Colombia: país de mariposas opacadas por la mafia

Por: Isabella Arrubla, estudiante de Derecho de tercer semestre. Miembro del Consejo Editorial.
Creo que a todos nos ha dolido Colombia alguna vez. Colombia duele porque nació en medio de guerra y desigualdad. Colombia duele porque lleva siglos debatiéndose entre un partido y otro, porque a veces pareciera que es más lo que nos separa que lo que nos une. Colombia duele porque es gobernada por individuos que tal vez no tenían una intención genuina de proteger los derechos y de luchar por las necesidades de la mayoría y, por ende, existe un gran porcentaje de la población que no se siente representada. Colombia duele porque, en ocasiones, la voz del pueblo queda atrapada en una caverna oscura y sin salida, debido a que los intereses del individuo quedan por encima del colectivo, y en razón de que muchas veces, sus líderes no creen en el poder de la palabra, la unión y la capacidad tanto física como emocional de a quienes gobiernan. Sin embargo, a pesar de todas estas realidades con las que nos enfrentamos a diario, creo que la verdadera razón por la cual Colombia duele es porque de alguna u otra manera nos han obligado a creer que todo lo que surge, crece y se desarrolla dentro de ella, tiene olor a putrefacción y sabor a miedo. Nos hemos encargado de contaminarnos, de contaminarla. Nos hemos olvidado de quererla.
Es innegable que vivimos en un país cuya historia ha sido conflictiva, dolorosa y difícil de cicatrizar. Tampoco negaremos que aún nos queda mucho camino por recorrer, que nos hace falta trabajarle al sistema educativo, de salud, laboral, entre muchos otros. Es claro, para todo aquel que reside en el país o para quien conoce parte de su esencia, que Colombia no es perfecta ni mucho menos. Hace falta equidad, justicia, reparación; la presencia de innumerables factores para que, poco a poco, se pueda ir construyendo ese país con el que todos soñamos.
A pesar de todo, siempre supe que a Colombia la condenaban injustamente cuando se hablaba de ella en el extranjero. Conversaciones banales con amigos y uno que otro trabajo en el colegio me fueron acercando a esa percepción errada que se tenía de nosotros al cruzar la frontera. El narcotráfico, los grandes cultivos, el glifosato, la guerrilla; palabras que solían aparecer en el día a día, pero que no llegaban a afectar mi estado de ánimo de manera abrupta. Para bien o para mal, dicha situación cambió cuando tuve la oportunidad de viajar para conocer otras culturas. Lastimosamente, pude darme cuenta de que son muchos los que no conocen la nuestra.
“Pablo Escobar es un héroe” fue el comentario que marcó mi viaje en un antes y un después. Es quizás una de las frases que me han causado mayor cantidad de sentimientos en el cuerpo desde que tengo uso de razón. Al principio pensé que era una broma, pero fue cuestión de segundos para darme cuenta de que iba en serio. Me hirvió la sangre, se me aceleró el pulso y puedo suponer que mis ojos lo dijeron todo. Recuerdo abrir la boca y hacer un intento por exponer todos los pensamientos que se me cruzaron por la mente para posteriormente explicar las razones por las cuales dicho sujeto no debería ser reconocido como un héroe. Fue un total fracaso. La frustración me consumió y después de unas cuantas frases intercambiadas decidí que era una batalla perdida. No había forma de convencer al fan #1 del mayor narcotraficante de la historia colombiana que lo único que había dejado ese personaje en el corazón de su pueblo, era dolor. No había forma de explicarle que el dinero que recolectaba por medios ilícitos y que entregaba a los grupos con dificultades económicas en los barrios de Medellín no era una forma de hacer algo por este mundo, sino que era todo menos un acto humanitario.
Tal vez sea difícil de entender para alguien que no lo ha vivido, por el funcionamiento político, social y económico de su país, el significado de la palabra “miseria” y todo lo que representa; las innumerables acciones que hacen que esta se reproduzca y que se ocultan bajo una máscara politiquera y humanista. Tal vez sea difícil creer, para alguien que creció en un país “del primer mundo”, que exista un lugar en el globo terráqueo en donde sea tal la necesidad del pueblo por tener un plato de comida en la mesa que intercambian un billete y unas cuantas monedas por un voto, una campaña, o como es el caso, una protección del pueblo frente a la autoridad.
Lo que no muestran las series y telenovelas (que cuentan con millones de vistas en el exterior) es que los colombianos del común, las víctimas del cartel de Pablo Escobar, se han caracterizado, a lo largo de la historia, por ser un pueblo trabajador, por tener gente “verraca” como se diría coloquialmente, que lucha por una mejor vida para ellos y para sus hijos. La gran mayoría del pueblo colombiano da todo de sí cuando las circunstancias en las que nacieron no los premiaron con cuna de oro y bandeja de plata. Son recursivos, emprendedores, hospitalarios y alegres. Gente capaz de regalar una sonrisa, un café o tender una mano a quien lo necesite aun cuando con lo que ganan, no les alcanza siquiera para subsistir ellos mismos. Los colombianos son sabrosura y festejo, pero también disciplina y constancia. Es un pueblo que lucha por su futuro y reclama por su pasado, un colectivo que hace valer los derechos que le ha otorgado la ley, que no se desploma en la adversidad y que deja huella con cada paso que da. La pregunta es: ¿por qué pareciera que Colombia no es lo suficientemente valorada? Pero, más específicamente ¿por qué se cree que es solo mafia? ¿Quién se inventó ese mito y quién podrá desmentirlo?
Colombia es el segundo país más rico en biodiversidad del mundo, ocupando el primer lugar en especies de aves, el tercero en la producción de café después de Brasil y Vietnam y el único país de América del Sur que tiene costas en el Mar Caribe y el Océano Pacífico. Colombia representa más del 10% de todas las especies de fauna y flora de la tierra, cuenta con la mayor cantidad de especies de mariposas en el mundo: 3.642 especies y 2.085 subespecies. Así mismo, le pertenece el 10% de la selva amazónica, la selva tropical más grande del planeta con una superficie total de 7.989.004 km2. En el país, se hablan cerca de 60 lenguas indígenas y se realizan múltiples festivales a lo largo del año que dejan ver la cultura multiétnica característica del país, tales como la feria de las flores, el festival de barranquilla y el carnaval de negros y blancos.
Es un país que tiene mucho por contar, pero al que no siempre se le ha dado un lugar en el atril. Es un país que anhela con ansias salir del pantano de la indiferencia mostrándole al mundo su lado más dulce, más alegre, más humilde. Es un país que en ocasiones le hacen pensar que ha perdido su identidad y que solo vale cuando alguna figura poderosa lo menciona en su discurso o lo incluye en uno que otro proyecto.
A los ojos de todo aquel que no ha tenido la fortuna de pisar el territorio del ajiaco, la bandeja paisa y el sancocho; a los ojos de todo aquel que nunca se ha deleitado de un buen guarapo, un chocolate con queso o un canelazo, Colombia es un país inundado por la mafia. A los ojos de todo aquel que no ha conocido el río de los 7 colores, realizado avistamiento de ballenas en el Pacífico ni subido la montaña costera más alta del mundo, Colombia es aquel país que lleva tatuado en la frente el nombre envenenado de “Pablo Escobar”.
Quizás es la ignorancia, quizás es la pereza. Tal vez es esa comodidad de creer todo lo que se oye y lo que se ve. O de pronto es la insatisfacción reinante en la naturaleza del ser humano que lo ha hecho un ser pesimista y prejuicioso, apasionado por la crítica no constructiva y carente de argumento. Ese que se apasiona por el morbo y a quien le atrae la malicia por el simple hecho de que representa ir en contra del sistema. Sea cual sea la razón, ¿realmente es ese el tinte que le queremos dar a los colores de nuestra bandera? ¿Cómo mostrarle al mundo que nuestras raíces no se cultivan en la ilicitud? ¿Cómo ponerle fin a un pasado que no nos representa para que todos aquellos en el extranjero nos ayuden a construir el futuro que los colombianos tanto anhelamos?
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Tienes toda la razón Usa, me alegra saber que » haces lo q te gusta» y escribes muy bonito.un abrazo
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