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Otro fin del mundo es posible

Por: Rodrigo Beltrán Grueso

 A principios de septiembre de este año, Alejandro Gaviria, rector de la Universidad de los Andes, publicó su último libro titulado: Otro fin del mundo es posible. Este, que a criterio del autor, no es un texto de ocasión, incorpora las ideas que a lo largo de su vida incluyó Aldous Huxley en sus obras y ensayos. De esta manera, en el capítulo primero:  «Atención y Compasión«, Gaviria presenta la visión de la vida y la experiencia humana a través del pensamiento huxleano, con el fin de invitar al lector a aceptar el mundo tal como es, celebrando lo que él considera el milagro de la existencia. Para entender esta visión sobre el mundo y el humano, Gaviria propone una lista de 10 razones para el pesimismo cósmico, inspiradas en Huxley y su novela La isla

El primer punto que presenta Gaviria trata «la decrepitud y el inevitable final«. A criterio del autor, como especie, somos simples máquinas con obsolecencia programada, que dejarán de funcionar en cualquier momento. En términos biológicos, la enfermedad constantemente nos acecha, y por más de que la medicina ha reunido sus esfuerzos en compensar aquellos riesgos exteriores, reduciendo a lo más mínimo el dolor físico, dichos minúsculos logros han estado encaminados a prolongar por poco tiempo la vida. Aquel tiempo que recibimos con la medicina, alarga la existencia, una existencia malograda por la enfermedad. Esta degradación como destino es parte del horror esencial del que hablaba Huxley.

Así, el primer punto que propone Alejandro Gaviria plasma un pensamiento que elimina todo factor metafísico de la existencia del hombre y se centra en recordarnos que cada día que pasamos sobre esta tierra nos acercamos más a la hora inevitable de la muerte. A veces se nos olvida que somos un simple cuerpo deleznable que, como dijo un príncipe famoso, se convertirá en festín para los gusanos de la tierra. En el fondo, lo que Gaviria deja ver al interpretar la obra de Huxley, es que, al entender nuestro carácter biológico, lograremos ver en la muerte un simple paso ineludible en el proceso evolutivo.

El segundo punto en la lista del autor explica que, «desde una perspectiva biológica, somos solos artefactos desechables, vehículos transitorios creados por el código genético con el único objetivo de perpetuarse«. Para Gaviria, la biología moderna rechaza la trascendencia: el humano, en su calidad de animal, es un simple mensajero consciente de su transitoriedad. Sin embargo, existen emprendedores atemorizados por la amenaza del pensamiento darwinista, que buscan proponer una salida tecnológica a esta transitoriedad de la que habla Huxley. Así, se ha sugerido descorporizar la conciencia humana para subirla a un computador e implantarla en otra persona o en un robot indestructible. «La creencia en la vida eterna jamás ayudó a vivir en la eternidad» escribe Huxley oportunamente.

Este segundo argumento complementa los postulados incluidos en el primer punto de la lista, ya que, para el autor, parte de ese inevitable final del que se habló anteriormente: es entender que el viaje del hombre por los confines de la tierra tiene un carácter transitorio fundamental. Por eso, la idea – artificial o espiritual – de la vida eterna, no se puede concebir desde una perspectiva biológica que tiene el único fin de perpetuar el cuerpo físico.

En tercer lugar, Gaviria propone que «la vida humana no tiene un sentido intrínseco«. A medida que vamos conociendo el mundo, caemos profundamente en la contradicción entre la búsqueda de sentido y el silencio del universo. «La ciencia revela un mundo sin tutores, donde el hombre no es fruto de la necesidad o la voluntad de un ser superior, sino del azar del tiempo«.Por eso, se puede decir que el hombre carece de sentido; de ahí crea a los dioses para que estos le permitan imaginarse en un mundo trascendente. «Dada la naturaleza de las arañas, sus telas son inevitables. Y dada la naturaleza de los seres humanos, lo mismo ocurre con las religiones«, escribe Huxley en su novela La isla.

Este tercer punto refleja una postura de cara a Dios frente a la cual es preciso recalcar dos aspectos importantes: 1. La idea de un ser superior como dador de sentido a la existencia humana nace posterior a la fabricación de Dios como mecanismo de aplicación de conductas morales determinadas. 2. La postura de Gaviria permite evidenciar un problema fundamental del hombre, este es, que no somos capaces de existir en función de nuestra condición biológica, por eso necesitamos concebir la idea de que existe algo más allá de nuestra mera existencia.

El cuarto punto al que Gaviria hace referencia establece que «vivimos en medio de una ignorancia fundamental«. Al final de su vida, Aldous Huxley defendió la idea de una salida radical, casi farmacológica que permitiera eliminar el velo de la ignorancia fundamental, de manera que podamos entender quiénes somos en realidad. El problema del fármaco radica en que si se llegase a encontrar una respuesta, probablemente no nos daríamos cuenta de esta. Básicamente, el argumento de Gaviria se centra en el no poder encontrar una respuesta a las preguntas esenciales sobre la vida. Probablemente nunca llegaremos a dichas respuestas, pero el problema que se evidencia en la actualidad es que son muy pocos los preocupados por sentarse a pensar en estas preguntas esenciales. Por esta razón, la filosofía y la contemplación deberían practicarse con mas intensidad, para poder entender si quiera quiénes somos en esencia.

En quinto lugar, el autor considera que «el amor es un consuelo, una respuesta al absurdo y una forma de resistencia ante la muerte«. Sin embargo, hablar de amor significa hablar de riesgos. «Mayor amor presente = mayor sufrimiento futuro». La unión de dos personas, que al caminar individualmente coinciden en una intersección del camino constituye una nueva creación, creación que trae sufrimiento cuando se termina. Sin embargo, la paradoja a la que hace mención el autor radica en que eliminar el dolor de la separación, y esperar un sentimiento abstemio de dolor, podría llegar a ser aún más trágico que el propio padecimiento. Todos los hombres tenemos el deber de enfrentarnos a la muerte.

Por esta razón, pretender abandonar cualquier sentimiento de tristeza frente a la pérdida del otro – una vez se ha amado –  sería pretender abandonar nuestra esencia humana. Este punto es crucial en el análisis que presenta Gaviria frente a las ideas huxleanas. Si bien es cierto que en los argumentos anteriores se evidencia una postura biológica clásica en términos de que el humano nace, crece, se reproduce y muere, es fundamental poner sobre la mesa al hombre no solo como animal, sino al hombre como ser. El concepto más adecuado para ejemplificar esta situación es el amor, el amor entendido desde dos perspectivas: 1. Como formador de vida por medio de las relaciones interpersonales y 2. Como ente creador del dolor. Es precisamente la tristeza y la congoja que produce la separación después del amor, la que nos permite vivir la experiencia del ser. 

La sexta premisa que presenta Gaviria radica en que «somos un animal que siempre quiere más». La triste realidad del hombre es que vive acechado por un deseo desproporcionado de buscar lo material, de buscar en una vitrina un objeto cualquiera que no necesita, y una vez lo encuentra pierde todo interés en él. Nada más repulsivo que la evidencia del sobreconsumo de nuestra sociedad, proyectado en niños aburridos, rodeados de juguetes sin usar, deseando tener más. Por esta razón, Huxley aborrecía la publicidad, porque quienes la diseñaban, encontraban el lado débil del hombre, haciendo que este buscara la solución a los problemas esenciales de la humanidad en los bienes de consumo. A los publicistas les basta con encontrar un miedo o una angustia general para ofrecer un producto que la solucione. Gaviria presenta diversos ejemplos como que «los vendedores de cosméticos venden esperanza, los de automóviles prestigio«, y así, la publicidad manipula al hombre para satisfacer sus “necesidades”. Este argumento es clave para entender el comportamiento de las personas.

Lo aterrador de la posición que presenta Gaviria es que estas conductas humanas de consumo han alcanzado un punto tan álgido, que se han normalizado. Basta con ver el mundo de hace unos meses cuando casi la mitad de la población se encontraba encerrada, y el planeta estaba desplomándose en picada hacia la banca rota porque todos estábamos viviendo de los productos básicos para sobrevivir. Le hemos dado la razón al capitalismo salvaje, y hemos permitido que este nos domine.

El séptimo argumento de Alejandro Gaviria radica en que «no solo sucumbimos a las promesas falsas de la publicidad, estamos también dispuestos a seguir al Gran Líder, a morir por la causa, a renunciar a la vida«. Como especie, amamos y defendemos la libertad, pero, así mismo, añoramos las cadenas. A criterio de Huxley, el 20% de la población del mundo puede ser hipnotizado con facilidad. Así, en una democracia, ejércitos de fanáticos políticos se congregan para deslumbrarse con un buen orador. Mientras que, en las dictaduras, «los fanáticos son movilizados como el núcleo del partido omnipotente«.

Inquietante es el punto que presenta Gaviria en este argumento por dos razones: 1. Como especie racional carecemos de criterio para filtrar la información que recibimos de quienes nos dominan, y 2. Precisamente aquellos que se encuentran en las posiciones de poder, abusan de esa ignorancia a la que apelamos todos los días, para manipularnos e imponernos lo que, a criterio de ellos, es la verdad y lo correcto.

En octavo lugar, «Gaviria propone que somos también propensos al autoengaño, a mentirnos a nosotros mismos«. Al estar tan arraigados a nuestras creencias, tendemos a negar la realidad. Por eso no concebimos ningún hecho que contradiga nuestras ideas. Este autoengaño del que somos esclavos también nos lleva a tener expectativas exageradas e irreales sobre el futuro. Huxley consideraba que existe un patrón divergente «entre lo que somos y lo que creemos que somos». 

Este argumento se relaciona directamente con el anterior, ya que parte del poco criterio que tenemos radica en el no aceptar la realidad de las cosas, solo porque encontramos discrepancias con nuestras creencias. Sin embargo, el punto que se pretende defender es que: está bien concebir ideas de alta importancia íntima, pero eso no quiere decir que no podamos aceptar las creencias de los demás. En esencia la propuesta de Gaviria está guiada a que seamos librepensadores con criterio ideológico.

El noveno punto que propone el autor es que «somos al mismo tiempo beneficiarios y víctimas de la cultura en que vivimos«. Si bien es cierto que florecemos por medio de la cultura, esta también cercena nuestras vidas. De esta manera, «podemos imaginar dos pesadillas posibles: la de un mundo sin normas, sumido en el caos, y la de un mundo demasiado ordenado, la del control social absoluto«. Este ha sido probablemente uno de los problemas más antiguos de nuestra sociedad. La dualidad entre el control y el libertinaje ha sido objeto de estudio por muchos doctrinantes. Y, sin embargo, no hemos podido encontrar un balance que nos permita vivir en paz como miembros de una sociedad. Lastimosamente (o afortunadamente) somos tan plurales, que el consenso es casi imposible de encontrar.

Finalmente, Gaviria hace mención a que «somos muchos«. Para Huxley, el problema de la sobrepoblación no ha podido ser resuelto. Lo importante a tener en cuenta es que al ser muchos, caemos en la inseguridad económica y por consiguiente al descontento social. Dicho descontento lleva a su vez a la concentración del poder y al totalitarismo. Así, Gaviria cierra con una de las problemáticas mas complicadas de nuestros días. Es precisamente la sobrepoblación la que está acabando con el mundo, la que arrasa con el medio ambiente, la que contamina; todo esto se deriva de nuestras prácticas egoístas y consumistas, que al multiplicarse por 7 mil millones de personas, llevan a la destrucción global.

Tanto Aldous Huxley como Alejandro Gaviria, nos presentan una radiografía inquietante de la sociedad. Quizá, a la conclusión que se puede llegar es que todo en esta vida está destinado a perecer, y así como nosotros terminaremos siendo combustible fósil, el mundo terminará en llamas. La invitación que surge de este texto es que seamos capaces de frenar este proceso evolutivo, para que surja la esperanza de que, como especie, podamos salvarnos a nosotros mismos, y así, por añadidura, salvar el planeta.

Hay una pena inherente a la condición humana, es el precio que debemos pagar por ser organismos sensibles y consientes de sí mismos […]

Aldous Huxley, La isla

*Bibliografía

Gaviria, A. (2020). Otro fin del mundo es posible. Bogotá: Editorial Ariel

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