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Exceso académico y desmotivación: las amenazas de la virtualidad para la salud mental uniandina

Al Derecho presenta un sondeo de la perspectiva estudiantil frente al tránsito a la virtualidad que ha hecho la Universidad de los Andes, los cambios en términos de carga o exigencia académica y el impacto que esto ha tenido en la salud mental.

Por: Juan Pablo Buitrago y Santiago García

“Angustia”, “ansiedad”, “cansancio” y “estrés” fueron algunas de las palabras más usadas por los estudiantes uniandinos al ser interpelados acerca de su experiencia con las clases virtuales que, desde hace más de 5 meses, ha venido implementado la Universidad de los Andes como respuesta a la pandemia.

Las repercusiones del tránsito a la virtualidad han sido complejas y han exigido respuestas urgentes por parte de una Universidad que no ha parado de buscar soluciones para hacer más llevaderos estos tiempos de incertidumbre. En este contexto, la forma como la Universidad afronta los cada vez más recurrentes problemas de salud mental derivados de esta coyuntura cobran una renovada relevancia.

En este contexto, Al Derecho decidió sondear* la percepción estudiantil frente a los cambios en términos de carga y exigencia académica desde que las clases no son presenciales. Los estudiantes, que Al Derecho entrevistó para tener un panorama más amplio de las perspectivas de la comunidad respecto al tránsito a la virtualidad, afirmaron sentirse “abrumados y exhaustos”, y dijeron haberse visto obligados a adaptarse forzosamente a una “nueva normalidad” y, con ella, al nuevo ambiente de aprendizaje que supone la educación a través de una pantalla.

Las repercusiones de esto sobre la salud mental de los estudiantes son múltiples y merecen atención. De hecho, según María Consuelo Burgos, Decana de Estudiantes, aunque el encierro y la virtualidad no son, en la mayoría de los casos, los causantes principales del surgimiento de complicaciones en la salud mental estudiantil, estos sí pueden ser detonantes de dificultades anteriores. En sus palabras, para los apoyos ofrecidos por la DECA, “los motivos de consulta pueden estar relacionados con otras cosas que no necesariamente tienen que ver con la pandemia. Estas situaciones complejas de salud mental, estas patologías, no surgieron espontáneamente en estos 5 meses de encierro”.

No es la primera vez que Al Derecho indaga sobre la forma en que Los Andes aborda esta problemática; sin embargo, esta situación sin precedentes obligó a la “reinvención” de las modalidades de atención y de las estrategias de prevención, como lo hizo con tantas otras cosas. Y es que, aunque el Gobierno Nacional flexibilizó las condiciones de aislamiento, subsiste uno de los mayores catalizadores actuales de esta clase de problemas: la virtualidad.

“Ni un solo minuto libre”: el lado oscuro de la virtualidad

Varios estudiantes le contaron a Al Derecho la experiencia que, desde el 16 de marzo, han tenido con la virtualización total de las clases. La gran mayoría manifestó que se ha elevado la exigencia académica, pero sobre todo, las quejas por la elevación de la carga de trabajo fueron casi unánimes: 95% de los encuestados consideró que la carga de trabajo aumentó en la virtualidad.

“La carga de lectura para algunas clases es absurda. No parece tener en cuenta que muchos de nosotros no tenemos las condiciones domésticas para lidiar con esa cantidad de trabajo”, contó a Al Derecho uno de los 120 estudiantes que decidieron compartir, a detalle, su experiencia particular con las nuevas dinámicas de aprendizaje en la virtualidad. En el mismo tono, otro de ellos manifestó que “es mucho más complicado manejar múltiples herramientas virtuales para cada clase, entender los temas y conectar con los profesores”.

Esta contundente declaración se une a la significativa proporción de estudiantes —84,8% de los participantes— que consideran que dicho aumento ha supuesto una afectación adicional a su salud mental y emocional. 

“He tenido momentos de crisis fuertes, incluso pesadillas en las noches ocasionadas por la ansiedad”, aseguró otra estudiante para quien la virtualidad ha sido motivo de estrés. Para ella, “muchas ciudades en Colombia apenas están empezando el pico de contagios, muchos estamos estresados con familiares o conocidos enfermos y en constante riesgo, y el estrés de la universidad es un agravante”. En esto concuerdan una gran cantidad de uniandinos que manifiestan que no solo sus trastornos de ansiedad se han disparado sino que “es muy fácil sentirse perdido y sin motivación. Ahora todo lo veo como una tarea que no tengo ganas de hacer”.

En general, los estudiantes manifestaron sentirse “frustrados y desmotivados con la Universidad”, “física y mentalmente agotados” y “abrumados por la cantidad de trabajos”. Estos sentimientos los atribuyen, principalmente, a la preocupación por la salud de familiares y amigos a raíz de la pandemia, la ausencia de un balance en la carga de lecturas, el regreso al sistema de calificación numérico, el “estar frente a una pantalla todo el tiempo”, y el no tener “ni un sólo minuto” para sí mismos.

Ahora bien, aunque los reportes de problemas tales como ansiedad y desmotivación, son una constante entre los estudiantes encuestados, la virtualidad también “les ha pasado factura” a los docentes.

Según Carolina Moreno, profesora del curso Derecho Público Administrativo de Los Andes y ex-directora del Consultorio Jurídico de la misma universidad, el tránsito a la virtualidad ha sido igualmente complicado para los docentes.

Para Moreno, esta nueva modalidad de aprendizaje ha mostrado la necesidad de “revisar el concepto de lo que es enseñar”. En su experiencia, no se trata simplemente de “replicar la presencialidad en la virtualidad”: se trata de hacerlo todo de nuevo. Así, a su juicio, los profesores también tuvieron una difícil tarea al momento de diseñar el curso para una modalidad virtual y, eventualmente, semipresencial.

En este sentido, Moreno aseguró que la carga de trabajo ha subido de parte y parte, por lo que “el tiempo es escaso y hay que hacerlo bien”. Finalmente, añadió que debe haber un “compromiso ético de los profesores en el balance de las actividades para que sean útiles y necesarias”.

Apoyos institucionales: compromiso y solidaridad

Con este panorama en mente, Al Derecho se contactó con la Decanatura de Estudiantes para conocer la forma en que los apoyos ofrecidos han mutado a raíz de la virtualidad, cómo esta ha afectado el número de estudiantes que han solicitado dichos apoyos, y qué pueden hacer aquellos estudiantes que, con urgencia, necesitan de alguno de los servicios ofrecidos por la Decanatura. 

María Consuelo Burgos, quien desde 2012 funge de Decana de Estudiantes, describió el tránsito a la virtualidad que experimentaron los servicios de la Decanatura como “una contribución desde la solidaridad”. En este sentido, resaltó el liderazgo de la Rectoría y la Vicerrectoría Académica de la Universidad quienes, a su juicio, han dado directrices muy claras para manejar algunos de los temas más delicados de esta coyuntura. 

La Decanatura, de acuerdo con Burgos, maneja muchísimas áreas en pro del bienestar de los estudiantes (centros de apoyo, diversidad, asesoría profesional, cultura y deporte). Sin embargo, el área encargada de la mayor parte de las consejerías individuales es el centro de apoyo. De acuerdo con su jefe, Ángela María Patiño, esta sección de la decanatura se encarga de brindar “consejerías pensadas desde el enfoque universitario” en perspectivas que van desde la estabilidad emocional hasta la orientación académica.

En cuanto a los esfuerzos del área de apoyo por atender a los estudiantes respecto a su salud mental, Patiño cuenta que hay 13 profesionales que se encargan de esta labor, dando consejerías personalizadas en temas de índole psicológico a cualquier estudiante que lo solicite. Sin embargo, por el carácter primordialmente universitario de los apoyos, los casos de alto riesgo son remitidos a padres, acudientes e instituciones especializadas.

En cuanto a la disponibilidad de citas en temas de apoyo y la demanda de las mismas, la Decana Burgos manifestó que, aunque se esperaba que la cuarentena aumentara significativamente la petición de citas y acompañamiento, la estadística se ha mantenido estable y no ha habido un aumento importante en la solicitud de estos servicios. Sin embargo, sí se ha presentado una mejora en la asistencia a las citas una vez los estudiantes las piden. 

Para el momento en que Al Derecho se comunicó con la DECA, había disponibilidad de citas de apoyo, incluso, para el día siguiente. Esto sin mencionar que, según Burgos, la Decanatura cuenta “desde hace 7 u 8 años” con un “protocolo de crisis” mediante el cual se abren citas de emergencia para casos específicos. Esto, parece mostrar una evidente mejoría con respecto a la larga espera para obtener citas de apoyo que Al Derecho reportó el año pasado.

Así pues, aunque con la cuarentena y la virtualización de las clases han habido diversas quejas frente al aumento en la carga académica y la disminución en la motivación del cuerpo estudiantil, la Universidad, desde la Decanatura de Estudiantes, ha dispuesto espacios idóneos para apoyar a quienes lo requieran. Desde la DECA afirman estar, siempre, “a disposición de los estudiantes”.

Si desea solicitar una cita de apoyo en la Decanatura, presione aquí.

*La encuesta realizada por Al Derecho fue difundida por múltiples plataformas conformadas por estudiantes uniandinos. Fueron casi 400 los estudiantes participantes. Sin embargo, los resultados de la misma no pretenden representar la opinión de la totalidad de la comunidad estudiantil. Es un recurso meramente ilustrativo y un medio para expresar la opinión de quienes desearon participar.

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