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Casi, Colombia, casi

En medio de victorias y derrotas agridulces, triunfos a medias y decepciones constantes, los colombianos se acostumbran al mediocre “casi ganamos”. La autora despliega una fuerte crítica contra la poca contundencia en los certámenes políticos y electorales, contra los resultados insuficientes para la transformación del país y contra aquellos logros que no son más que simbólicos.

Por: Laura Vargas Zabaraín. Estudiante de tercer semestre de Ciencia Política y Derecho y miembro del Consejo Editorial. l.vargas@ uniandes.edu.co

Hay preguntas que cambian en su esencia con el simple acto de poner una palabra más. ¿Qué hubiera pasado si este año Colombia hubiera llegado a los cuartos de final y no “casi”? ¿Si hubieran soltado a los diputados del Valle y no “casi”? ¿Si hubieran extraditado a Pablo Escobar y no “casi”? ¿Si hubieran hecho bien la ruta del Sol y no “casi”? ¿Si todos los gobiernos hubieran cumplido con todos los puntos de la agenda política y no “casi”? No solamente los enunciados serían más cortos, sino que lo que pasó hubiera pasado diferente. De seguro habría una historia que contar, pero sería una historia distinta, porque el “casi” cambia todo.

Desde hace un tiempo, el voto por el “casi” se ha convertido no sólo en una tendencia, sino en sinónimo de victoria en nuestro país. En octubre del 2016 se realizó en Colombia un plebiscito que de definiría si los acuerdos de paz firmados por el Gobierno y las FARC —el grupo al margen de la ley con quien se llevaba a cabo la guerra de guerrillas más larga de Latinoamérica— se implementarían haciendo la paz una realidad. Después de la jornada electoral “casi” gana el ‘Sí’, que “casi” logra acabar una guerra de más de seis décadas. Aunque el ‘No’ ganó con el 50,23 % de los votos (6.424.385 votos), ese 49,76 % (6.363.989 votos) que apoyaba el ‘Sí’ y que superó el umbral esperado, fue un “casi” de tal magnitud que hizo crecer la esperanza en los colombianos a la par. Más adelante, en las elecciones presidenciales de este año no solo en la primera, sino también en la segunda vuelta “casi” gana la izquierda. Prime- ro, pasó Gustavo Petro a la segunda vuelta y con él “casi” lo logra Sergio Fajardo, quien ambicionando ser un presidente profesor ganó en la capital pero perdió su puesto en la segunda vuelta con un 23,73 % de los votos (la diferencia fue del 1,36 %) ¡Pero casi! Después, cuando Petro logró incursionar en la recta final y “casi” ganar la presidencia con 8.028.033 votos, fue claro que para la izquierda, en este país históricamente conservador, la idea de una única clase media “casi” es una realidad. Ahora, en un mo- mento más próximo, con la Consulta Anticorrupción se repite el mismo patrón, sin perjuicio de que se trate de un tema diferente. El umbral que se debía alcanzar para que ésta pasara no se logró, pero “casi”. Requería más de 12.231.314 votos y obtuvo 11.671.420, reflejando no sólo una cultura ciudadana “casi” ideal, sino también que los colombianos confían cada vez más en las instituciones, o “casi”.

Hay muchos que afirman que contiendas de esta índole, sin dadivas y con tan poca ayuda gubernamental, jamás habían alcanzado tal participación, pero ¿de qué vale ese “casi”? Otros tantos optimistas consideran que en este país llegar a esos niveles de apoyo popular tiene un gran significado, pues todo hace parte de un proceso y éste parece ser un buen indicio de cambios y renovación. Y sí, puede que el “casi” se muestre esperanzador en ocasiones, sobre todo al pensar en un contexto socioeconómico tan complejo, en el que la periferia vive una realidad completamente distinta al centro, y en lo difícil que es creer en las instituciones, en los políticos y en el Estado mismo. Sin embargo, y aunque francamente desconozco qué tan optimista sea mi posición al respecto, siento que el “casi” no puede ser permanente y la solución va más allá de controlar los números (haciendo, por ejemplo, que el voto obligatorio sea la respuesta para alcanzar los umbrales porque, como para variar, sería una “casi” democracia). Para mí, sencillamente el “casi” no puede ser una esperanza sin acción. No importa si es un “casi” en el que el vaso está medio lleno o medio vacío, no puede quedarse en eso. El “casi” importa en el proceso pero no en el fin. El voto, a la larga, sí tiene como objetivo tener un efecto jurídico y por muy simbólico que sea, el “casi” no lo genera. De con- formarnos con eso podríamos seguir siendo un país que “casi” sale adelante y que “casi” busca el cambio y, contar esa historia, no una diferente.

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