Sobre los mármoles de Lord Elgin

Por: Pablo Mejía Jiménez. Estudiante de quinto semestre de Derecho, opción en Estudios Clásicos y miembro del Consejo Editorial. p.mejia@uniandes.edu.co.
A través de un detallado recuento histórico, un integrante del Consejo Editorial habla acerca del recorrido de unos mármoles, originalmente destinados a hacer parte de la estructura del Partenón griego, hasta su localización actual, en Inglaterra. Invita, además, a reflexionar acerca de las políticas exteriores de las naciones en la recuperación de las obras de arte a su ubicación original, así como a la apreciación del legado de la Antigüedad.
En la galería Duveen del Museo Británico, el visitante encontrará esculturas de mármol y detalles arquitectónicos de la antigua estructura del Partenón, templo de la diosa Palas Atenea en la Acrópolis. En Atenas, lugar en el que siglos atrás se encontraban estas mismas piezas, hoy se erigen sobre la fachada del templo restaurado sus réplicas de plástico. Estas piezas son conocidas como los Mármoles de Elgin.
Aunque el Museo prefiere el término “esculturas del Partenón”, su nombre más popular viene del séptimo conde de Elgin, Thomas Bruce, embajador del Gobierno de Su Majestad ante el Imperio otomano desde 1799 a 1803. El Conde, bajo supuesto permiso del Sultán, envió múltiples cargamentos desde el Pireo —Atenas— hacia Londres, construyendo una colección envidiable que fue de su propiedad hasta 1816, cuando la Corona la adquirió por un precio de 35,000 libras esterlinas.
El Parlamento, que conocía la controversia alrededor de los mármoles, encargó a una comisión especial la tarea de indagar sobre la adquisición de las piezas.
Así, esta analizó la originalidad de las piezas, sus méritos estéticos y legales, estos últimos sobre los que el Gobierno conocía de acusaciones graves. La prueba más diciente que encontró la Comisión fue un supuesto firmán del Gobierno otomano, presentado por el reverendo Philip Hunt secretario personal del conde de Elgin durante su ejercicio como embajador. La carta presentada por Hunt era una traducción al inglés de una copia en italiano de un firmán, o decreto real, que autorizaba la extracción de los mármoles.
Sucede que, en principio, Bruce había manifestado su intención de “beneficiar las finas artes en Gran Bretaña al procurar dibujos precisos y réplicas de los valiosos restos de escultura y arquitectura dispersos por todo Grecia y particularmente concentrados en Atenas”1 . Con este fin, había reclutado un grupo de artistas italianos y procurado un decreto de la Puerta Sublime para visitar la Acrópolis, la cual fungía como fortaleza militar.
No obstante, este decreto, que debía llegar a manos del cónsul británico Logothetis, no apareció. Por lo tanto, el trabajo de los artistas en el Partenón se fue dificultando hasta que la entrada a la fortaleza les fue prohibida. Lusieri, jefe de los artistas, imploró al conde de Elgin que hiciera llegar la tan anhelada autorización. Así, el 8 de julio, un firmán fue entregado por el reverendo Hunt a las autoridades musulmanas y el trabajo continuó. Sin embargo, este firmán tenía un contenido diferente al esperado.
Al final del segundo párrafo de la carta yace la afirmación de que “si (los artistas) desearan llevarse cualquier pedazo de piedra con viejas inscripciones o figuras en ellos, no deberá oponérseles” (paréntesis fuera de texto). Fue bajo esta afirmación que Elgin logró extraer las piezas y llevarlas a Inglaterra.
La vaguedad de la orden fue una causal de discusión, pero su autenticidad genera más dudas aún. Cuando el Parlamento le preguntó a Hunt por el documento original, este afirmó que existía una traducción oficial que se le había pedido a las autoridades otomanas. Sin embargo, según su testimonio, lo había olvidado en su casa en Bedford, y no tenía intención de “dirigir a ninguna persona para obtenerlo”. Al día de hoy, el documento nunca ha sido encontrado.
Además, no solo su desaparición ha obnubilado la veracidad del decreto, parece también que la supuesta traducción carece de las características más importantes de los decretos reales de la época: la invocación a Alá, las cláusulas oficiales y una serie de fórmulas de obligatoria inclusión en un firmán, entre otras. Antes y después del reporte, las piezas generaron controversia entre el público inglés.
El poeta Lord Byron y otros intelectuales del momento acusaron a Elgin de vandalismo y de saqueo. Byron, defensor de la cultura helénica y futuro militante de las filas independentistas griegas, incluso le dedicó un poema titulado The Curse of Minerva. Esto es aún así: los mármoles siguen causando controversia e indignación, y el Gobierno griego, aunque sin mucho empeño, reclama las piezas desde su independencia en 1832.
No siendo para menos, pues el Partenón es un símbolo nacional: se dice que durante la guerra de independencia, los revolucionarios griegos abastecieron de balas a las fuerzas otomanas que se refugiaban en la Acrópolis ante el miedo de que estos continuaran extrayendo trozos de plomo de las paredes de piedra para usar como munición una vez se les agotaron2 .
Más adelante, en el 2016, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos rechazó una demanda histórica. Si bien el Gobierno griego se había negado a solicitar la repatriación de las piezas, el grupo cultural Syllogos Ton Athinaion llevó el caso ante el Tribunal. Ello, bajo el argumento de que la negativa británica de aceptar la mediación de la UNESCO, en un posible proceso de repatriación, significaba una violación de los artículos 8, 9, 10 y 13 de la Convención Europea de Derechos Humanos y el artículo 1 su Protocolo No. 1. En un corto fallo emitido por un comité de tres jueces, la demanda fue declarada inadmisible pues “[considerando que] la remoción [ocurrió] más o menos 150 años antes de que la Convención fuera redactada y ratificada por el Estado demandado, (sic) los reclamos del demandante parecen ser inadmisibles por incompatibilidad ratione temporis con las provisiones de la Convención”.
Ese mismo año fue introducido un proyecto de ley al Parlamento británico que buscaba devolver los mármoles a Grecia. Esto, enmarcado en el aniversario del bicentenario del Acto del Parlamento que adquirió las piezas en primer lugar. Quienes propusieron el proyecto afirmaron que el gesto podría asegurar un mejor trato con la Unión Europea durante las negociaciones del Brexit. Independiente de la certeza de lo anterior, el proyecto fue retirado con una sola lectura. El pueblo griego fue denegado, otra vez, de su reivindi- cación.
En el poema mencionado antes, Byron escribió: “Pero los dioses son justos y los crímenes tienen su castigo. Mira lo que Elgin ha ganado y lo que ha perdido; otro nombre unido al suyo deshonra mi templo. Diana desdeña iluminar ese lugar con sus rayos. Las injurias a Palas no han quedado impunes y Venus ha tomado sobre sí la mitad de la venganza”3 .
Que los mármoles originales estén en Inglaterra mientras en el Partenón restaurado solo haya vil plástico es una injusticia histórica. Es probable que la poca determinación del Estado griego para recuperar las esculturas se deba a una cuestión de política exterior. Aún así, como comunidad internacional, debemos procurar saldar nuestra deuda con el pueblo griego, a quien tanto le debemos.
Referencias
1. ht t p s:// b o o k s . go o g l e . c o m . c o/ b o o k s? i d = N w UFA A A AYA AJ&lpg=R A1-PR1&ots=GiMElOq rbf&dq=lord+elgin+testif ied+1816+british+parli amentary+committee&hl=el&pg=PA35&redir_ esc=y#v=onepage&q=debt&f=false
2.https://w w w.independent.co.uk/news/uk/homenews/elgin-marbles-parthenon-sculptures-athensgreece-mps-bill-return-reunification-british-museum-a7129801.html
3 . ht t p://atena s- d ia r iodeabordo.blogs pot .com . co/2012/10/the-curse-of-minerva-la-maldicion-de.html
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