¿A parar para avanzar?

El 4 de mayo a las 5:00 de la tarde, se dio inicio a la asamblea estudiantil de la facultad de derecho, cuya duración excedería las 4 horas. Los estudiantes participaron activamente, algunos directamente en la reunión en Zoom, y otros muchos desde la transmisión en vivo por facebook live, todos, interviniendo uno tras otro, a favor y en contra de las opciones sobre la mesa: paro, asamblea permanente, asamblea escalonada y anormalidad académica. Se mencionó con recurrencia la realidad inmediata, pues la gran mayoría de las facultades de la universidad se habían declarado en paro. Por un lado, los estudiantes manifestaban la imposibilidad de seguir con las clases mientras el país y su gente sufría, y por otro, del derecho que tenían los estudiantes (de querer hacerlo) de continuar con sus clases. La votación se iba librando desde el inicio de la asamblea, y sus resultados tuvieron la palabra al final, pues había triunfado la anormalidad académica.
La anormalidad académica no se diferenciaba drásticamente del comunicado enviado en horas previas por rectoría, sin embargo, la legitimidad de la votación fue controvertida. Se planteó la repetición de dicha votación, con el argumento de que la votación había sido “ilegítima”, idea que fue desmentida por varios estudiantes que no denunciaron únicamente la preferencia sesgada del comité por el paro, sino además, lo contraproducente que sería repetirlas. Acto seguido, se discutió la forma en que se habría de expresar la asamblea, específicamente en materia de las garantías para los estudiantes. Hacia el final, se expresaron con fuerza las inconformidades de algunos, el apoyo de otros, y la polémica de la cual todos fueron protagonistas.
Un lucero azul

Con esas palabras desde el tercer verso en la primera estrofa del himno de la Universidad de los Andes se evoca a la responsabilidad que tiene el cuerpo que la compone de orientar su comportamiento siempre por el bienestar de Colombia. En las últimas semanas la comunidad académica ha sido testigo del fuerte debate sobre las posibles actuaciones de la universidad con respecto al conjunto de protestas que han surgido a lo largo del país. Por desgracia, esa discusión la anterior semana fue víctima del rapto que en momentos se tuvo por parte del odio, la intolerancia, el irrespeto a lo diferente y del ánimo de segregación, así que ojalá que estas líneas, que tienen por fin expresar uno de los puntos de vista del debate suscitado, sirvan de algo para construir un disentimiento civilizado y a la altura de la mejor universidad del país.
Las facultades de la Universidad de los Andes deben mantener el curso académico durante estas semanas con medidas de flexibilización y ser así un espacio que permita el ejercicio legítimo de los derechos fundamentales de cada uno de los estudiantes. Esa fue la posición que muchos estudiantes alzamos la voz para defender en los diferentes espacios a continuación algunos pensamientos.
La protesta como protección al ciudadano es un derecho y no un deber, y como cualquier otro derecho contiene dos esferas legítimas de aplicación: una positiva y una negativa. Una que supone salir a tomarse las calles y marchar sin violencia y otra que supone no hacerlo. Lo que se ha olvidado es que, en democracia, cuando hay pluralismo, ambas decisiones son legítimas, válidas y objeto de amparo. Por ello, protestar o no protestar es una decisión propia, eminente y exclusivamente personal, donde ni las facultades ni el CEU ni mucho menos la universidad debería entrometerse. Sino en cambio, otorgar las suficientes garantías para que ambas decisiones puedan ejercerse sin obstáculos. En ese sentido, se propuso la grabación de las clases, la apertura de foros de pregunta y propender por la no realización de evaluaciones en horario de clase.
Aquel conocido refrán popular, que nos pone de cara a Monserrate, es realmente detestable no solo por ser manifiestamente falso sino porque encarna la mayor de las ignorancias con respecto a los valores que motivaron la fundación misma de la universidad. Los Andes es y debe siempre ser un lucero azul. Un lucero azul que tiene como objetivo guiar a un país. Y guiarlo no únicamente con la educación de los dirigentes del futuro, sino guiar una nación a través del ejemplo. Ese es el compromiso real: hacer de la Universidad un arquetipo, hacer de la universidad un pequeño modelo de lo que quisiéramos ver afuera en Colombia.
La violencia que hemos vivido en los últimos días, independientemente de la posición política, ha sido una causa de tristeza, desasosiego y de rechazo. Y esa violencia bien puede ser atribuible a la falta de democracia. Por ello la Universidad debe ser estandarte y ejemplo de la real democracia que en Colombia escasea. Y la democracia comienza con la aceptación de la validez de posiciones contrarias, de lo diferente, de lo que no estoy de acuerdo. Así que, facilitar la asistencia a las protestas con medidas de flexibilización, pero al mismo tiempo mantener el normal curso académico para aquellos que no desean protestar, no es una posición tibia ni tímida. Sino que representa la más valiente manera de mostrar una universidad que se la juega por la democracia, que le cree al pluralismo pero que sobre todo es consciente de su rol guía con el resto del país. En los capítulos de crisis lo más difícil es ser un demócrata.
En segundo lugar, ha surgido el argumento de que no solo la asistencia a las protestas por parte de un sector de los estudiantes es motivo para medidas desproporcionadas e injustas como la declaratoria de paro, sino que la violencia experimentada en los últimos días es razón para detener el andar de la universidad. Ese argumento ha generado en muchos la reflexión porque parece lógico y sensato si uno no creyese en el papel que debe tener la mejor universidad de un país en sus espacios democráticos y de reflexión. Porque se suscita la pregunta ¿Existe realmente alguien que crea de corazón que cerrar las clases, las bibliotecas y evitar el contacto y deliberación entre estudiantes y profesores puede ayudar en algo a la construcción de paz y tolerancia en Colombia?
El diseñador que a mediados del siglo XX realizó el logo de la universidad eligió un ciprés como elemento principal de él. Esto porque, aunque le parecía muy bello un bosque de cipreses cercano al campus, quería plasmar un objeto que generase tal nivel de abstracción que cualquier persona que lo mirase pudiese tomar su propio significado y sentido. El pluralismo, la diferencia de opiniones, la tolerancia a lo distinto está plasmado en los cimientos que estructuran la idea y misión de nuestra universidad. Así pues, ojalá, la posición ilustrada sea acogida por los directivos y estudiantes, para poder lograr que Los Andes sea una universidad de cara a Colombia, a la democracia, a los valores republicanos, y a su deber como lucero azul. Y, además, de espaldas al sectarismo y al real enemigo de la democracia, que es el miedo a pensar diferente.
Venga compañera/o que aquí se está jugando con la dignidad del pueblo

En los espacios de discusión que se han llevado a cabo estos días y en el comunicado de Rectoría, a mi parecer, se ha caído en el error de pensar las medidas -principalmente– en función de dos grupos: las/os estudiantes que quieren ejercer su derecho a la protesta y las/os estudiantes que quieren ejercer su derecho a la educación. Lo anterior es problemático porque hay otro grupo que, independientemente de que quieran o no protestar, no se sienten bien para atender a las clases de la forma usual.
Ahora, si bien considero que hubiera sido pertinente participar en este artículo antes de la Asamblea donde se abordó la discusión, creo que aún puede ser importante para visibilizar que, a mi juicio, el cese de actividades es la mejor opción porque ofrece garantías reales a quienes quieren manifestarse o simplemente no se sienten en condiciones de continuar con la rutina académica en esta clara situación de anormalidad. En esta línea, redactaré el artículo no sólo desde mi experiencia, sino también desde las experiencias que he conocido en el marco de la coyuntura actual. Adicionalmente, es un intento por causar empatía en quienes estos días parecen imperturbables no sólo frente a la coyuntura nacional, sino también frente a los sentires de sus compañeras/os de clase.
En este momento muchas Uniandinas/os nos sentimos afectadas/os directa o indirectamente por la violencia que se ha gestado estos días, lo cual -sin duda- afecta nuestro estado emocional y salud mental. A grandes rasgos, el cese de actividades consiste en no avanzar en temas, no tomar asistencia y no realizar trabajos. De esta forma, se permitiría a las/os estudiantes tomar libremente la decisión de salir a protestar o no asistir a clase, en caso de no tener la disposición para hacerlo, sin que esto aumente su preocupación por la acumulación de trabajo. Precisamente, esto último es lo que sucede con la flexibilidad académica, ya que nos encontramos obligados a repetir las grabaciones y entregar trabajos en poco tiempo lo cual, en mi caso, ha aumentado mi ansiedad y la disposición para hacerlo sigue siendo nula.
Por una parte, están las/os estudiantes que quieren salir a protestar y pueden verse afectados por la violencia de forma directa. Como bien lo decía una estudiante en la asamblea: no hay forma de llegar a la casa con ánimos de repetir todas las clases después de haber sido gaseada por el ESMAD. Similar sucede con aquellas/os que son golpeados o violentados de diversas formas e incluso -sin haber transgredido la ley- se ven obligados a pasar la noche en un CAI, pues para nadie es un secreto que en este momento se observa un uso desmedido de la fuerza por parte de algunos policías, militares y el ESMAD.
Por otra parte, están las/os estudiantes que, a pesar de no salir a protestar, se están viendo afectados por la violencia de forma indirecta debido a que: i) viven cerca a puntos de concentración, lo cual para mí ha significado un aumento de la frustración por estar sentada frente a un computador atendiendo a las clases en lugar de estar afuera. A su vez, implica una constante exposición al ruido que impide la concentración y, para otras/os, dormir durante la noche se ha vuelto imposible debido a los disparos y los gritos en las zonas que se han vuelto escenario de violencia. ii) Las discusiones al interior de los hogares por la diferencia de opiniones frente al problema ha afectado a quienes sienten que no pueden compartir sus sentimientos porque no son escuchados. iii) La preocupación constante de estudiantes cuyas/os compañeras/os salen a marchar e incluso en estos momentos se encuentran desaparecidas/os. Finalmente, iv) todas/os los que estamos siendo bombardeados constantemente con información sobre la coyuntura alusiva a la violencia de la cual es difícil escapar.
En todos los escenarios expuestos anteriormente hay una clara afectación a la salud mental que imposibilita continuar en la “normalidad” académica a la que nos acostumbramos este último año. Si usted no ha sido víctima de ninguna de estas formas de violencia siéntase afortunada/o, pues por estos días las palabras que más utilizan las Uniandinas/os para describir cómo se siente son: frustración, preocupación, impotencia y tristeza, acompañado de insomnio e incapacidad para concentrarse. De ahí que, no todas estamos en las mismas condiciones físicas y psicológicas para responder a la academia como lo veníamos haciendo de forma individual y mucho menos colectiva, donde la competitividad -reflejada en las notas- parece ser más importante que el saber.
Finalmente, como estudiantes de derecho, tal como menciona Grossi, no podemos olvidar que “aquella gramática [la del derecho] está escrita sobre la carne de los hombres [y mujeres] aún antes que en las páginas del Código”. Esto es claro en la coyuntura actual que trasciende las aulas y nos lleva a pensarnos en colectivo desde las calles como un espacio para construir conocimientos igual de válidos. Así pues, como lo manifestamos en el comunicado que algunas/os estudiantes enviamos a Rectoría el 6 de mayo, “no sólo estudiamos derecho para rendir en los parciales y trabajos, para recitar de memoria o para lucrarnos. No somos indiferentes a lo que está pasando a nivel nacional”. De ahí que es importante ser empáticas/os no sólo frente a lo que está sucediendo afuera, sino también entender cómo se están sintiendo las personas a nuestro alrededor.
En definitiva, la frase “parar para avanzar” es una clara representación de lo que nosotras/os como estudiantes de derecho deberíamos hacer: por una parte, dejar de preocuparnos por las notas y pensar más en la/el otro y, por otra parte, desde la posición privilegiada que tenemos como Facultad de Derecho de la Universidad de los Andes, visibilizar la situación y enviar un mensaje claro de que las cosas no pueden continuar así.
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