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Fidel Castro, ¿absuelto por la historia?

Se cumple un año de la muerte de este polémico líder cubano pero su legado aún marca los destinos de la isla. Aquí una breve historia que nos narra los inicios del dictador.

Por: Juan Felipe Díaz. Estudiante de quinto semestre de Derecho con opción en Periodismo y miembro del Consejo Editorial. jf.diaz13@uniandes.edu.co

Son pocos quienes recordarán que estamos a unos cuantos días del primer aniversario de la muerte del sátrapa cubano Fidel Castro. Incluso podría decirse que el público promedio desconoce dicha fecha y, más aún, desconoce mucho de la vida del mandatario revolucionario fallecido hace un año. La razón detrás de este desconocimiento generalizado es más que evidente: el menosprecio de dicha figura a causa de sus convicciones políticas y sociales. No obstante, detrás del prejuicio que se tiene sobre Castro hay sucesos que  la historia se encargaría de enterrar y que quedarían en la memoria de unos pocos atrevidos. Uno de estos sucesos olvidados en la historia cubana es el intento de toma del Cuartel de Moncada en Santiago de Cuba, y del Cuartel Carlos Manuel de Céspedes en Bayamo, el 26 de julio de 1953. Dicho asalto estaba organizado por un Fidel Castro de apenas 27 años, graduado en leyes y firme opositor de la dictadura de Fulgencio Batista. A la toma fallida de dichos cuarteles siguió el arresto de los insurgentes y su posterior tortura y brutal asesinato por parte del régimen de Batista. Los pocos sobrevivientes de dichos vejámenes fueron juzgados por tribunales que poco interés tenían en administrar justicia; más bien, lo que estos procesos buscaban era sentar un precedente de las consecuencias que tendrían quienes osaran levantarse contra Batista.

Fidel Castro, quien dos años atrás había recibido su diploma en leyes, no dudó en continuar su resistencia denunciando las violaciones de sus derechos constitucionales durante los casi tres meses en los que estuvo detenido. Llegado el momento de enfrentarse a los jueces que le dictarían sentencia, Castro asumiría su propia defensa. En respuesta a una mediocre imputación de cargos y una solicitud de 26 años de prisión, el joven revolucionario se despacharía contra las acusaciones en un discurso de cuatro horas, demostrando sus habilidades oratorias y argumentativas. Tal fue el peso de sus palabras que luego se vería haciendo una transcripción de memoria de su defensa, que llevaría por nombre las últimas palabras pronunciadas: «la historia me absolverá«. Este texto cargado de denuncias sociales, teorías de Estado y alto contenido jurídico terminó siendo el manifiesto del Movimiento 26 de Julio, organización político-militar que sería protagonista de la Revolución Cubana seis años más tarde.

Durante todo el discurso, Castro hace un recuento de las violaciones de derechos de las que había sido víctima, hace una apología nacionalista de su fallido intento por tomarse los cuarteles, explica los objetivos de la Revolución y las que hubiesen sido las primeras cinco leyes revolucionarias (entre las que están el restablecimiento de la Constitución Cubana de 1940 como ley suprema, una reforma agraria y una repartición de utilidades para obreros de empresas industriales). Además, el discurso está claramente orientado a ser un ataque directo a Batista y sus maneras de represión Estatal, entre las que menciona ejecuciones extrajudiciales, censura política, corrupción y todo tipo de anulación de opositores por parte de militares salpicados de sangre que obedecen las órdenes de un gobierno tirano en cabeza de un «monstrum horrendum».  Finalmente, después de citar más de diez teóricos políticos que defendían la revocatoria de los mandatarios tiranos y déspotas, y enalteciendo incluso los principios de la Declaración de Independencia del Congreso de Filadelfia del 4 de julio de 1776, Castro se rehúsa a reclamar su libertad, pues no quiere ser libre en un país donde los honrosos están muertos o detenidos, y afirma que la historia lo absolverá.

Luego de conocer de primera mano el contenido de este manifiesto político, es inevitable encontrarse frente a la irrisoria situación que este representa: Castro habría pronunciado en 1953 las mismas palabras que servirían para denunciar el conjunto de represiones y actitudes que tendría su gobierno durante el resto del siglo XX. En aras de abordar los problemas mencionados en el manifiesto, la dictadura revolucionaria terminaría por hundir a la isla caribeña en la crisis humanitaria y económica más profunda de su historia, teniendo como único aliado durante mucho tiempo a la Unión Soviética. A pesar de que es innegable el éxito de la revolución en su lucha contra la analfabetización y la precariedad de la salud (ambos temas en los que Cuba indiscutiblemente sobresale en el plano mundial), aún resta el interrogante acerca de la idoneidad de los medios revolucionarios para alcanzar los objetivos planteados desde sus inicios. Frente a esta situación, un elemento que resulta irrefutable del discurso de Castro es la respuesta que sólo el futuro sería capaz de brindar. No sólo se atrevió a increpar a los magistrados sugiriendo la “prostitución de la doncella que es la justicia”, sino que, convencido de su razón, afirmó que sería la historia quien lo absolvería y finalmente haría justicia a los ojos del pueblo.

Ahora, más de sesenta años después de pronunciar uno de sus discursos más famosos y a un año de su muerte, nos corresponde a nosotros ser esos jueces de todo lo acontecido en aquella pequeña isla del Caribe que ha sido, a lo largo de su historia, el patio trasero de España, luego de Estados Unidos, y finalmente del continente entero. Nos corresponde a los latinoamericanos, como ciudadanos hermanos de este pueblo reprimido década tras década, establecer esa sentencia que reivindica una justicia histórica, justicia ajena a toda inclinación política, encaminada a buscar la solidaridad que les ha sido negada a los cubanos por ideas extrañas a muchos de ellos y por sanciones y comportamientos internacionales. Descansa sobre nosotros la necesidad de reivindicar a todos los hijos de la revolución, como son llamados todos los cubanos nacidos después del primero de enero de 1959, y sobre todo de decidir finalmente sobre el destino que, hacia el pasado y el futuro, deberá tener el recuerdo de Fidel Castro: ¿absuelto por la historia?

Imagen obtenida de: http://www.capital21.cdmx.gob.mx

 

 

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