La banalización de la violencia

Por: David Felipe Ramírez Pabón. Estudiante de sexto semestre de Derecho de la Universidad de la Sabana. davidrapa@uniasabana.edu.co.
El profesor Eduardo Posada Carbó, doctor en Historia Moderna de la Universidad de Oxford, hizo evidentes en su columna La violencia y García Márquez algunas falencias del artículo ¿Por qué nos matamos a pesar de ganar? El eje central de la embestida del profesor reposó sobre la inferida premisa: “El Colombiano no es naturalmente violento, ni siquiera en virtud del peso de su historia.” En favor de aquella tácita base realizó diversas consideraciones, denotando la impropiedad cometida por El Espectador al señalar —basándose en afirmaciones de Gabriel García Márquez— al pueblo colombiano como un energúmeno colectivo portador de intrínseca violencia, que sin mayor remedio es exteriorizada aun cuando se obtiene la victoria en eventos deportivos.
Es menester manifestar de antemano mi posición confluyente frente a lo esgrimido por el Dr. Posada, adicionando que su columna deja abiertos los caminos necesarios para calificar al artículo de El Espectador como superficial y hasta pernicioso.
Para la muestra es que Gabo, pese a sus formidables logros y capacidad intelectual, no haya sido un referente en cuanto a las ciencias sociales respecta. Por otra parte, incluso si lo hubiese sido, la omisión de El Espectador al no realizar un cotejo de la tesis “garciamarquiana” frente a otros trabajos académicos sobre el mismo particular; a fenómenos similares en otras naciones, o al cuestionamiento sobre si es frecuente entre todos los humanos comportarse ocasionalmente de forma violenta, deja mucho que desear.
Así lo permitió ver el Dr. Posada, evocando a mi memoria la Banalización del mal tratada otrora por Hannah Arendt. Esta banalización, como cualquiera, implica por definición atribuir al mal los adjetivos de trivial, común o insustancial. Siendo la violencia injustificada un mal, aceptable únicamente en las imaginaciones más pertinaces, quizá debamos percatarnos del daño que textos como el puesto en tela de juicio hacen a la sociedad colombiana.
Según Hannah Arendt, el mal perdió en Alemania una de sus notas distintivas durante el Tercer Reich, siendo esta el constituir una tentación, entendiendo como tal la solicitación ajena al individuo, que le induce a quebrantar lo común, normal, acostumbrado o, en una palabra: el bien. De allí que los organizadores de las matanzas supiesen “muy bien que matar es algo que va contra los normales deseos e inclinaciones de la mayoría de los humanos” pero que debido al influjo hitleriano terminasen viéndose desear insólitamente, esta vez “no matar, no robar, no permitir que sus semejantes fueran enviados al exterminio” constituyendo ello lo desacostumbrado o tentativo.
Cuando irreflexivamente se aduce como cualidad natural del colombiano la violencia irracional, se yergue tal mal como una noción trivial y vulgarizada, que sin el debido estudio se va generalizando al ignorar sus verdaderos responsables y la solución requerida. Si recordamos la apología de la violencia como un estandarte del discurso nazi, seguramente encontraremos similitudes locales en la actualidad.
Tal como en otra época “Hitler exigía que la voz de la conciencia dijera a todos ‘debes matar’”, siguiendo su legado, algunos medios con juicios infundados exigen que el colombiano piense “debo ser violento pues es natural en mí”, incluso siendo los colombianos “capaces de los actos más nobles y de los más abyectos”.
Es entendible que una columna de opinión como la acusada no sea el lugar adecuado para una profunda investigación sociológica. Empero, es imperativo advertir sobre la responsabilidad mediática a la hora de elegir los términos, las tesis que exponen y las interpretaciones que se pueden dar a sus elaboraciones. Con el debido cuidado, se evitará sugestionar al pueblo colombiano con ideas tendientes a la trivialización de la violencia, que le revisten de regularidad y hacen ver cual símbolo patrio.
Imagen: Ilustración de Luisa Rivera para ‘Cien años de soledad’ en su edición publicada por Penguin Random House Grupo Editorial (España, 2017) para conmemorar los 50 años de su publicación.
Recuperada de: http://www.lustermagazine.com/macondo-cincuenta-anos/
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