimo semestre de Derecho. na.herrera10@uniandes.edu.co
La victoria de la opción del No en el plebiscito del 2 de octubre de 2016, que buscaba refrendar los acuerdos de paz entre el Gobierno y las FARC, evidenció el estado de polarización política y social presente en Colombia: 50,23 % para el No, frente al 49,76 % para el Sí. De igual manera, los altos índices de abstención fueron preocupantes, ya que el 62.59 % de los colombianos habilitados para votar no lo hicieron, siendo el índice de abstención más alto de los últimos 22 años. Sin embargo, algo aún más preocupante que la polarización o la abstención, fue el uso de aspectos culturales violentos para legitimar la paz, por parte tanto de los que apoyaron el No como de los que le apostamos al Sí, tanto en el proceso de campaña del plebiscito como en las posteriores reacciones tras el triunfo del No.
Transcurrido un año vale la pena analizar dichos aspectos, pues continúan afectando la ejecución de los mecanismos contenidos en el acuerdo, aprobados por el Congreso, con posterioridad al plebiscito.
El triángulo de la violencia de Johan Galtung
Imagen obtenida de: https://es.wikipedia.org/wiki/Triángulo_de_la_violencia
En su texto “Cultural Violence” Johan Galtung introduce el concepto de violencia cultural, como aquellos aspectos simbólicos de la sociedad (religión, ideología, ciencias empíricas, arte, etc.) que son usados para justificar o legitimar el uso de la violencia directa, cultural o estructural. De igual manera, según Galtung, la violencia son insultos evitables a las necesidades humanas básicas, bajando el nivel real de satisfacción de las necesidades por debajo de lo potencialmente posible. Esas necesidades son: i)sobrevivencia-vida, ii)bienestar, iii)identidad y iv)libertad.
De lo anterior se puede hacer una diferenciación entre violencia directa y violencia indirecta. Por un lado, la violencia directa, en términos temporales, se entiende como eventos violentos que afectan directamente alguna de las necesidades básicas. Por ejemplo, matar ataca directamente las necesidades de sobrevivencia, pues afecta la vida. Por otro lado, la violencia indirecta es más difícil de identificar, puesto que, a diferencia de la directa, no se trata de eventos violentos que permiten conocer quién está a cargo de los mismos, sino que se trata procesos en los cuales, mediante un conjunto de estructuras, las necesidades básicas humanas se ven afectadas mediante la explotación. Es entonces una violencia estructural que se presenta mediante discursos, ideologías, vocabulario, etc.
Según Galtung, existe un flujo causal entre la violencia cultural, la violencia estructural y la violencia directa, por lo que los tres tipos de violencia forman parte de un triángulo, en el cual cada uno se encuentra ubicado en una esquina. La violencia puede empezar en cualquier esquina, ya sea en la de la directa, en la estructural o la cultural, y se transmite fácilmente a las demás esquinas. La importancia de la violencia cultural radica en que ésta legitima los demás tipos de violencia, ya que los hace ver o incluso sentir bien, o al menos, no mal. Cabe aclarar que Galtung no se refiere a la violencia cultural como la totalidad de la cultura, sino solo aspectos de la misma que legitiman el uso de la violencia directa o estructural. Ejemplos de esos aspectos son la religión, la ideología, el lenguaje, el arte, las ciencias empíricas, etc. Lo anterior lo explica mediante el siguiente ejemplo: una persona alentando a un asesino potencial grita “matar es autorrealización”, lo que puede probar que el idioma español es capaz de expresar pensamientos violentos, más no que el español en sí es violento.
¿Cómo se aplica la teoría de Galtung?
Teniendo en cuenta lo anterior, puede decirse que los aspectos culturales son violentos no por el hecho de legitimar el uso de las demás violencias, sino porque presentan insultos evitables a las necesidades humanes básicas. Por ejemplo, si mediante la religión yo insulto la libertad o identidad de otras personas que no son parte de mi propia religión, más allá de que lo anterior pueda legitimar el uso de la violencia directa, por ejemplo, reprimiendo el pensamiento de los demás o enajenando su propia identidad religiosa, se trata de un aspecto violento en sí mismo porque insulta las necesidades básicas de libertad e identidad de otras personas que no tienen las mismas creencias que yo.
Considero entonces que los aspectos culturales violentos no sólo sirven para legitimar la violencia directa y estructural, sino que, a veces, en tiempos de transición de un país en guerra a uno en paz, como el que atravesamos, estos aspectos buscan legitimar el uso de la paz directa e instrumental. Parto aquí de la base de que quienes votaron por el No lo hicieron no queriendo que continúe la guerra, sino queriendo la paz, pero de una manera diferente a como se planteó en los acuerdos suscritos entre el Gobierno y las FARC. En la etapa en la que se hizo campaña electoral por el plebiscito, tanto quienes apoyaban el sí como los que apoyaban el no hicieron uso de aspectos culturales violentos como la religión, la ideología y el arte de manera violenta, ya que insultaron necesidades humanas básicas de quienes no estaban de acuerdo con su ideal de paz, para precisamente darle legitimidad o no a los acuerdos; para legitimar el uso de la paz directa y estructural. Las diferentes posiciones buscaban el uso de la paz directa y estructural; los del Sí mediante la refrendación de los acuerdos con el fin de que se aplicará lo dispuesto por los mismos; los del No mediante la renegociación de los mismos para que esa aplicación de la paz directa y estructural se hiciera de una manera distinta a la acordada.
Aspectos culturales violentos para legitimar la paz
La religión fue uno de los aspectos culturales violentos que utilizó el No para legitimar el uso de la paz directa y estructural, pero no mediante la aplicación de los acuerdos de paz suscritos entre Gobierno y FARC. Una mayoría de iglesias cristianas y evangélicas manifestaron, a través de sus pastores, y mediante argumentos bíblicos, el por qué deberían sus fieles votar por el No. Un ejemplo de ello es el vídeo del pastor Miguel Arrázola, dirigente de la iglesia cristiana Ríos de Agua Viva , publicado en YouTube, en el cual cita a varios versículos de Daniel (11:17, 11:30 y 11:32) haciendo referencia al proceso de paz, en el que Santos es el rey que firmará el tratado y aquellos que creen en Dios deben desobedecerlo, por ser lo que Dios manda. Posteriormente se ve al pastor invitar a sus feligreses a cumplir con lo que manda Dios, es decir, no hacer caso, a no votar Sí en la refrendación de los acuerdos.
¿Por qué es esto es violento? Como bien lo dice Galtung, en este tipo de discursos religiosos o ideológicos, se busca de alguna manera crear una dicotomía: los que creen en Dios y están con él (los elegidos) y los que creen en Satán. El pastor crea esta dicotomía al considerar que los que creen en Dios son quienes votan No, y que los que están en contra de él son los que apoyan los acuerdos de paz.
Lo anterior es claramente un insulto evitable a la necesidad humana básica de libertad e identidad, puesto que, por una parte, reprime a quienes deciden votar Sí al considerar que están en contra de Dios, incluso aquellos que hacen parte de su iglesia, por lo que les quita la libertad de (estar de acuerdo con los acuerdos) y la libertad para (votar). Lo anterior también implica una enajenación de su identidad religiosa, pues no existe nexo causal entre religión y voto, por lo que nada tiene que ver votar Sí con estar en contra de Dios. Este ejemplo muestra claramente el uso del aspecto de la religión de manera violenta con el fin de legitimar el uso de paz directa y estructural, partiendo de la base de que el pastor no está en busca de la guerra, sino de la paz, pero de un modo distinto a como se estableció en los acuerdos.
La ideología, esparcida a través de varios dirigentes políticos y pastores de iglesia que apoyaron el No también fue un aspecto cultural violento utilizado por esta bancada. Otro aspecto utilizado por los promotores del No fue la llamada ideología de género, entendida como “la teoría de que la identidad sexual y los roles de género no son una condición biológica, sino una construcción social”. Con esto en mente, Ángela Hernández, diputada de Santander por el Partido de la U, expresó que se encontraba moralmente impedida de votar por Sí porque el acuerdo mezclaba la terminación del conflicto con la ideología de género, postura que soportó el Senador Uribe, quien expresó: “…una cosa es la tolerancia y el respeto y otra cosa es la anarquía que acaba con los valores de la familia”. Por su parte, Ilva Miriam Hoyos, Procuradora delegada para la defensa de los derechos de la infancia, consideró que el enfoque de género presente en los acuerdos era evidente porque en ellos se incluía la palabra “género” reiteradamente. Para ella, además de que lo anterior tuviera como pretensión reivindicar los derechos de las mujeres, también buscaba promover el reconocimiento de la población LGBTI, lo que implicaría modificar instituciones esenciales como la familia, la adopción y el matrimonio. También se preocupó de que en el acuerdo no se hiciera ninguna referencia a Dios.
Lo anterior es un aspecto cultural violento, en el sentido de que se utiliza el argumento de la ideología de género para insultar las necesidades básicas de las víctimas pertenecientes a la comunidad LGBTI, y no sólo de las víctimas, también de la comunidad en general. Insultaron sus necesidades de libertad al reprimirlos por tener preferencias sexuales diferentes y también su identidad, al considerarla incorrecta. Nuevamente juega la dicotomía: como ellos no tienen preferencias sexuales iguales a nosotros los invisibilizamos, disminuimos el nivel de satisfacción de sus derechos, los hacemos ver como diferentes. Sin embargo, el aspecto surge para legitimar la paz de la forma en que quienes apoyan el No consideran correcta.
En la etapa post-plebiscito fue más visible el uso de aspectos culturales violentos para legitimar su idea de paz por parte de algunos de los partidarios del Sí e igualmente, del uso de la paz directa y estructural, debido al impacto tan fuerte que generó el estrecho triunfo del No. Lo primero que pensé cuando supe que había ganado el No, era que quienes lo apoyaban sólo querían la guerra y que no tenían nada de legitimidad para frustrar la oportunidad de un país en paz. El aspecto cultural que utilicé de manera violenta minutos después de conocer el resultado fueron las redes sociales. Publiqué algunos estados en los que criticaba a quienes votaron No al considerar su falta de legitimidad, pensando que ellos sólo querían más guerra. Sin embargo, me limité a una visión homogénea de los partidarios del No, pues a diferencia de como lo imaginaba, muchos de ellos también eran víctimas y eran completamente legítimos para tomar una decisión negativa frente a las propuestas del Gobierno. Lo anterior fue violento al insultar la libertad electoral de los del No, pues no por el hecho de que quisieran la paz de una manera diferente, implicaba de por sí que no tuvieran legitimidad para participar.
Poco después del plebiscito, un estudiante de la Universidad Nacional decidió borrar la imagen del Che Guevara, ubicada encima de uno de los auditorios más importantes, el León De Greiff y de Camilo Torres. De acuerdo con él y un grupo de estudiantes, debido al momento actual del país ya no se justifica una lucha rebelde, pues al estar atravesando por un momento de transición hacia la paz las expresiones artísticas deben ser alusivas a las víctimas y a la paz, con el fin de que los demás estudiantes y asistentes a la Universidad crezcan con la mentalidad de que la guerra no se puede repetir. Lo anterior es una forma de imponer una visión de la paz mediante un aspecto cultural violento, el cual excluye la identidad y libertad de muchos estudiantes y personas que ven en el Che Guevara y en Camilo Torres figuras de lucha y revolución, parte importante de la historia la cual no debe ser invisibilizada mediante la represión de sus ideas e identidades.
No siempre los aspectos culturales utilizados de manera violenta sirven para legitimar el uso de la violencia, sino que, en procesos transicionales como el que atraviesa Colombia, pueden ser utilizados para legitimar un ideal de paz. Es interesante ver cómo esto se contradice tan fuertemente con la teoría de unidad y medios de Gandhi, puesto que implica en cierto modo aceptar que los seres humanos muchas veces somos utilizados como medios para un fin; medios para negar las libertades de otros, seguramente en beneficio de quienes logran utilizarnos. Sin embargo, también quiero resaltar que el actual proceso que atraviesa Colombia, en una etapa post-plebiscito, ha demostrado que también se pueden usar aspectos pacíficos para legitimar la aplicación directa y estructural de la paz. Muchas personas se han sumado a marchas en diferentes ciudades de Colombia y el mundo, con el fin de expresar su apoyo a la paz. No sólo quienes votamos por el Sí participamos, también hay miles de personas del No. Juntos nos hemos reunido con el fin de ir más allá de apoyar posiciones políticas, nos hemos reunido para apoyar la paz en unidad y respetando las diferentes opiniones y posiciones.
Imagen obtenida de: https://cde.laprensa.e3.pe/ima/0/0/1/4/7/147696
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