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La democracia en peligro

Edición 51

Desde la firma del Acuerdo de Paz en noviembre de 2016 las amenazas a los periodistas se han aumentado peligrosamente. Según datos de la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP), en el 2015 se registraron 59 casos de amenazas, en 2016 la cifra ascendió a 90 y en 2017 llegó a 129. En los últimos meses, principalmente a través de las redes sociales, reconocidos periodistas de diversos espectros ideológicos y de varios medios de comunicación han recibido amenazas. Sus denuncias han alertado no sólo a las autoridades sino también a la población civil y al gremio periodístico, quienes desde su posición han alzado una voz de protesta y de aliento en defensa de estos protectores de la democracia.

Además de las amenazas por redes sociales, recientemente la Sala de Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia profirió un controvertido fallo en sede de tutela en el que negaba el amparo del derecho a la libertad de expresión a periodistas de la revista Dinero y los obligaba a exhibir sus fuentes, levantando el velo de protección del que ellos gozan por ejercer el oficio periodístico. A pesar de que esta decisión fue revocada por la Sala de Casación Laboral en sede de impugnación, el simple hecho de contar con aquellos razonamientos dentro del universo judicial es preocupante. Todo lo anterior se suma a la crisis de derechos humanos por el asesinato sistemático de líderes sociales, que también se encuentran en una situación de vulnerabilidad apremiante.

No es dable atribuir a esta oleada de amenazas una causa común, pues la difícil coyuntura política, social y económica ha desatado una polarización sin precedentes en la historia política reciente. La intimidación no va en contra de una misma línea editorial ni de una postura política en particular. La divulgación de noticias o hechos comprometedores, que a veces van en contra de grupos armados ilegales o de personajes icónicos de la política colombiana, están causando una reacción violenta desde diversos sectores de la sociedad. La situación se ha extendido debido a la proliferación de dichas amenazas a través de las redes sociales, pues la facilidad de realizar comentarios intimidantes y que atenten contra la integridad de los periodistas de manera anónima han tenido asidero a través de este medio y ha encontrado complicidad en la impunidad, en la polarización política y en la permisión social. Para acabar con este flagelo se necesita una rápida intervención de la justicia para evitar que personas anónimas perjudiquen la vida y el trabajo de nuestros periodistas, en la mayoría de los casos sin consecuencia alguna.

Las amenazas se efectúan principalmente desde las redes sociales y mediante perfiles irrastreables. A pesar de todo, no deja de llamar la atención la forma en que se convirtieron en un vehículo perverso que transporta mensajes infamatorios y amenazadores. El fenómeno de las redes sociales ha amplificado la voz del ciudadano disgustado y, a su vez, ha puesto una máscara, muchas veces imposible de levantar, sobre la identidad de los desadaptados que mediante palabras y acciones ligeras ponen en peligro a las personas que con determinación fortalecen la democracia.

Las redes sociales no son el único canal de intimidación. Por medio de panfletos y evocación de escenas de décadas pasadas un grupo autodenominado Águilas Negras declara a algunos periodistas “objetivos militares”, lo que en su momento contribuyó a agudizar la situación. Aunque no es posible determinar si estas amenazas son reales o si tienen posibilidades de concretarse, comprometen la tranquilidad de los periodistas y de la sociedad con la sola manifestación.

Es necesario que como sociedad nos replanteemos los valores que nos caracterizan. Es absolutamente irreconciliable que se atente en contra de un conciudadano por diferencias ideológicas. No hay evidencia más irrefutable de una sociedad enferma que atentar contra quien se dedica a informar y a defender el estado de derecho desde su punto de vista por medio del oficio del periodismo. La delgada línea que delimita la democracia está constituida por las libertades fundamentales, que encuentran su máxima expresión en el trabajo incansable de los periodistas. Por eso rechazamos cualquier acto de violencia, intimidación o censura hacia cualquiera de ellos, sin importar su forma de pensar o de expresar sus ideas.

Como dijo en su momento García Márquez, “aunque se sufra como un perro, no hay mejor oficio que el periodismo.” Así que ¡ánimo, colegas! A seguir construyendo el país que todos soñamos. No están solos. Nuestra labor es para valientes, sigamos transformando la sociedad y fortaleciendo la democracia.

 

Imagen: https://medium.com/@PrensaComunitar/la-libertad-de-prensa-es-un-derecho-fundamental-a522a9fabd8e

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Editorial

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