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Justa, necesaria y razonable: un sí al sistema de calificación cualitativo

*Las posturas y afirmaciones de los columnistas externos no comprometen ni reflejan posiciones editoriales de Al Derecho.

El temblor que sacudió al país ayer no fue siquiera tan estruendoso como la tormenta desatada por la decisión del Consejo Académico de la Universidad de los Andes,  en relación con el nuevo sistema de calificaciones que nos regirá este semestre: uno por el cual desaparece el sistema cuantitativo, la nota, y ahora imperará el sistema cualitativo: el famoso Aprobado/Reprobado. 

La decisión, como la mayoría de las decisiones que ha tomado la Universidad los últimos días desató todo tipo de opiniones, virtuales, por supuesto, por medio de redes sociales como Twitter, Facebook o Instagram. Entre ellas, las principales fueron o bien el profundo desdén de los estudiantes por la medida alegando su propio esfuerzo personal por conseguir una nota y diciendo que la Universidad no lo reconocía, o bien las opiniones siempre válidas de que las decisiones en la Universidad no siempre cuentan con la participación de los estudiantes en las discusiones que les dan forma, ora el apoyo y las propuestas por acomodar la medida a puntos medios que puedan caldear un poco los ánimos. Es cierto, la medida puede resultar impopular, pero es justa, razonable y necesaria y voy a argumentar el porqué. 

Es justa, y no apelando a un sentido de la justicia puramente material que mide con valores abstractos decisiones basándose en ideales de justicia retributivos. La medida es justa en la medida de que es contramayoritaria, es decir, favorece a una minoría a pesar de lo que puedan o no pensar las mayorías. 

Eso, en el sentido de que las decisiones por lo general son mayoritarias, es decir, que favorecen a una mayoría preponderante y sacrifica los intereses de las minorías que pueden verse gravemente afectadas o que tienen que hacer un esfuerzo mayor por conseguir una finalidad. Piénsese que en la Universidad de los Andes hay estudiantes que tal vez, en sus casas no tengan las facilidades para poder estudiar de forma virtual, que no tienen materiales educativos que la Universidad les presta, o que no disponen de los recursos necesarios para migrar de un método de estudio puramente clásico y presencial a uno remoto. 

“trastornos como la depresión y la ansiedad, a la larga, son más destructivos que el mismísimo Covid-19 y son tan silenciosos que pueden matar a una persona de a pocos, durante años, y terminar en desenlaces traumáticos”

Esas personas, con la medida planteada por la Universidad, no solamente deben convivir con la situación de emergencia sanitaria inédita que transcurre en el país, sino que tendrán que hacer esfuerzos mayores para afrontar un semestre virtual prácticamente nuevo, con retos diferentes y esfuerzos diferentes. Así mismo, un tema que se ha planteado —que me parece afortunado y beneficioso— es el contendiente a la salud mental. Piénsese en algunos estudiantes de la Universidad que por años han tenido que afrontar problemas de salud como lo son la ansiedad y la depresión, entre otros, junto con la carga académica de una Universidad que a través se su sistema de calificación impone a los estudiantes estudiar en las mismas condiciones en las que lo hace otro estudiante sin esas dificultades y con una estabilidad emocional deseable. 

Lo anterior, aunado a que muchos, a pesar de convivir con dichos problemas de salud, pueden estar inmersos en ambientes de violencia en sus casas, en sus relaciones de pareja, ora con un estrés económico de por medio. En realidad, trastornos como la depresión y la ansiedad, a la larga, son más destructivos que el mismísimo Covid-19 y son tan silenciosos que pueden matar a una persona de a pocos, durante años, y terminar en desenlaces traumáticos. 

En ese orden de ideas, esta decisión visibiliza ese tipo de condiciones y favorece a una minoría, propendiendo por un sacrificio adicional de las mayorías: contramayoritaria, por ende, propende por la equidad: justa. Propende por un alivio, que no significa sacrificar el esfuerzo y la dedicación en los cursos, sino que se adapta a unas necesidades que en la Universidad han sido sistemáticamente invisibilizadas, a pesar del interés que la institucionalidad y algunos estudiantes hemos tenido durante tiempo atrás por visibilizarlas. 

La medida es razonable, y es razonable en el sentido de que es proporcional. Por un lado, no se sacrifica el promedio general acumulado que estudiantes buenos han conseguido durante varios semestres. Recordemos que, matemáticamente, después de varios semestres, el promedio no sufre dramáticos cambios conforme con el desempeño del estudiante en el semestre que estudia, ora no sacrifica los esfuerzos que los estudiantes han hecho durante este semestre por alcanzar una nota satisfactoria. En la medida en que el esfuerzo debe ser retributivo con el sacrificio que el estudiante hace por conseguir un fin personal beneficioso: el conocimiento, el aprendizaje, etc. 

Ahora bien, si el fin de ese esfuerzo era la competencia, sobresalir cuantitativamente sobre otros estudiantes, conseguir méritos o sobresalir con la pretensión de una especie de «superioridad» académica, ese planteamiento de esfuerzo sí se ve relegado por la Universidad. 

Nótese que el esfuerzo por aprender y por la formación intrínseca no se ve sacrificado por la medida, puesto que el valor numérico simplemente era un reflejo del proceso propio de aprendizaje y quien lo hizo aprobará el curso. Sin embargo, el esfuerzo como pretensión de sobresalir con respecto de otros estudiantes, de tener una nota meritoria y de consolidar una ganancia en una competencia sí se ve sacrificado. Como se puede ver, el esfuerzo como tal no, lo que se puede ver sacrificado son sus fines. La medida es proporcional porque beneficia a estudiantes que tienen créditos educativos, que renuevan becas con el estado, etc., ya que el promedio de 2019-2 suple dichos procedimientos. También porque no se sacrifica el proceso de aprendizaje de los estudiantes; clausurando el semestre o aplazándolo, sino que propende por flexibilizar definitivamente ese proceso. 

La medida es necesaria porque no existe otra sea capaz de beneficiar a los estudiantes con dificultades como se mencionó más arriba. Lo anterior, puesto que si se relativiza: es decir, se deja a discreción de los estudiantes acogerse o no a ella, el efecto inmediato que produciría sería generar un ambiente de exclusión e, incluso, de discriminación. Piénsese que en la coyuntura que nos rige hoy, la pandemia lo que hace básicamente es descubrir quién es quién en la cadena social, quien es el socialmente vulnerable. 

Si la Universidad hubiese, repito, en esta específica coyuntura, permitido que los estudiantes escogieran estaríamos aceptando que quien elige el valor cuantitativo es el superior de la cadena, quien por regla general no tiene problemas con la virtualidad y quien es emocionalmente estable y dispone de recursos más fuertes, mientras quien elige el sistema cualitativo entonces es quién no dispone de esas herramientas. Unos se verán beneficiados por un valor numérico (que siempre es beneficioso en los ambientes de competencia profesionales de hoy) debido a sus condiciones económicas, sociales y emocionales; mientras que el estudiante que no las tiene tendrá que optar por un sistema menos valorado en ambientes profesionales (el sistema cualitativo) por la simple condición de ser y de vivir propia. 

Es necesaria la medida en cuanto permite que todos, en igualdad de condiciones, asuman los sacrificios menos gravosos para todos y no hay otro medio idóneo que no privilegie a quien tiene los medios propios, y sacrifique los intereses y descubra la propia vulnerabilidad de quienes tienen dificultades. 

Pensemos esta decisión como una oportunidad. Una oportunidad para descubrir el valor infinito de la solidaridad: una solidaridad que no es condescendencia ni compasión, sino el ponerse en el lugar del otro y asumir el propio sacrificio en favor del otro. Aprovechemos también para discutir si en realidad la nota es lo importante, si en realidad el fin de nuestro esfuerzo es el aprendizaje, o es la satisfacción de competencia, de superioridad, de alcanzar la cima de algo, o el beneplácito de alguien. Esto debería ser una etapa de descubrimiento y curiosidad: ¿en realidad lo que estudiamos nos gusta? ¿en realidad nuestro esfuerzo debe ser por fines egoístas? ¿en realidad el aprendizaje es cosa de números? 

Esta oportunidad es inédita. 

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