¿Feministas o feminazis?

Desde su origen, la crítica y la polémica han acompañado a la corriente feminista. La autora del presente artículo expone de forma crítica su posición en lo concerniente al movimiento del cual, hoy por hoy, muchas mujeres se sienten orgullosas.
La autora ha preferido que su identidad sea reservada.
La sociedad patriarcal como punto de partida de la desigualdad, en palabras de la columnista Ana María Gutiérrez, es una “(…) estructura de opresión y dominación que despliega el poder masculino sobre las mujeres (…)”. El afán de perpetuar los valores y estructuras tradicionales en la sociedad ha permeado a una gran cantidad de personas, así como ha consolidado una forma particular de concebir a la mujer en sociedad: es decir, de una forma oprimida, cuyo único destino es dedicarse a las tareas del hogar y nunca llegar a tener independencia profesional, los mismos derechos que los hombres e incluso una mayor discriminación en el ámbito laboral. Lo cierto es que el movimiento feminista no nace como una defensa de la igualdad de derechos entre mujeres y hombres, sino más bien como un intento de lograr la superioridad del género femenino sobre el masculino en cuanto a derechos y deberes.
El concepto de feminazi es usualmente utilizado para denotar un comportamiento en el que las mujeres buscan la aniquilación y vulneración de los derechos de los hombres. En cuanto a si estoy o no de acuerdo con la teoría feminista radical, le dedico un rotundo no. La idea de que el derecho reproduce la dominación masculina ha sido manifestada desde dos perspectivas: McKinnon, por un lado, sostiene que el derecho ve a las mujeres desde un punto de vista masculino en la medida en que el mismo sistema en el que vivimos crea una conciencia en la identidad femenina como alguien dominado y sometido por el hombre. Así, la diferencia entre hombre y mujer radica en una profunda construcción social en la cual la dominación del hombre es asumida como algo natural. Por otro lado, para Pateman la sociedad no está organizada en forma de un contrato social sino en un contrato sexual, en el que la figura del contrato se concibe como una estrategia teórica que justifica la sujeción de la mujer al hombre, haciéndola ver como una libertad que en realidad está muy lejos de existir. De manera que, la relación de subordinación que existe entre hombre y mujer es algo que proviene del contrato sexual.
Sin demeritar la validez propia de las anteriores afirmaciones, creo que si bien la participación política de la mujer y la igualdad de derechos es algo menester de fomentar en contra de todo prejuicio y discriminación, esto no se logra denigrando al hombre y sometiéndolo al reconocimiento desenfrenado de derechos por parte de las mujeres. Así, yo me pregunto: ¿acaso existe una verdadera representación igualitaria de los problemas a los que se enfrentan tanto hombres como mujeres? ¿por qué no vemos a las feministas quejándose sobre los beneficios que tienen las mujeres sobre los hombres en ciertas situaciones (como por ejemplo, la libreta militar, la pensión alimentaria en casos de divorcio y demás)? Los hombres también sienten que deben cumplir con un estándar social al igual que las mujeres: por ejemplo, la famosa frase de “los hombres no lloran” o “actúe como un macho” demuestran que el hombre aún es visto como una persona que debe actuar con fortaleza, que es quien debe enfrentarse a las situaciones que requieren más fortaleza física o una mayor resistencia. Es tan así, que cuando un hombre es violado o sufre de violencia intrafamiliar en manos de su pareja o esposa, sus alegatos no son tomados en serio, porque la figura masculina está estandarizada bajo una concepción de fortaleza y poder que, si bien parece atender a patrones tradicionalistas, en muchos casos no logra evitar que los sucesos que aterran a las feministas les ocurra también a ellos.
El punto es que ambos géneros tienen sus propios problemas, algunos comunes y otros que pertenecen a cada uno en particular. El hecho de que el feminismo sea un movimiento que representa los problemas a los que las mujeres se han visto sometidas u obligadas a soportar, demuestra que no es un movimiento que busca la igualdad, es decir, que tenga en cuenta los problemas de ambos géneros y no únicamente aquellos que están de un solo lado de la moneda.
Ahora bien, las feministas se especializan en convencer a los demás de que el género femenino es la víctima, y el género masculino es el privilegiado. Aquí vale la pena preguntarse: ¿son los hombres realmente privilegiados? Tal y como sostiene la autora y filósofa Christina Hoff, “Los grupos de defensa de las mujeres tienden a exagerar la situación de las mujeres e ignorar los problemas de los hombres”. Se ha comprobado que en muchos ámbitos a las mujeres les va mucho mejor que a los hombres en términos de derechos reconocidos: por ejemplo, en la educación las mujeres obtienen mejores calificaciones, se ganan la mayoría de premios y entran a mejores universidades en tanto los colegios se dedican a formar mejor a las mujeres que a los hombres. Si bien las mujeres son más propensas a sufrir de un ataque sexual, los hombres se encuentran más propensos a sufrir un ataque de violencia en general. Según un informe de Medicina Legal, en Colombia los casos de homicidio por cada 100.000 habitantes, fueron de 15.139 en hombres frente a los 1.415 en mujeres.
Así las cosas, la realidad es que el mundo y la vida moderna implican cargas y beneficios para ambos sexos, en tanto ambos gozan de ciertas ventajas y al mismo tiempo se enfrentan a retos muy distintos. De manera que, el feminismo no se trata de un movimiento en pro de la igualdad, sino que, a través de la victimización de las mujeres con base en los supuestos privilegios de los que gozan los hombres, justifican la superioridad de sus derechos sobre los de los hombres. Fomentar la división, el resentimiento y la separación entre los dos géneros no produce más que odio y tensiones entre los mismos. Propongo más un ambiente de fraternidad, justicia y una verdadera igualdad material, en el que los problemas de ambos géneros sean escuchados y se creen políticas que aseguren el bienestar de ambos. Mi respuesta final, entonces, a la pregunta “¿feministas o feminazis?”, es definitivamente feminazis.
Imagen obtenida de: https://www.20minutos.es/fotos/actualidad/no-me-llamo-nena-10671/end/
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Bueno, es alentador comprobar que existen mujeres que no se dejan llevar por el odio.
Lo triste es, y bastante definitorio también del clima imperante, que la autora haya considerado que debía escribir este necesario artículo anónimamente, para poder expresarse con libertad.
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