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Los deberes éticos del abogado y sus repercusiones sobre la percepción del gremio

 

 

Por: Isaac Beltrán Bolívar. Estudiante de quinto semestre de Derecho y miembro del Consejo Editorial. i.beltran@uniandes.edu.co

¿A qué se debe la concepción generalizada de que los abogados como profesionales “son corruptos y deshonestos”? Más allá de los escándalos recientes, existe un vínculo directo entre cómo la sociedad percibe el gremio y las practicas éticas en el ejercicio de la profesión. Como en la mayoría de los dilemas éticos y casos jurídicos, no hay una única respuesta. Sin embargo, el problema de la ética del abogado es un tema que debe trascender de los cursos de ética y aplicarse en el día a día de los abogados y los estudiantes, a pesar de que no exista un código que sostenga las respuestas. 

En este texto se expondrá un modelo ético que puede ser aplicado por las personas que desempeñan y estudian la labor de la abogacía, esto, con el fin de mejorar la percepción de nuestra profesión frente a los ojos de la sociedad; de otorgarle dirección a nuestras vidas y,finalmente, para evitar la persecución de fines simplemente formales.

Un autor canónico en el tema de la ética es Aristóteles, el filósofo griego, aprendiz de Platón y autor en temas variados como política, poética y metafísica. Según Aristóteles en su obra Ética nicomáquea, la virtud ética radica en la combinación entre el carácter y la costumbre (éthos & êthos respectivamente), puesto que las virtudes éticas no son innatas: así como no se puede acostumbrar a una piedra a moverse hacía arriba por más veces que se lance, el ser humano por mero habito no es virtuoso(Aristóteles, 1994). Es la combinación del carácter y sus hábitos lo que permiten perfeccionar las distintas virtudes. Esta concepción de la virtud acarrea una importante conclusión: las virtudes se adquieren a través de la práctica y la disposición que se tiene para mejorar el carácter.

Por otra parte, otra caracterización de la virtud ética aristotélica es la virtud como el esclarecimiento del medio justo y oportuno dependiendo de la situación. Una pregunta posible a esta posición es: ¿cómo se identifica el medio justo y oportuno? La respuesta se encuentra observando la naturaleza del evento y determinando cuáles son los extremos excesivos y deficientes a la hora de ejecutar decisiones, en aras de perseguir un punto medio que logre proteger las virtudes que sostenemos como valiosas. El último elemento de la virtud aristotélica que puede contribuir al esclarecimiento de la ética del abogado es el postulado según el cual la buena educación es aquella que nos enseña a complacernos y a dolernos para evitar “hacer lo malo a causa del placer y apartarnos del bien a causa del dolor” (Aristóteles, 1994, Libro.II, Cap.3, 1104b10).

En el caso de la abogacía, se pueden aplicar los tres postulados mencionados para perseguir la construcción de un abogado virtuoso éticamente según el sentido aristotélico. Por ejemplo, una vez aceptado el postulado por el cual se desvincula la virtud ética de una afinidad sobrenatural intrínseca en algunos de nosotros y se sostiene que la virtud es producto de la práctica,es consecuente que un abogado sea juzgado, no por el modelo utilitarista que ignora la obligación de medio propia de nuestra labor, sino por los esfuerzos tangibles que este realice para perseguir su búsqueda por ser más justo.

Por otro lado, si la labor del abogado en un proceso es enjuiciada a través del lente de la virtud aristotélica entendida como la búsqueda del medio justo y oportuno, el abogado deberá antes de cualquier actuación ponderar si el medio que va a emplear, más allá de ser el medio más expedito o que garantice la “victoria”, es un medio justo que logra materializar sus búsquedas éticas.

Finalmente, el abogado, así como el estudiante de Derecho, debe aprender cuáles son las situaciones que ameritan su padecimiento, cuál es su neutralidad y cuál es su exuberancia. En este orden de ideas, el estudiante debe concentrarse en aprender a apegarse a la vía del bien y comprender que ya se encuentra en el proceso de edificación de su carácter y de los hábitos que marcarán su vida profesional.

Pero, ¿cómo pueden estas prácticas transformar la percepción del colombiano promedio frente a la labor de la abogacía y al estudioso de las leyes? Tomando como presupuesto que las percepciones se construyen a través de representaciones culturales y experiencias particulares que cobran sentido cuando se encuentran circunscritas en un discurso más amplio, el camino menos tortuoso es aplicar estos conceptos en la vida diaria; dentro y fuera de la labor del abogado y del estudio de las fuentes del Derecho.

Simultáneamente, es nuestro deber como miembros de dicha comunidad ser faros de justicia y rectitud, no solamente autómatas que introducen leyes, argumentos y jurisprudencia con el objetivo de extraer sentencias que nos sean favorables a nosotros y a nuestros clientes sin importar los medios que utilizamos para su consecución.

El valor de la reflexión moral adjudicado por este texto tiene la capacidad de servir como principio rector de nuestras vidas. Cuando la conciencia ética perece de la mano de los años universitarios, la voluntad de vivir el bien se debilita. Lo anterior puesto que Kant sostiene en su obra La metafísica de las costumbres, que “hay fines [en el desarrollo de la vida] que también son deberes, i.e. la propia perfección y la felicidad ajena” (Walker, 1999, pg. 14)

Estos fines-deberes se relegan a un segundo plano cuando la conciencia moral del abogado se concentra mayoritariamente en lo que Kant llama “imperativos hipotéticos”, que en otras palabras son leyes de comportamiento cuyo único valor radica en su capacidad de obtener fines determinados. Por ende, la voluntad de vivir bien se esconde detrás de un velo de utilidad que no persigue ninguno de los dos fines-deberes ya expuestos y, por lo tanto, el valor de la labor no se diferencia del simple hecho de realizar una acción por sus consecuencias y no por su valor en tanto que es. 

En conclusión, el papel de abogado debe trascender su propia utilidad para poder deleitarse en la satisfacción de la vida ética, para poder luchar contra la estigmatización del gremio y para alejarse de una existencia meramente hipotética que, en el sentido kantiano, consiste en perseguir ciertos fines ciegamente. No obstante, esta ardua e interminable labor no comienza en la firma de abogados ni en los salones y pasillos de la universidad. Esta labor comienza desde el diálogo introspectivo que llevamos a cabo cada día, el cual se desarrolla en proximidad a nuestros seres amados cuando buscan consejo, y se pone a prueba con el estudio de las leyes y su posterior ejercicio.

Bibliografía

Aristóteles. (1994). Ética nicomáquea (2a ed.). Madrid: Gredos.

Walker, R. (1999). Kant: Kant y la ley moral. (L. Fernandéz, R. Monk, & F. Raphael, Eds.) (2a ed.). Bogotá: Grupo Editorial Norma.

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