Paisajes Inadvertidos: la narrativa de la guerra en Bogotá

Paisajes inadvertidos: Miradas de la Guerra en Colombia es un relato que permite reconocer la complejidad del Conflicto Armado en Bogotá, más allá de la atrocidad en cifras sin nombres. Es, a todas luces, una apuesta de reconciliación con la vida de aquel que ha caído en el olvido.
Por: Sofía Ossa Zúñiga, Redacción Cultura Al Derecho.

En Colombia, la memoria ha cobrado gran importancia tras la firma de los Acuerdos de Paz y la introducción que estos hicieron del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición (SIVJRNR). En este contexto, la memoria se ha tornado como un elemento esencial para garantizar la reparación de las víctimas del conflicto armado, mediante la indagación de sus causas, consecuencias y dinámicas, para así llegar a su comprensión y, ojalá, evitar su repetición.
De esta necesidad de Verdad, surgen preguntas concernientes a cómo determinar los hechos en los que se debe enfatizar y cuáles son los mecanismos más idóneos para lograr la reconciliación y acabar con la violencia. No obstante, en esta determinación de hechos significativos se excluyen aquellos lugares en los que no se habría esperado que llegase el conflicto armado. La guerra no solo ocurrió en la lejanía del campo, sino también en la ciudad.
La publicación más reciente del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación, Paisajes inadvertidos: Miradas de la Guerra en Colombia (2019), rescata el testimonio de personas que habitan la ciudad de Bogotá y que padecieron el conflicto armado, víctimas y victimarios. El libro se divide en tres partes, en las que se narran cuatro historias que advierten la ocurrencia del conflicto armado en Bogotá. Asimismo, cada una de las historias viene acompañada de una serie de fotografías que sirven de mapa al lector, pues ilustran cómo el paisaje capitalino se transformó durante el transcurso de la Guerra. En el libro, los testimonios –relatados en forma de ficción– y las fotografías se convierten en narraciones de una guerra que ocurrió pero no se esclareció.
De la misma forma, Paisajes inadvertidos representa una contraposición a la tendencia de suprimir las imperfecciones del paisaje bogotano, para pintarnos una imagen que deja al descubierto la pobreza, el miedo y la crueldad en la que se sume a los habitantes entre el centro y las montañas. La idea de ciudad “intocable y pulcra” se deshace, y nos presenta otra Bogotá, menos perfecta pero más real. Como bien dice Arturo Charria en el prólogo: “la guerra ha sido más cotidiana y la anulación de ciertos hechos, como parte de una guerra invisible, ha estado determinada por la exclusión histórica de los sectores sociales sobre los que recae dicha violencia”(pág. 29).

Para lograr visibilizar la otra cara del paisaje capitalino, el texto como literatura resulta idóneo para relatar las historias de personas, ausentes y presentes, que padecieron y participaron en el conflicto de forma diferenciada en Bogotá. Las voces disímiles de Leopoldo Romero, Nydia Erika Bautista, Mario Calderón y Elsa Alvarado, y Luis Fernando Gallo, cobran vida en Paisajes Inadvertidos y nos transportan a una ciudad en la que se ha invisibilizado la existencia de la guerra, más allá de los hechos emblemáticos del Palacio de Justicia, el atentado al Club El Nogal, o el asesinato de líderes políticos; para recordarla y, en algún momento, sanarla sin recurrir al olvido. Así, el relato nos permite reconocer la complejidad del conflicto más allá de la atrocidad en cifras sin nombres, del mismo modo que su narración, en primera persona, deja al descubierto individuos llenos de llenos de aristas y de contradicciones, para darles la voz principal.
En este libro hallamos las voces de guerrilleros y víctimas, pero también estudiantes y padres. Nydia Erika, fue estudiante de la Universidad Nacional, madre de Erick, fanática de la música, militante del M-19 y desaparecida. En su historia, por ejemplo, se narra su adolescencia, sus años universitarios y cómo desarrolló una idea de país por la que estaba dispuesta a entrar en armas y morir.
“Nydia había tomado la decisión de vincularse a una organización que le permitiera pensar en un proyecto de país y no solo en las estériles luchas estudiantiles. Creía, pues, que el “eme” era el espacio idóneo para desarrollar sus luchas, para poder tener discusiones y para seguir soñando con sus utopías” (Pág. 63)
En este fragmento, se exploran los motivos que llevaron a una estudiante de sociología a alzarse en armas y, al mismo tiempo, su impotencia al presenciar cómo sus esfuerzos en la revista estudiantil El Aquelarre y las protestas eran insuficientes para lograr un verdadero cambio en el país. No obstante, la historia no se limita al contenido político de la vida de Nydia, sino que indaga en los aspectos más personales de su maternidad y vida estudiantil: “Por las noches, cuando había fiesta, disfrutaba también el bambuco, el pasillo y el sanjuanero. Luego, los fines de semana, se sentaba con Erick a oír los discos de cuarenta y cinco revoluciones de Brahms, Vivaldi y Beethoven.” (Pág. 58)

El relato trasciende entre dicotomías de villanos y héroes para lograr que el lector se vea reflejado en Nydia y, tal vez, llegue a entenderla. Su relación con el M-19 pasa a un segundo plano y se destacan las canciones, los sentimientos, la maternidad y la educación. Pero, esto no significa que la belleza y simpleza de la vida de Nydia no haya sido marcada por la tragedia, pues sus profesores y compañeros fueron asesinados, y ella desaparecida forzosamente durante la toma del Palacio de Justicia.
Finalmente, hacer memoria a través de relatos es una forma de reconocer que la memoria no es una cuestión neutral, sino que está, por el contrario, llena de matices. La literatura implica un ejercicio empático, de ponernos en el lugar del narrador y de reconocer la complejidad de los actores del conflicto, más allá de la catalogación dicotomizante de víctimas y victimarios.
Paisajes Inadvertidos, desde el relato de las historias de aquellos que fueron vencedores, vencidos y víctimas de la guerra, rehuye la exaltación de únicas historias que obedezcan a intereses políticos particulares y evita que la memoria que trata de retratarse se convierta en un “mero instrumento o estrategia política” (Stern, 2004). Por el contrario, a todas luces, este es un libro de reconciliación con la vida de aquel que ha caído en el olvido.
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