El aplauso a los médicos: un llamado a la realidad


El 6 de marzo llegó el Coronavirus a Colombia. En estos momentos, cuando el enemigo invisible acecha, hay muchas personas y labores dignas de admirar. Sin necesidad de especificidades, todos los colombianos, desde las particularidades y dificultades de nuestros entornos y oficios, estamos afrontando retos que nos pondrán a ‘probar madera’ durante estas semanas de prevención y encierro.
Sin embargo, cada vez que nuestro rival común logre incubarse en la cotidianidad de algún colombiano, llenándolo de temor en medio de la crisis, encontrará unos primeros adversarios colmados de determinación: un médico, una enfermera, un paramédico o, en general, un trabajador de la Salud.
Por eso, desde hace días, en todas las ciudades del país se oye un aplauso prolongado por varios minutos cuando llegan las ocho de la noche. El mensaje es claro: desde nuestras casas, quienes podemos quedarnos ahí, queremos que todos aquellos que en un hospital atienden -con nervios de acero- compatriotas, que llegan a sus manos en su máximo nivel de miedo y vulnerabilidad, sepan que estamos agradecidos con ellos.
Más allá de ser solo un mensaje de agradecimiento, el sentimiento común que sus amigos, familias y la sociedad en general les envía es que vemos en su tarea la esperanza de sobreponernos a días oscuros, días que poco o nada imaginamos alguna vez vivir.
Al margen de cualquier decisión de los gobiernos, muchas veces insuficientes e inoportunas, ellos estarán en la primera ‘línea de fuego’. Cada día se enfrentarán al miedo de errar y ver sufrir en sus manos a algún inocente al que, sin ninguna consideración, entró el germen de una agonía intempestiva. Esa sensación será lo único usual en su vida por estos días. Seguramente, como han demostrado profesionales de esa área en todos los países afectados por la plaga, su formación les permitirá adaptarse ‘con lo que tengan a la mano’.
El riesgo para todos ellos no es menor, no solo por la altísima probabilidad de contagio en esos entornos sino también por las condiciones en que están haciendo su labor. Ningún país en el mundo estaba preparado para sobrellevar esta pandemia; para dimensionar que el contagio está en cualquier parte. No en vano, la Organización Mundial de la Salud ha advertido su preocupación por la falta de insumos y garantías para los médicos que están atendiendo pacientes contagiados o sospechosos de contagio.
Todo esto pasa mientras que los protocolos y planes de emergencia previstos –en todos los niveles- quedan obsoletos. Las salas de consulta se están transformando en unidades de cuidados intensivos, y los médicos, en muchos lugares sin distinción por su especialidad, están dejando sus quehaceres habituales para reaccionar con todas sus capacidades ante una urgencia sin precedentes.
Ante esta realidad, el aplauso que le da coyuntura a este texto debe estar encaminado, también, a interesarnos por estas circunstancias, por la suerte de aquellos que están haciendo gala de su vocación cuando la consigna es, casi que a cualquier costo, salvar vidas. Estamos en sus manos, con la conciencia de que en cualquiera de los días venideros podemos ser nosotros quienes estemos en una de las camillas de un sistema al que aquejan años de improvisación y poca inversión.
Que ese aplauso entusiasmado desde nuestras casas inspire a los profesionales de la salud, pero también le pegue un ‘jalón de orejas’ al Gobierno para que los escuche en la toma de decisiones frente a una oleada de cifras que crecen sin control y para que garantice la integridad de aquellos que hoy se ganan con hechos un lugar en la historia. Que ese aplauso llegue, igualmente, a lo más pragmático de la conciencia de quien lo oiga, para que se quede en casa; para que luche, desde la pasividad del autocuidado, con un sentido colectivo contra este mal que nos amenaza.
Que ese aplauso, solemne para quienes en cualquier lugar del mundo sobrepusieron su vocación de servicio a su propia vida, y caluroso para todos aquellos que están ‘poniéndole el pecho a la brisa’ en los hospitales, nos recuerde a todos que estamos unidos en esto.
Sigamos aplaudiendo.
Recomiendo este podcast de La Silla Vacía: «La tensa calma de los médicos, mientras revienta el Covid».
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