Breve historia sobre la música y el corazón

Por: Pablo Mejía Jiménez. Estudiante de sexto semestre de Derecho y miembro del Consejo Editorial. p.mejia@uniandes.edu.co
En los 70s el Dr. Gerhart Harrer, de la Universidad de Salzburgo, se dispuso a descifrar los efectos de la música en el corazón. No está muy claro por qué lo hizo, considerando que su especialidad era la psiquiatría. Quizá sintió, como otros antes y después, el hilo invisible que une las fibras del alma con las fibras del cuerpo. Quizá una noche, en su estudio, no pudo evitar llorar cuando escuchó algún movimiento de la 9ª sinfonía de Beethoven (de quien era un gran admirador). Fuere lo que fuere, no tuvo que buscar en un rincón muy profundo de su biblioteca para encontrar a su sujeto experimental.
Herbert von Karajan era, para la segunda mitad del siglo XX, uno de los hombres más influyentes de la escena musical europea. Desde temprana edad demostró ser un prodigio del piano y debutó como conductor a los 20 años. En el 55’, fue nombrado director musical de la filarmónica de Berlín, pero su personalidad impetuosa, y su precisión en la interpretación, le merecieron el apodo de “el director musical general de Europa”.
Karajan también era reconocido por su glamuroso estilo de vida. Tenía residencias en Anif, St. Moritz y St. Tropez, en donde se rodeaba de nobles y jóvenes modelos, hasta que se casó con una de ellas (su tercera esposa, Eliette Mouret). El conductor esquiaba, navegaba y piloteaba su propio avión.
Pero la figura de Karajan también estaba marcada por la sombra. Fue lo que el Consejo de Control Aliado en la Alemania ocupada denominó un Mitläufer o “seguidor”. En 1933 se había unido al partido Nazi en Austria. De muchas formas, su carrera pareció verse beneficiada por esta afiliación. Incluso, múltiples espectadores declararon ante el consejo de desnazificación que en algunos conciertos incluía la canción de Horst-Wessel, el himno del NSDAP. Además de esto, tenía el gusto particular de los nazis por ciertos compositores alemanes. “Tenía un don particular para Wagner y sobre todo para Bruckner, cuya música conducía con mando soberano y sentimiento elevado”[1].
Y es que la relación de los nazis con Bruckner era estrecha. Algunos dicen que era el compositor predilecto del führer. De hecho, una de sus obras fue usada como preludio para anunciar la muerte de Hitler. Se dice que fue Ernst Gombrich, el historiador del arte, quien le comunicó a Churchill la noticia de la muerte del canciller alemán. Cuando estalló la guerra, Gombrich fue contratado por la BBC para monitorear las transmisiones de la radio alemana. El 1 de mayo de 1945, cuando un inminente anuncio en las emisoras alemanas estuvo precedido por un adagio de la 7ª sinfonía de Bruckner, Gombrich adivinó que Hitler había muerto, pues aquella sinfonía había sido compuesta para la muerte de Wagner [2].
Para el momento en que el doctor Harrer contactó a von Karajan, ya la sombra de su pasado se había desvanecido. No sólo era el director en Berlín, sino que había dirigido La Scala en Milán, la Orquesta Filarmónica de Londres, la Opera estatal de Vienna y el festival de Salzburgo. Harrer diseñó un estudio de cuatro partes, para monitorear las reacciones en la respiración, el ritmo cardíaco y la actividad electrodérmica a la música. De todos los aspectos del estudio, la última prueba fue la más concluyente.
Harrer midió el ritmo cardíaco de Karajan realizando dos actividades diferentes. La primera, mientras piloteaba un avión en circunstancias de estrés. El conductor debía realizar una maniobra peligrosa, que consistía en aproximarse a tierra como si fuera a aterrizar, y despegar nuevamente. Esto lo hizo en tres ocasiones. La segunda, acompañada de un alabeo. Sumado a esto, Harrer lo sometió a que su copiloto tomará control de la aeronave sin avisar. Durante los vuelos, su ritmo cardíaco promedió 95 latidos por minuto y nunca excedió los 115.
La segunda actividad consistía en dirigir la obertura Leonora de Beethoven con la Filarmónica de Berlín. En dicha tarea su ritmo cardíaco promedió 115 latidos por minuto y tuvo un máximo de 150[3].

¿Había descubierto Harrer que la belleza de una sinfonía era más poderosa que el miedo a la muerte? ¿Que una pasión causa más estragos en el corazón que la excitación de volar? Pues, les atribuyó estas variaciones a dos factores. Primero, que al conducir el sujeto se movía más y más rápido que al pilotear. Segundo, que su ritmo cardíaco mientras volaba era una reacción a estímulos, mientras que cuando dirigía estaba expresando, premeditadamente, lo que él denominó una “señal”.
Aunque hubiera sido temerario por parte de Harrer especular algo más, su estudio, único en la literatura científica, da esbozos de un fenómeno antiguamente conocido.La música se escucha con el corazón. Hay voces que hierven la sangre y notas que parten el alma. Hay composiciones para los atormentados, para los afortunados y para los corazones rotos.
Casi dos décadas después, von Karajan murió de un ataque al corazón. Renunció a su posición en la filarmónica de Berlín unos meses antes de fallecer. En su último concierto, conduciendo la filarmónica de Viena, había dirigido la 7ª sinfonía de Anton Bruckner.
Imagen: Digital Concert Hall.
[1] NY Times (1989): Herbert von Karajan Is Dead; Musical Perfectionist Was 81.
[2] NY Times (1989): E. H. Gombrich, Author and Theorist Who Redefined Art History, Is Dead at 92.
[3] Las gráficas posteriores muestran los resultados de la prueba. La gráfica a) corresponde al ritmo cardíaco de Karajan mientras conducía. La gráfica b) corresponde al ritmo cardíaco de Karajan mientras piloteaba.
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