El hombre moderno: dilemas frente al sistema jurídico y la justicia

¿Cómo logra el hombre moderno la construcción de sus pensamientos, desde una ponderación de la aceptación social de valores preponderantes? Una reflexión desde la filosofía y la teoría jurídica.
Por: Hanna Marie Faizal Gómez. Estudiante de décimo semestre de Derecho y opción en Procesos Psicológicos. hm.faizal10@uniandes.edu.co
“Es imposible imaginar nada en el mundo o fuera de él que pueda ser llamado absolutamente bueno, excepto la buena voluntad”: esta es la frase con la que Immanuel Kant comienza Fundamentación de la metafísica de las costumbres (1785) para hablar del imperativo categórico como mecanismo determinador del comportamiento humano. Así, bajo el axioma kantiano «obra sólo según aquella máxima por la cual puedas querer que al mismo tiempo se convierta en ley universal», vemos cómo día a día el sistema jurídico que nos rodea no sólo representa un conjunto de normas destinadas a mantener un estado de paz y convivencia armónica entre todos los individuos que conforman la sociedad, sino también un conjunto de principios y valores que muchas veces se enfrentan con la ética y la moral personal o individual.
Esto último, refuerza la idea de que el hombre moderno se construye a partir de sus propios pensamientos y consideraciones, independientemente de los “valores valiosos” o vinculantes que la sociedad ha aceptado como tales. No obstante, como bien se puede observar en la columna de El Malpensante titulada Ley y Pecado, aún hay una latente tensión entre las normas humano-jurídicas que se han construido y las normas religiosas o divinas, en términos de cuál es la norma moral que debería primar[1]. En ese sentido, es posible identificar choques entre la legitimidad de ciertas leyes y normas jurídicas basadas en la religiosidad, y las creencias e intereses provenientes de las diversas visiones del mundo.
Ahora bien, con base en un sistema de normas estático y en el que aparentemente las normas se configuran como imperativos sociales, también vemos cómo el hombre moderno se ve obligado a enfrentarse a dilemas éticos y morales que provienen del mismo sistema jurídico. Estos dilemas pueden resumirse en dos: primero, la confrontación entre las reglas morales aceptadas como universales y vinculantes y la propia idea de moral asentada dentro de la subjetividad del individuo; y segundo, el conflicto entre la idea de justicia colectiva y los intereses particulares.
El primer dilema o problema ético contempla la idea de que existe una norma fundamental que debe ser respetada y es válida, en la medida en que es impuesta a los individuos por una autoridad con ciertas facultades y poderes. Asimismo, supone que la norma válida es aquella que garantiza justicia e igualdad para todas las personas y cuya validez depende de ese contenido de justicia. Por su parte, el segundo dilema plantea que el hombre moderno se enfrenta constantemente a la imposición de las normas jurídicas vinculantes, justas o fundamentales dentro de la sociedad, e incluso a todo lo que ésta considera cómo “los valores socialmente aceptados”, como diría Durkheim[2].
Paralelo a lo anterior, el actuar correcto se define desde la filosofía kantiana como aquel que se hace no por deber u obediencia, sino de forma libre y autónoma de acuerdo con el imperativo categórico.
En esa línea, Durkheim establece desde una perspectiva puramente sociológica, que toda sociedad se caracteriza por un acuerdo entre los valores y reglas socialmente aceptadas, y que estas constituyen el fundamento de la cohesión o solidaridad social. Esta “atadura social” implica que las personas que conforman la sociedad se identifican a sí mismos a través del reconocimiento de las normas, principios y valores que se consideran socialmente correctos. Lo cual, en últimas, genera un choque con las creencias, opiniones, percepciones o posturas personales de cada una de las personas que conforman una sociedad. Empero, si partimos de la concepción nietzscheana sobre la necesidad de cuestionar el valor de los valores morales, es posible evidenciar que actualmente existe un redescubrimiento sobre cuáles son los valores morales verdaderamente valiosos[3], lo cual ha justificado la idea de que el hombre moderno se construye a sí mismo a partir de sus propios pensamientos, concepciones y forma de ver el mundo, independientemente de la ética o la moral colectiva.
A modo de conclusión, el hombre moderno se enfrenta a dilemas éticos frente al sistema jurídico y la justicia relacionados con el conflicto entre la validez social de los valores y normas morales provenientes de la religiosidad, y la norma vinculante que proviene del ser humano y su construcción individual dentro del sistema jurídico, a la dificultad que implica ajustar la norma moral imperativa con la norma moral individual que el hombre moderno concibe como correcta o válida, y a el problema de la construcción de una norma moral “válida” teniendo en cuenta que el hombre moderno se construye a sí mismo a partir de una libertad ilimitada, bajo la cual puede escoger sus propias concepciones sobre la justicia, la ética y la moralidad.
[1] https://www.elmalpensante.com/articulo/1700/ley_y_pecado
[2]Garland, David. (1999). “El castigo y la solidaridad social: la obra de Emile Durkheim”, en Castigo y sociedad moderna. Un estudio de la teoría social, México, Siglo XXI, pp. 39-65.
[3]Nietzsche, Friedrich. (1887). “La genealogía de la moral. Un escrito polémico”, p. 6. Disponible en: http://www.biblioteca.org.ar/libros/211756.pdf
Imagen: https://rincondelpasado.wordpress.com/2018/01/27/rodin-y-su-pensador/
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