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Déjame defraudarte, después podremos ser felices.

Por: German Isaza, estudiante de derecho de tercer semestre de la Universidad de los Andes.

Me iré y la pregunta no es, ¿adónde? La pregunta es, ¿Cuándo? Y el porqué no existe. Intenta buscarle sentido al habitar un cuerpo sangrante y el único sentido que quedará de la búsqueda, es el de dejar de habitar un cuerpo sangrante.

Naces y te encuentras ante un cúmulo inentendible de labores a ser realizadas en la posteridad, un pandemonio y maremágnum; pero, recuerda que son a posteridad y, por ahora, puedes seguir siendo un niño amamantado por una madre que cumplió su deseo de dar vida (deseo consagrado en ti).

Vas creciendo, ya has derramado ese color escarlata en las laderas y en las margaritas. Tu hermana vomitó por tragar sábila y tu perdiste el control de la parte locomotora de tu cuerpo, caíste directamente al piso y, aunque te dolió el golpe, más te dolió el regaño de tus padres por haber engendrado tan vil acto. Te reíste, recuerda eso.

Vas llegando de la escuela, te has quitado las medias que evitaban sentir la frescura de la excarcelación a tus dedos de los pies y, además, también tus axilas, impúberes, han sentido el halo de la ventisca que se produce fuera del interior de esta camioneta del 2009. Continúa el periplo y tu miserable existencia, sin saber el motivo, se ve condonada por un instante fugaz. Como un perro grande y gordo, seguramente un bulldog inglés hembra, la baba cae de las comisuras de tus labios. ¡Oh vida, no hagas que otro pague mi deuda!, ¡oh vida, ¿seré sepultado al lado de los patriotas o me tocara el lánguido pabellón de los que sin fuerza vinieron y que sin fuerza se fueron?

Quiero ser Rubén Darío y bañarte en rojo, no azul. Quiero ser un buitre y esperar a la moribunda presa a que se rinda y luego bajar cuál ave rapaz a sacarle a mordiscos sus entrañas… la unívoca forma, la única manera, de preservar esa silueta, en lo profundo de mi corazón.

Me he perdido en el cauce intrazable e inexpugnable de la memoria, para mis pesares, tocará seguir navegando en mi versión profana, degradada y deshonesta del Estigia, y aquí no hay Caronte, ni barcaza. Solo mis dedos magullados enroscados para mantener en pie mi alabarda y la lágrima congelada en mi mejilla izquierda, solo eso se encuentra por aquí.

Pagó el precio, les juro que lo vi muriendo y saldando su deuda con los azares del destino. Los amigos y el celador se lo llevaron y, de esa misteriosa forma, desapareció dos veces. Yo le copiaré el truco, pues es eso lo que soy y yo amo lo que no es pantomima, por más que esa sea mi vocación y la única suerte de llevar la hogaza de pan a la mesa sea ejerciéndola.

Déjame y sé feliz, antes de que te defraude.

“Escribe, esa es la única manera de convertirte en escritor”, eso me sigue repitiendo mi padre y tiene razón, aun así, también hay que vivir para escribir y yo no he vivido nada, no he hecho más allá de lo usual y el dolor fantasma de ese cuerpo frío no se ha ido, sigue aquí. Tengo que morir, tengo que nacer de nuevo, tengo que pagar mi condena y tengo que acostarme a dormir, puesto que mañana hay clase y no me gusta dormir menos de 8 horas.

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Cultura

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