Despertar juvenil: un adiós a la política adultocéntrica.

Por: Sofía Prada, estudiante de segundo semestre de Derecho. Miembro del Consejo Editorial.
La coyuntura social, política y económica de estos últimos meses nos abrió una ventana para reflexionar sobre el impacto que tenemos los jóvenes en la realidad actual del país, posicionándonos como actores políticos capaces de reconstruir los tejidos rotos de nuestra democracia. Las jornadas de protestas sociales hablan por sí solas; no nos quedamos cruzados de brazos ante una política adultocéntrica con reducidos mecanismos de participación para los jóvenes. Por eso, considero que somos una juventud vibrante, activa y comprometida en búsqueda de representación y canales de difusión donde podamos manifestar nuestras ideas frente a los problemas públicos.
Me llena de ilusión saber que estamos viviendo un año donde hemos tenido la oportunidad de cumplir el sueño de construir nuestro presente mediante un rol activo de participación. Esto ha sido posible mediante la creación de los Consejos de Juventud -regido por la Ley estatutaria 1885 de 2018– para que los jóvenes ejerzan vigilancia y control sobre la gestión pública del país. Lo particular de este nuevo mecanismo de participación es que será conformado por jóvenes entre 14 y 28 años, en donde no solo podrán elegir popularmente a sus representantes a nivel local, sino también podrán lanzarse como candidatos, de modo que tengan voz en la toma de decisiones en sus municipios, departamentos y ciudades. Todo esto es una oportunidad valiosa para implantar las bases de una cultura política distinta: aquella en donde los jóvenes tomamos -de manera consciente y honesta- las riendas de los procesos políticos, lo cual implica relacionarnos de manera bidireccional con las administraciones municipales para construir y diseñar las políticas públicas que nos conciernen.
Los Consejos de Juventud iniciaron oficialmente el pasado 5 de septiembre, cuando quedaron inscritos todos los candidatos a los Consejos mediante listas independientes, partidos políticos o a través de procesos y prácticas de organizaciones juveniles que están compuestas por una lista cremallera (alternancia de hombres y mujeres). Ahora, nuestra atención se dirigirá a las campañas políticas de los candidatos, en donde presentarán sus propuestas durante estos tres meses que quedan del año, y de allí se conocerán los nuevos liderazgos juveniles en el país por los cuales se votará el 5 de diciembre. Ciertamente los candidatos cargan una responsabilidad inmensa con el resto de los jóvenes del país: en un acto de fe y mucho esfuerzo, los nuevos líderes le apuestan a sus campañas para cautivar e incentivar a los electores a que participen en las votaciones y dejen de un lado la apatía frente a estos procesos democráticos.
Tras la alegría de presenciar una nueva era para la democracia en Colombia, decidí conversar hace unos días sobre los Consejos de Juventud con Diana Díaz, Registradora Distrital del Estado Civil. En este encuentro, le pregunté sobre el impacto que tendría el país a raíz de la creciente participación de los jóvenes en la política. Sobre lo anterior, Diana respondió que el ejercicio de los jóvenes en la política es fundamental para aumentar la legitimidad en los procesos democráticos del país, ya que por primera vez en la historia nacional podrán interceder en las decisiones públicas; proponer programas de bienestar y recreación juvenil; vigilar que quienes ostentan el poder lo hagan con responsabilidad; y tramitar las vulnerabilidades económicas, laborales y educativas que atraviesan en su respectivo territorio. Esto podría garantizar una atenuación de la violencia, precariedad y exclusión causada por la falta de representación a la que los jóvenes han sido sometidos por tanto tiempo.
Sin embargo, sé que muchos perciben una delgada línea entre la emoción y el escepticismo hacia este mecanismo de participación. Lo anterior, debido a que, hasta el sol de hoy, la desconfianza hacia las instituciones hace lejana la posibilidad de que algunos jóvenes se animen a votar en los Consejos de Juventud. Esto fue algo que precisamente dialogué con Efraín Sánchez, uno de los candidatos que se lanzó a los Consejos. Él considera que su reto y dificultad más grandes durante este proceso es ver cómo los jóvenes “no se sienten identificados con nada ni con nadie”. Sin embargo, este panorama no vuelca las esperanzas de Efraín, por el contrario, alimenta su deseo de cambio, que al igual que muchos otros candidatos, desean conformar gobiernos horizontales que logren entrelazar a la ciudadanía y las instituciones públicas para que colaboren conjuntamente; sobre todo en este marco de la coyuntura social que atravesamos, pues son asuntos demasiado importantes como para dejarlos solo al gobierno y demasiado complejos como para que los jóvenes intentemos resolverlos por nuestra cuenta.
Pero hay que ver la otra cara de la moneda, pues este proceso democrático también supone un campo de batalla, en donde nos enfrentaremos a un sistema político en el que los funcionarios públicos defienden los intereses del gobernante de turno. Por ello, como jóvenes, tendremos la tarea de blindarnos contra la corrupción; muchos líderes tradicionales buscarán la forma de que los consejeros juveniles les sirvan con fines politiqueros. Es hora de que nos desliguemos de la política tradicional, estamos a tiempo para evitar mancharnos de la famosa mermelada que tiene en crisis la legitimidad estatal y que le ha cobrado caro al funcionamiento de la democracia por varias décadas. Como jóvenes tenemos el deber de actuar de manera informada para llevar a cabo la resolución de los problemas en el territorio. Los Consejos de Juventud llegaron para evitar que la voz de los jóvenes beneficie a actores con intereses egoístas que luchan de nuevo por incidir en las decisiones del poder.
Con todo esto, me atrevo a pensar que la creación de los Consejos de Juventud es verdaderamente el acto democrático más relevante que ha vivido Colombia desde la Séptima Papeleta. Es esperanzador que los gobiernos distritales y municipales realicen un mandato conjunto y de manera armoniosa con la juventud, pues de esta manera le abrirán las puertas a una nueva generación que, mediante su talento, creatividad, ideas y voluntad busca mejorar las condiciones de vida individuales y colectivas. Así mismo, esta nueva experiencia participativa permitirá que la ciudadanía realice un mejor ejercicio democrático en las elecciones del 2022, y a su vez, podrá reducir la dinámica de protestas civiles. Esta es nuestra oportunidad de tomar aliento y alzar la voz de la esperanza en los espacios institucionalizados para forjar cambios en un país donde el despertar de los jóvenes ha despedido a la política adultocéntrica de antaño.
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