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Bukele: ¿dictador millenial?

Por: Martín Castro, estudiante de primer semestre de Derecho.

Nayib Bukele, presidente de la República de El Salvador, ha sido el objetivo principal de la “oposición perversa” de este país centroamericano. Ha sido sometido a ataques políticos e injurias. Tanto así, que, por sabotajes de la oposición, casi no se logra lanzar a la presidencia en el 2019.

El Salvador es un pequeño país en Centroamérica, vecino de Guatemala, Honduras y Nicaragua. Tiene una población aproximada de 7 millones, pero otros 3 millones de salvadoreños residen en el exterior. Se caracteriza, recientemente, por la guerra civil que se llevó a cabo entre 1979 y 1992, terminando en acuerdos de paz entre el gobierno y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, conocido por sus siglas FMLN. Durante más de 40 años, El Salvador fue gobernado por los partidos tradicionales ARENA y FMLN, pero este bipartidismo tuvo su fin en el 2019. 

Bukele presenta una amenaza tan grande para los partidos políticos tradicionales, que éstos han hecho hasta lo imposible por impedir y obstaculizar su gobierno. Y es entendible, Bukele rompió una tradición bipartidista de más de 40 años (algo parecido al Frente Nacional en Colombia), o la llamada “frágil democracia” por algunas organizaciones internacionales y poderes extranjeros. De la noche a la mañana, los partidos políticos tradicionales, dedicados a robarle al pueblo por décadas sin castigo alguno, se vieron enfrentados por las consecuencias de sus acciones; la Asamblea Legislativa (el equivalente al Congreso en Colombia), que se había dedicado a legislar a favor de sus propios intereses y de los financiadores de sus campañas, sintieron, por primera vez, miedo. Esto, porque de las primeras órdenes de Bukele fue organizar un tipo de “caza” para los funcionarios corruptos de El Salvador, ya que pasó una ley que permite investigar y judicializar a miembros de gobiernos pasados, presentes, y futuros, que sean acusados de actos de corrupción.

Tristemente, en Latinoamérica, cualquier líder que combata la corrupción con fuerza es tildado de autoritario o dictador, y Bukele no ha sido la excepción. Organismos internacionales han hecho sonar las alarmas en El Salvador, advirtiendo al mundo de “la nueva dictadura de Centroamérica”, debido a que el partido de Bukele (Nuevas Ideas), y otros afines a él, han logrado consolidar una mayoría en las tres ramas del gobierno. Surge entonces la siguiente pregunta: ¿es inherentemente autoritario controlar las tres ramas del gobierno, incluso si se hizo de forma democrática? De una se nos viene a la mente “¡Sí!” Pero esto no es necesariamente verdadero. Un dictador, aunque se pueda presentar en diferentes formas, generalmente es un líder que consolida su poder a través de métodos antidemocráticos y fraudulentos, o que se autoproclama dirigente de un país. En las dictaduras, no se permite la existencia de opositores al gobierno, o de personas críticas de su gestión. También, arremeten contra la libertad de prensa, e intentan judicializar o desaparecer a periodistas que publiquen información negativa sobre el gobierno.

Bukele es todo lo opuesto: logró llegar a la presidencia de la República, democráticamente; logró la unión de varios partidos pequeños para formar una mayoría en la Asamblea Legislativa, democráticamente; destituyó jueces, funcionarios corruptos y partidistas, democráticamente; y ahora logró legalizar la reelección presidencial inmediata, democráticamente. 

Es necesario anotar que todos estos logros eran exigencias del mismo pueblo, no caprichos de Bukele. Además, según una encuesta de La Prensa Gráfica, un periodico mayormente de oposición, Bukele cuenta con una aprobación del 84.7%. Por primera vez en la historia de El Salvador, existe una Asamblea Legislativa que legisla a favor de los deseos y exigencias de su pueblo. Y aunque para los partidos tradicionales y organizaciones internacionales esto pueda “oler” a dictadura, esto simplemente no es verdad. Como dije antes, el gobierno de Bukele no cumple con las características de una dictadura: Bukele fue elegido democráticamente con la mayoría de los votos (53,8% de los votos totales), arrasando con la oposición, el FMLN y ARENA. Estas elecciones fueron avaladas como democráticas por el mismo Tribunal Supremo Electoral de El Salvador, que es controlado por la oposición. Además, las personas son libres de protestar en contra del gobierno con todas las garantías constitucionales, y a la prensa se le permite publicar información negativa e incluso desinformante del gobierno (el máximo control que hace el gobierno de Bukele es desmentir la información falsa). Si aun esto no es suficiente, para las elecciones de la Asamblea Legislativa, el partido del presidente, Nuevas Ideas, ganó 56 de los 84 posibles escaños; una mayoría absoluta en la Asamblea Legislativa, y también fueron avaladas como democráticas. Es claro el apoyo del pueblo salvadoreño hacía su presidente.

En Colombia necesitamos un presidente así: que tenga las agallas de utilizar las herramientas democráticas que la Constitución le otorga para sacar adelante su plan de gobierno, no se puede confundir gobernar con autoridad con autoritarismo. Un presidente que escuche a la oposición, pero que no sienta obligación de complacerla; que escuche las opiniones de poderes extranjeros y organizaciones internacionales, pero que reconozca la soberanía del pueblo colombiano. Por último, que su principal trabajo sea velar por los deseos y las exigencias del pueblo, su constituyente primario.

Para terminar, quiero dejar una parte de un discurso conmemorando el bicentenario de El Salvador, donde Bukele dijo: “Y si el pueblo le otorga el poder [a la Asamblea Legislativa] para hacer cambios, y el pueblo exige esos cambios, sería no menos de una traición no hacerlos”. 

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