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De la ignorancia a la culpa

Por: María Sarria Morales. Estudiante de tercer semestre de Gobierno y Asuntos públicos. m.sarria@uniandes.edu.co

A lo largo de nuestro pregrado, oímos con frecuencia que la universidad es un mini-país, dentro del cual podemos convivir simultáneamente con personas de todas las corrientes políticas e ideológicas, de todas las regiones del país, e inclusive del exterior, y de todos los sectores sociales. Es claro que en universidades como la nuestra la variedad no es tanta como en otras, pero definitivamente sí es un espacio en el cual podemos, si así lo decidimos, salirnos de nuestra burbuja en la que están los que piensan como uno y viven una vida 90% igual a la nuestra. Dentro de la variedad de todos los estudiantes, también se encuentran tendencias, acompañadas de prejuicios y estereotipos, como que en las carreras artísticas y de humanidades hay preferencias sobre las ideologías de izquierda, mientras que en carreras como Administración, Derecho e, inclusive, Economía hay más seguidores de los partidos conservadores. Parte de este supuesto –reitero, basado en prejuicios y generalizaciones– propone que si se estudia una ingeniería hay poco interés en estos temas y que no son relevantes para el día a día de los estudiantes.

Esta semana puse a prueba esta creencia en una actividad extracurricular de la universidad en la que comparto con personas de otras carreras muy diferentes a la mía. Yo estudio Gobierno y Asuntos Públicos y hago opción en Ciencia Política, por lo que resulta obvio mencionar mi interés en temas de la política del país. En mis clases se debate constantemente sobre las problemáticas y polémicas de actualidad y se reflexiona sobre si las soluciones que se plantean los diferentes actores son viables y beneficiosas para una mayoría clara. Se plantean diferentes escenarios sobre la ética de las políticas públicas que se están llevando a cabo, siempre con el fin de poner en práctica la teoría, así como de poner a los estudiantes en la tarea de formar su opinión de manera informada y objetiva. Por obvias razones, es imperativo que una persona que quiere dedicar su vida profesional al sector público esté informada sobre el pasado y el presente de la política en el país y, aún más, que tenga una opinión al respecto. En la clases de Gobierno siempre se ve un esfuerzo enorme por parte de los profesores en no limitar la discusión a una postura correcta y a otra incorrecta, pues sería incoherente y contraproducente como ejercicio pedagógico, Esto debido a que se permitiría que los estudiantes que hacen parte de los debates tuvieran una posición clara frente a lo que está pasando sólo por las clases que están viendo, sin necesidad de buscar en fuentes externas si así lo quisieran.

Como parte de estos debates, en estos días he estado con la preocupación constante de los efectos buenos o malos que puede llegar a tener la decisión del presidente Iván Duque a los artículos de la JEP. Pero ese no es el punto de este artículo. Lo importante de que este tema me esté dando vueltas y me haga cuestionarme sobre lo que debería hacer como ser político (salir a marchar, hablar de estos temas con mis amigos, tener en cuenta los hechos que se están dando para las próximas elecciones, expresar mi apoyo a algún político que esté tomando partido, etc.) ha sido darme cuenta de que entre el común de las personas, tanto dentro del mini-país que es la universidad como a nivel nacional, no es un tema relevante para el resto como lo es para mi. Este hecho, que aparentemente es obvio, me ha llevado a una reflexión sobre la responsabilidad y la culpa que trae consigo el estar informada.

El lunes de esta semana se llevaron a cabo varias marchas a nivel nacional que tenían como propósito mostrar el desacuerdo a las objeciones del presidente. Yo tenía este hecho muy presente porque lo había hablado con varias personas de mi carrera y por la preocupación que me genera, como lo dije anteriormente. No lo tenía presente por la preocupación de que iba a haber tráfico y eso iba a hacer que llegara tarde a mi casa; eso es lo menos grave de este tema para mí. Ese día tuve entrenamiento de una de las selecciones deportivas de la universidad y mencioné que iba a haber una marcha alrededor de las 5:00 p.m, a lo que una amiga, que estudia Ingeniería Biomédica me respondió “¿Marcha de qué?”. Le contesté su pregunta y me dijo que ella nunca se enteraba de “ninguno de esos temas”. Tengo claro que la forma en la que yo me entero y la razón por la que son relevantes para mí esos temas es por mi carrera en gran parte. Por eso, entiendo que el pensum de mi amiga no los incluya. También comprendo que, por lo que quiero hacer a futuro, tengo una gran responsabilidad de estar informada sobre lo que pasa y que tal vez en el área de trabajo de ella este conocimiento no sea tan relevante. Sin embargo, después de esa corta conversación quedé con un juicio ante las personas que simplemente no se enteran nunca de esos temas porque para mí es muy evidente cómo nos afectan a todos, inclusive a quienes en sus clases ven problemas matemáticos y de física.

La conclusión no es esa. Creo que si ella no está enterada es porque realmente no tiene interés en informarse a profundidad sobre el tema, lo cual es respetable al verlo como un tema de gustos, y porque no es un tema al que tenga tanto acceso como yo o como alguien que estudia Derecho o Ciencia Política. Ni siquiera sé cual es mi conclusión, más allá de la pregunta que surgió después del entrenamiento: ¿Qué tanta culpa tiene ella de no saber o qué tanta culpa tengo yo por quedarme en el juicio y no informarla? Tal vez, tampoco quiere ser informada y prefiere quedarse en la ignorancia de no estar enterada. Es difícil que la política se vuelva un tema de interés común, aun cuando las consecuencias sí son comunales. Pero creo que quedarse en el juicio de que está bien hablar de estos temas y está mal no saber es lo que hace que quienes no tienen el acceso a estos debates se queden en la desinformación y que su máxima preocupación al respecto sea el trancón de las protestas.

Imagen: Las 2 Orillas

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