Relatando una historia que muy poco se cuenta

¿Qué pasó en Agua de Dios? Este municipio cundinamarqués, en su época, fue utilizado como campo de marginación para los enfermos con lepra, hoy conocida como enfermedad de Hansen. Un relato de las situaciones que tuvieron que afrontar los habitantes que padecían esta enfermedad para poder subsistir en la comunidad y afirma que situaciones como esta sólo demuestran que, en medio de la prueba y del dolor, el amor y apoyo entre los humanos como hermanos es la mejor medida.
Por: Juan Andrés Tapias Cárdenas. Estudiante de Derecho de la Universidad Externado de Colombia.
A tan solo 114 kilómetros de la capital de la república se encuentra un bello municipio que contiene los vestigios de la historia de la lepra en Colombia. Agua de Dios está ubicado en el departamento de Cundinamarca, tan cerca de Girardot que, en la noches, desde los lugares más altos se pueden observar sus destellos de luz. Es entendible que la mayoría de personas nunca lo haya oído nombrar, pues guarda en sus calles los relatos de una enfermedad que, desde tiempos bíblicos, fue estigmatizada con tan gran acento que permitió crear un campo de aislamiento al mejor estilo Nazi. Pero tres décadas antes del gran Holocausto judío —y sí, no es una dramática comparación—, en la primera década del siglo XX, las políticas de aislamiento hicieron que el territorio aguadediocense fuera encerrado con alambres de pua.
Inclusive, en los puntos cardinales del municipio se crearon retenes para controlar el ingreso al lugar. Las políticas de aislamiento fueron tales que la “ciudad del dolor” —como después se le llamaría— se convirtió en una pequeña república en donde había leyes propias, fuerza pública propia (conformada por enfermos) y hasta moneda propia, denominada popu larmente la “coscoja”.
El estigma hacia una enfermedad hizo que a Agua de Dios llegaran personas de todos los rincones del país, quienes, al entrar en la ciudad del dolor, recibían una identificación muy simi lar a una cédula de ciudadanía, pues también existía una identidad singular para sus habitantes. En las historias del pueblo se dice que muchos enfermos al ser registrados cambiaban sus nombres de pila con el fin de no avergonzar a sus familias, muchas de ellas grandes y poderosas, tener Hansen, como ahora se le denomina, era una deshonra. Lo anterior no es por exagerar. Por ejemplo, al lazareto llegarían grandes figuras como el compositor Luis A. Calvo quien, después de recitar el Adiós a Bogotá —una de sus obras más importantes— en el Teatro Colon, viajaría en tren hasta Tocaima, en donde cruzaría el puente de los suspiros para caminar por una trocha de herradura hasta lo que hoy es Agua de Dios.
El legado artístico del gran maestro fue de tal envergadura que hoy en el parque principal se alza en su honor una estatua en donde se recrea su gran pasión: tocar el piano. Pero no solo él hace parte de la escena municipal. Adolfo León Gómez, bisnieto de José Acevedo y Gómez, desarrollaría su vida en aquel lazareto al cual le escribió un poema en donde, para mí, se logró captar la esencia del dolor que se vivía en aquel lugar tan olvidado y aislado. Noches tristes, como se llama el poema, es un relato sufrido, es un sentir desolado, es el himno del Agua de Dios de ese entonces, que sufría diariamente por el velo de un estigma inhumano, como esos que solo una sociedad enferma moralmente puede crear.
“Incluso, ‘la ciudad de la esperanza’ es una denominación que se le dio al municipio después de tantos años de oscuridad y segregación. No obstante, es desolador ver cómo en la sociedad aún hay rasgos de un estigma que mata más que la misma enfermedad”.
¿Se entiende ahora el porqué de tanta admiración hacia este poema? Sólo basta leerlo y entender que es la síntesis de todo lo que expuse en el inicio de este artículo. Es el resumen de muchos acontecimientos y anécdotas que se enmarcaban en el dolor de los pacientes de Hansen del leprocomio de Agua de Dios. Si me detuviese a contar en este artículo cada una de las historias que viven en la memoria de mi pueblo, no acabaría nunca. Sin embargo, lo único que aquí pretendo es que miremos hacia otros horizontes, ya que hay lugares con mucha historia digna de ser contada —como esta, por ejemplo—, a la que aún le faltan más acontecimientos, más personajes, más días y más noches por relatar. Ser de un municipio con tanta historia me hace tener el deber de contarla, no para sufrir mientras recordamos el pasado, sino para sembrar una semilla de tolerancia y respeto hacia personas como los enfermos de Hansen. Muchos años se creyó que era una enfermedad contagiosa, pero los avances científicos permitieron descartar esto ¡Gran avance! Con ello se rompen las cadenas, se olvida el encerrado de alambres y se empieza a vivir al mejor estilo de una sociedad normal.
Los que en ensueños de amor
hacen de risa derroche,
no saben lo que es la noche
en la Ciudad del Dolor.
Si lo supieran lloraran
con tan hondo desconsuelo
que las estrellas del cielo por no llorar pestañearan.
Tristezas de último adiós
con aires de cementerio
envuelven en su misterio
las Noches de Agua de Dios.
Desengaños y reproches
y recuerdos y amargura,
llenan de sombras oscuras
la soledad de esas noches.
Vienen trayendo un gemido
del lejano y dulce hogar,
de donde borro el pesar
el suave calor del nido.
Y solo cenizas dan
Llevando en sus alas frías,
de las muertas alegrías
que ya nunca volverán.
Poema: Noches tristes Autor: Adolfo León Gómez
Incluso, “la ciudad de la esperanza” es una denominación que se le dio al municipio después de tantos años de oscuridad y segregación. No obstante, es desolador ver cómo en la sociedad aún hay rasgos de un estigma que mata más que la misma enfermedad. Esto ignora el hecho de que Agua de Dios recibió a personas de tan distintos lugares de Colombia que se convirtió en un municipio pluricultural con diversas tradiciones. Esta es la razón por la cual su himno dice: “somos hijos de toda Colombia el amor conjugó nuestras almas, no hay extraños si somos hermanos bajo el sacro pendón de la patria”. Esta es la estrofa más linda del himno porque bien hizo el autor cuando dijo: “el amor conjugó nuestras almas” y es cierto, enfermos y sanos formaron grandes romances demostrando que el amor lo supera todo.
Imagen: Wikimedia
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