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Belleza, musa y sangre

«Como un animal de monte carroñero pervertido por el aroma de un cadáver, el espectador sigue su olfato para descubrir varios racimos de plátano en estado de descomposición.»

Por: Isaac Beltrán Bolívar. Estudiante de quinto semestre de Derecho y miembro del Consejo Editorial. i.beltran@uniandes.edu.co  Por:

¡Háblame, musa paradisiaca de aquellas pieles campesinas, cuyas manos endurecidas y seguras cortaban racimos en el golfo de Urabá!

La exposición temporal Tierra de por medio, que se presenta en el Museo de Arte Miguel Urrutia, está compuesta de cinco instalaciones de gran formato. Las obras son paradigmáticas en el desarrollo del arte conceptual en Colombia. Sin embargo, cada instalación merece sus propios elogios.

El artista José Alejandro Restrepo juega con todos los sentidos de los espectadores y logra redondear con delicadeza la tensión entre la producción agroindustrial del banano y las luchas obreras en las mismas plantaciones. Todo esto se logra a través de su obra Musa paradisíaca. La obra esta compuesta por varios racimos de banano colgados del techo, y a su vez, colgando de los racimos, hay pequeños monitores que apuntan al suelo pero que, gracias a espejos redondos alineados con los monitores, se pueden ver las imágenes que presentan. Al mismo tiempo, se escuchan varias voces que inundan el espacio con el tono solemne del reportaje que contempla la muerte ajena.

Anónimo, s.f. Foto: archivo José Alejandro Restrepo

Apenas se cruza el zaguán de la exposición, un olor familiar pero putrefacto secuestra la atención olfativa del espectador. Como un animal de monte carroñero pervertido por el aroma de un cadáver, el espectador sigue su olfato para descubrir varios racimos de plátano en estado de descomposición. Más allá del choque olfativo, es imposible ignorar la extrañeza que genera ver tantos plátanos en racimo. Una posible crítica que plantea la instalación es hacia la creciente distancia entre los cascos urbanos abotargados de alimentos frescos, pero carentes de cercanía con los contextos de producción que logran la abundancia y diversidad en nuestras dietas.

Después de lidiar con el aroma y un primer choque visual, se comienzan a percibir cambios en la iluminación de la instalación. Blancos tenues contrastan con los grises brillantes de los monitores reflejados por los espejos que a su vez azotan a los racimos desde abajo con una luz taciturna que pide ser observada más de cerca. Al superar el pudor que genera el aroma y acercarse al racimo, la mirada se pone sobre el espejo para ver la imagen proyectada. Sin embargo, tanto el monitor como el espejo son diminutos, entonces, el espectador debe arrodillarse frente al racimo. Es imposible evitar ver la similitud del gesto corporal entre el espectador arrodillado para ver el espejo y un campesino o un obrero agroindustrial atendiendo las raíces y la tierra de la planta de plátano. Al forzar al espectador a arrodillarse para ver, Restrepo está entablando una relación gesticular entre un obrero platanero y sus espectadores.

Mientras los espejos son observados con detenimiento, el espectador comienza a presenciar un reportaje de asesinatos de huelguistas y la incriminación del honorable ejército colombiano, que respondía a los intereses de infame United Fruit Company (posteriormente Chiquita). Cada racimo posee segmentos y noticias diferentes, pero todos siguen el mismo hilo: obreros plataneros organizados asesinados por demandar mejoras en sus condiciones laborales. No obstante, no se puede olvidar que el espectador no está observando el reportaje directamente, sino a través de un espejo. El espejo podría representar la supuesta lejanía temporal entre las luchas obreras agroindustriales del siglo XX, o podría también verse como una metáfora del mecanismo de control de la realidad que es el reportaje.

 Más allá de las interpretaciones posibles, la temporalidad de la obra, es decir, su subordinación al tiempo en el corto plazo, permite que la obra sea diferente cada vez que es observada. Quizás los primeros días de la instalación, los plátanos se mostraban llenos de potencialidad, su destino se bifurcaba en cuantos espectadores querían llevarse uno para decorar su mesa de comedor. Su color verde, mostrando inocencia, juventud y belleza, pero inmadurez, se fue tornando amarillo y después marrón tierra fértil. Lastimosamente, así como los cadáveres de los obreros agroindustriales y los nuestros también, su potencialidad se ve frenada sustancialmente al concentrarse en un destino de espera y gradual putrefacción.

Esta lectura de la instalación no está completa hasta que se lee en concordancia con los debates eclesiásticos y aportes botánicos que Restrepo vinculó a su obra, puesto que de ser leída solamente desde un punto de vista político la instalación no aportaría más que el recuerdo del dolor de las múltiples masacres en el campo colombiano. En el archivo documental de la obra, Restrepo matiza la cosmogonía católica al rescatar obras de teólogos pocos conocidos que argumentaban que la fruta prohibida ingerida por Adán y Eva no fue una manzana, sino un durazno o inclusive un plátano (Restrepo, 2016). Este debate se ve exacerbado al contemplar que el prínceps boticurium (príncipe de los botánicos) Carlos Linneo, botánico sueco del siglo XIX inmortalizado por su Estado y primer clasificador de lo que vendría a ser el plátano, le atribuyo a este fruto características del paraíso y la sabiduría. ¿Acaso no era la manzana el recipiente divino de estos atributos supraterrenales?

José Alejandro Restrepo, de la serie Musa paradisiaca, 1996. Fotografía análoga, 103cm x 73cm. Foto: archivo José Alejandro Restrepo

La instalación de Restrepo, junto con arduo trabajo de archivo e investigación histórico-científica, le da al publico colombiano nuevos lentes por los cuales mirar esta fruta, cuya presencia en loncheras y alacenas es inseparable de episodios familiares, amorosos etc., etc. Bajo los mismos efectos de la instalación, somos transportados a episodios sangrientos del campo colombiano. Sin embargo, la maestría de Restrepo aleja la discusión de un morbo por la violencia y es capaz de mostrar como la sangre campesina comparte, dialoga y altera debates eclesiásticos y cosmogonías sobre la sabiduría y la belleza misma.

Bibliografía

Restrepo, A. (2016). Musa paradisíaca (1a ed.). Bogotá: Fundación Flora ars+natura.

Foto portada: Musa paradisiaca, 1996. Fotogramas de los videos (imagenes de la violencia en la industria bananera en los noticieros de la televisión colombiana)

2 comentarios sobre “Belleza, musa y sangre Deja un comentario

  1. Interesante presentación de una obra sobre un problema que no termina de acecharnos y del que cambiamos el fruto. La forma como Restrepo enlaza investigación historica, ciencia, religión, actualidad politica y sentidos es conmovedora. La forma como Restrepo nos presenta los asesinatos en Uraba nos muestra como se encadenan diferentes piezas del problema de una forma sutil y avasalladora.

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  2. Buen análisis. El artículo de Beltrán Bolívar plantea algo fundamental del análisis de las obras artísticas: los modelos de intención. Algo que ya nos enseñó Michael Baxandall a propósito del gran contenido imaginativo que tiene todo análisis iconográfico, bien sea por los símbolos que contiene y se materializan en cada ojo de los observadores, o por la misma participación de los espectadores en el performance de la obra, integrándolos en lo que Beltrán Bolívar llama “relación gesticular”.
    El escrito es al mismo tiempo un relato etnográfico y una ventana de la memoria que interpela las relaciones sociales que produjeron los distintos tipos de agroindustria en la historia contemporánea de Colombia. Es un llamado a leer de todas las formas posibles la intersección entre arte, historia y política, pues sin intención de una neutralidad valorativa tan común en las Ciencias Sociales, el escritor deja ver sus sensaciones y posiciones políticas ante la injusticia y la desigualdad que expresa José Alejandro Restrepo en su obra.

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