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Tranqui, yo perreo sola

Una propuesta de columna que surgió a las 2 de la mañana bailando con amigas en la 85. Todas empoderadas gritando letras de reggaeton. Así concluí que que quizá es momento de dejar de estigmatizar al género urbano. Una óptica nueva respecto al feminismo y el reggaeton, una donde se puede ver al género como una iniciativa revolucionaria para acabar con los roles de género y el machismo.

Reverente, callada, sensible. Cierra las piernas, cúbrete más, usa menos maquillaje. Mucho escote, esa falda está muy corta. Debes ser más delicada. La ropa que enseña piel no te queda bien.

Con la copa a punto de rebosar hemos pasado la mayor parte de nuestra vida, escuchando una y otra vez las directrices de conducta que debíamos, como mujeres, seguir. En las cenas familiares, en los eventos, en nuestros colegios y en la calle. Todo esto para dar cumplimiento a meras expectativas sociales. Sin duda alguna, hemos pasado gran parte de nuestra vida bajo el escrutinio público, recibiendo críticas que, para ser honestas, nunca hemos pedido. 

Se dice que hablar de la necesidad de feminismo es un tema desgastado, pero a juicio personal considero importantísimo notar que en la cotidianidad comienzan a aparecer nuevas maneras para empoderarnos. Eso sí, nunca pensé decir que el reggaeton sea el arma más atrevida del empoderamiento. Para muchos podrá parecer una antítesis, pero lo cierto es que el género está tomando nuevas dimensiones, y si bien la liberación que convocan ciertos artistas desde sus canciones pueda ser un poco banal, en el fondo, se está transformando el verdadero rol de la mujer en la sociedad. 

Se transforma desde dos órbitas; de un lado hay mujeres que se han ido apropiando de un género que solía estar dominado por hombres. Ya advertía Omar Rincón que es justamente desde el centro mismo del machismo que las mujeres pueden luchar contra él. De otro lado, el empoderamiento guarda relación con la forma en que el reggaeton y su performance permite ver a la mujer como un sujeto de deseo y no un mero objeto del mismo. 

De niña siempre me dijeron que lo más importante era ser recatada, y por más que esa sea mi forma de ser y de alguna forma me empodere, siempre me ha disgustado mucho como en los hombres se aplaude lo que en las mujeres se rechaza con furor. El mismo Eduardo Galeano en su libro Mujeres lo critica: “la castidad es un deber femenino y el deseo, como la razón, un privilegio masculino”.

Pero hoy creo que el mundo y sobretodo los roles de género están cambiando y uno de sus mayores reflejos está en la música urbana. En el pasado se nos dijo que antes de los 30 debíamos estar casadas, hoy Lunay nos recuerda que estar solteras está de moda. Antes se esperaba que muriésemos de amor, pero hoy podemos decirles junto a Karol G que todo se cura con rumba y el amor a la tumba. No hace tantos años las mujeres formábamos parte del ornamento y de la decoración de los hogares, hoy somos mucho más que eso; somos mujeres independientes que no necesitan de nadie pa’ disfrutar, porque la vida es corta, ¿o no, Farruko?

Puede parecer extraño utilizar a cantantes urbanos como una fuente de autoridad; pero, no hacerlo implica dejar de lado la influencia que puede tener en la sociedad un cantante como Bad Bunny cuyos seguidores en Instagram sobrepasan los 22 millones. En todo caso, el punto es entender que el discurso del género se ha venido transformando. Para el 2003 si acaso encontrábamos a Ivy Queen recordando a la sociedad que el hecho de que bailemos reggaeton no nos hace chicas fáciles, hoy tenemos a todos los artistas ya mencionados recordando que la mujer es independiente, que sale de fiesta sola y que decide sobre su cuerpo.

No significa que el reggaeton sea la solución a todos nuestros problemas, con su ayuda no vamos a legislar mejor o a conseguir que nos traten con respeto en las calles; quizá no va a solucionar gran parte de los problemas habituales. Pero hay algo que es muy cierto: los discursos alrededor de cómo se percibe a la mujer en la sociedad están cambiando. Y el reggaeton es una gran fuente de impacto.

Hoy se trata de una mujer que es sujeto de deseo, que puede bailar al ritmo del dembow y desplegar libremente su sexualidad. Y así, se ha perdido poco a poco el temor por ser renegadas de una sociedad que se pone histérica para con nosotras, solo por el hecho de ser mujeres. Pero ¿saben qué? Si somos renegadas no importa, porque tranqui, yo perreo sola y no me da miedo hacerlo. 

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