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La crisis del horario: el problema de Banner más allá de lo tecnológico

Por: Tomás Antolinez Cuadros

Un estudiante ansioso frente a su computador, revisa una y otra vez diferentes modelos en colores y pestañas con múltiples opciones: plan A, B, C y hasta Z, por si las cosas van mal. Se asegura obsesivamente de estar conectado a la red de internet y cuenta con suspenso los minutos que pasan en el reloj de su computador. A inicio de cada semestre, la escena de estrés y ansiedad con Banner se repite una y otra vez, convirtiéndose en una triste experiencia común para los uniandinos. La incertidumbre sobre la materia que nos falta, la ansiedad por tener un horario más compacto que un colador y la perspectiva de tener que peregrinar de rodillas a las oficinas de los coordinadores convierten el inicio de cada semestre en una lucha salvaje por sobrevivir. 

¿Si alcanzaré a meter la materia que me hace falta? ¿Por fin podré tener un buen horario? ¿Será que me aprueban la materia en conflicto de horario? Todas estas incógnitas muchas veces terminan sin respuesta o con un resultado desalentador. Estudiantes que se atrasan con una materia importante, quedar con un horario de huecos eternos, tener que ver clases los sábados, entre muchos otros dolores de cabeza. Esta columna de opinión es el resultado de mi investigación sobre por qué sucede esto y preguntarnos ¿De verdad estamos condenados a que sea así?  

Cuatro años después del reinicio de Banner, cambio en el que añadió nuevas herramientas, Banner parece seguir siendo igual de problemático que en sus inicios y el sistema de conflicto de horario parece más saturado que nunca. Esta investigación, que incluyó directivos universitarios especialmente coordinadores académicos, estudiantes y profesores, saca a la luz las razones que apuntan a la deficiencia estructural del sistema. 

Más allá de lo tecnológico 

El problema de banner no es nada nuevo para la comunidad uniandina, por ello durante varios años ya se ha venido tratando de buscar soluciones que puedan ayudar aliviar el descontento de los estudiantes. El problema es que ha habido un error en el enfoque: lo tecnológico. Andres Galeano ex-presidente del CEU nos comentó que en su momento se trató el tema y se pidió una reunión pero se habló únicamente del tema tecnológico. Normalmente se le ha dado más visibilidad a que la página se caiga que al verdadero trasfondo que aqueja a los estudiantes: los cupos. Y si, no es que la caída de la página no importe, es fundamental contar con una página que soporte el flujo de los estudiantes entrando al mismo tiempo sin caerse. Pero es que justamente como vemos recientemente con las mejoras que se han implementado, cada vez la pagina se cae menos pero el problema persiste, los estudiantes no pueden tener el horario que quieren. 

Y es que pensémoslo bien, si como estudiantes supiéramos con certeza que vamos a poder ver las materias que necesitamos inscribir, la página podría incluso caerse y solo sería cuestión de entrar en otro momento. 

Los Juegos del Hambre y el problema de la libertad uniandina

¿Por qué no hay suficientes cupos en la materia que quiero meter? Ver descender el indicador de cupos en Banner es la fuente de agonía y estrés número uno entre los estudiantes entrevistados. La razón de esto es la evidente sobredemanda de cupos que desborda la capacidad de los que fueron ofrecidos inicialmente en la plataforma. Esto no sería una sorpresa, sino fuera una muestra de que la universidad podría hacer más para hacer una proyección suficientemente realista de la demanda futura.

La dinámica de oferta y demanda que rige este sistema parece haber sido imposible de domesticar o planificar bajo los estándares convencionales que usamos actualmente. De acuerdo con las fuentes consultadas, entre ellas coordinaciones académicas distintas, la planificación es prácticamente manual, casi de forma rudimentaria. Usan estimaciones de cuánta gente suele tomar una clase semestralmente y cuánta se supondría que debería entonces verla el siguiente, basados por ejemplo en el semestre en que se “debería” ver la clase. El problema es, justamente, que este modelo está lejos de la realidad. 

Simplemente este modelo ha mostrado fallar en estimar de manera correcta cuántas personas quieren realmente ver una clase o no en ese semestre. Hay un desfase entre la oferta y la demanda, ya que muchos estudiantes quisieron meter determinada materia (Mucha demanda) y a la hora de plantear los cupos no se pensó que tanta gente la iba a inscribir (Poca oferta). Y también pasa al contrario generando por ejemplo que se tengan que cerrar cursos o secciones por falta de estudiantes inscritos. 

El modelo predictivo que se usa no tiene en cuenta el diversos factores. Uno de estos es la libertad uniandina, que permite a gente de diversas carreras y semestres seleccionar cursos aleatorios con criterios de selección arbitrarios, que pueden responder a CLEs, electivas, opciones académicas o simplemente decisiones personales. Así, por ejemplo, los estudiantes de Literatura o Ciencias Sociales que deben ver cursos obligatorios de Latín o Griego se ven abrumados en ocasiones por la demanda externa que llena las secciones ofertadas y los deja sin la posibilidad de poder tomarlo. En la base de la educación uniandina está la interdisciplinariedad, la diversidad y la posibilidad de enriquecerse desde diferentes perspectivas. Sin embargo, esta libertad se ha convertido en un obstáculo para la planeación académica y administrativa interna.

En el mismo sentido se encuentra otro de los factores señalados por las unidades académicas, que responden a estudiantes con un alto desempeño académico que deciden extracreditarse o adelantar materias que no corresponden con lo que la estructura del pensum indicaría para el semestre en que se encuentran. En la Facultad de Derecho es común ver estudiantes desesperados que, ante la imposibilidad de ver ciertas materias obligatorias por la sobredemanda, adelantan cursos requeridos por el pensum que estarían ubicados más adelante. Ética Profesional, Derecho Comercial y Relaciones Familiares se encuentran entre aquellos que fueron más frecuentemente mencionados por los estudiantes entrevistados, sobre todo de semestre intermedios. Esto obedece a que los problemas suelen iniciar en el segundo semestre y alcanzar su punto más álgido alrededor del quinto y sexto semestre.

Se puede ver como este segundo factor se convierte en una serpiente que muerde su propia cola. Ante la sobredemanda y la imposibilidad de ver materias obligatorias, estudiantes desesperados deciden “no perder el tiempo” y adelantar materias que se encuentren dentro de su propio pensum, retroalimentando el problema de la demanda y creando un caos difícil de controlar o calcular.

Así, los cálculos que hacen las unidades académicas al finalizar cada semestre para planear la oferta del siguiente no muestran ni reflejan la demanda real que va a tener esa clase para el siguiente, lo que produce una asimetría de información que crea puntos ciegos en el proceso y deja vulnerable a la organización, que se encuentra lista para colapsar como un castillo de naipes cuando la semana de inscripciones satura los sistemas de recepción de conflictos.

El problema es complejo

Monica Vargas, Directora de Gestión Académica, nos comentaba que tal vez el problema radica justamente en la libertad académica de la que hablábamos anteriormente. Ella nos explicaba que el sistema con sus reformas ha buscado ser más justo y que lo ha estado logrando. 

Los estudiantes meten materias según su turno, el turno está basado en criterios lógicos para establecer su precedencia. Entonces por ejemplo, si quieres ver una materia que en tu plan aparece en tercer semestre pero ya esta llena, podrias verla en cuarto semestre y ahora como tienes un mejor turno seguramente tendrás mayores posibilidades de inscribirla. La razón detrás de esto es que las personas de más altos semestres deben tener mayor prioridad para inscribirse con la finalidad de poder culminar sus requisitos de grado. Lo que nos quería hacer entender Monica es que el sistema si termina siendo justo en el largo plazo gracias a los criterios de priorización que nos dan los turnos. Parafraseandola, tal vez lo que hace falta es un mayor entendimiento y compromiso del estudiantado con lo que significa la libertad académica.  

Estas reformas también podemos verlas en la extracreditación y en la inscripción de cursos fuera de nuestro programa principal. Ya que las mismas deben realizarse de manera exclusiva por SCH, ya que antes por ejemplo, personas con mejores turnos se extracreditaban y dejaban menos cupos para los demás generando así también un bucle que los terminaba siempre beneficiando. Ahora en cambio, estas inscripciones se realizan una vez que ya todos realizaron su inscripción normal.  

Estas reformas han contribuido al crecimiento de la importancia de SCH dentro de la inscripción de materias, ya que cada vez más partes del proceso se delegan a esta herramienta. La cual, también funciona de manera manual, algo así como “jugar tetris”.

El otro problema radica en el comportamiento de los estudiantes, como nos comentaron todas las coordinaciones académicas, tienen el conocimiento de que los estudiantes prefieren las clases de martes a jueves en horarios entre las 8am y las 4pm. Esto es lógico porque los lunes y viernes son días que preferimos tener  más tiempo libre y ni se diga los sábados. En el mismo sentido, a muchos estudiantes que viven lejos se les hace muy difícil o imposible ver clases antes de las 8 am o después de las 4 o 6 pm por la distancia que deben recorrer hasta sus casas.  A pesar de esto, Monica nos menciona que simplemente no tiene sentido tener el campus llenó tres días y que los demás días de la semana estuviera prácticamente vacío, y aunque quisiéramos simplemente la estructura física no podría soportarlo, no hay suficientes salones. Es por eso que desde Vicerrectoria Académica se envían lineamientos para que cada día de la semana se programe cierta cantidad de clases, eso explica, por ejemplo,  las clases de los sábados que equivalen a un 5% de la oferta de cada departamento. 

Así mismo, también se ha identificado profesores “taquilleros” con los cuales los estudiantes anhelan ver clase ya sea por su trayectoria profesional o por las buenas reseñas de su pedagogía. O a la inversa, con profesores con los que nadie quiere meter por su mala reputación -especialmente por su trato hacia los estudiantes o calificaciones injustificadas-. Esto también condiciona los cupos ya que no es posible duplicar a ese profesor estrella para abrirle más secciones hasta cumplir la demanda. Pero por el otro lado si puede haber un debate interesante sobre aquellos profesores con los que los estudiantes no quieren ver clase, e incluso considerar esto como un posible indicador de la calidad o por lo menos de la satisfacción estudiantil. 

No me des problemas, dame soluciones 

Solucionar esta situación es urgente. La salud mental de la población estudiantil se ve afectada por este factor, que se identifica expresamente en las entrevistas como fuente de ansiedad, estrés, impotencia e insatisfacción. Solucionarlo evitaría tener que cerrar secciones que no se llenaron, además de contar con un mecanismo que les permita planificaciones administrativas eficaces y realistas que transformarían el problema de SCH,reemplazandolo por algo distinto o mejorando la versión actual, desde mi perspectiva disminuyendo su importancia en el proceso. 

Ahora bien, los problemas complejos no tienen respuestas sencillas. Una posible solución completa podría tomar todo un texto entero. Por ahora, la primera y más importante recomendación es un mecanismo que elimine o al menos disminuya la enorme brecha entre oferta y demanda, es decir, que altere la asimetría de información actual y se enfoque en reducir puntos ciegos dentro del proceso de planeación. Un sistema de preinscripción en el que los estudiantes puedan manifestar la materia que desean ver podría ser un piloto, que necesariamente debe cruzarse con herramientas que integren los factores subjetivos más difíciles de medir (preferencia, extra acreditación, calificación de los profesores). No puede desconocerse tampoco la preferencia por las horas más demandadas y la percepción de los estudiantes, que terminan por influenciar la inscripción cuando ésta se realiza.

Como nos comentaron distintos profesores como Miguel Garcia, este sistema ya existía antes pero no terminó de funcionar. Al parecer lo que sucedía es que los estudiantes a la hora de realizar la preinscripción ponían su horario deseado y a la hora de la verdad terminaban inscribiendo otra cosa. Mi respuesta a esto es que como hemos analizado en este texto, los factores subjetivos como el profesor y la hora juegan un papel determinante en la decisión de los estudiantes, si yo quería ver X materia probablemente me interesaba que fuera con el profesor que yo admiro y en una hora que sea razonable para mi, por esto el sistema de preinscripción debe incluir el profesor y el horario para que pueda ser fiable. Sobre esto, Monica Vargas lo cree poco viable, ya que según nos comentaba las secciones tienden a cambiar por cuestiones con los profesores que tienden a cambiar el horario por motivos de fuerza mayor o incluso a cancelar la clase. Después de una investigación a través de una herramienta informal que permitía ver a los estudiantes la oferta de cursos antes de que saliera de manera oficial, de 7 materias consultadas de manera informal solo 1 cambio en la oferta oficial. Por ello, considero que no sería para nada ilógico pensar en la preinscripción como una posible herramienta que contribuya a establecer la demanda real. 

Solo cuando sepamos realmente cuántos estudiantes quieren ver una clase y les abramos los cupos suficientes es que vamos a lograr que los uniandinos estemos tranquilos al momento de inscribir, porque se que hay un espacio para mi. 

Por otro lado, la recomendación sobre la cantidad de secciones implica una evaluación honesta y autocrítica de lo que se ha hecho. Generar mayor flexibilidad de horario para los estudiantes es importante, pero también una aproximación sincera a la calidad docente que analice de verdad por qué los estudiantes prefieren radicalmente ver más clases con un profesor que con otro.

Finalmente, una invitación a la acción. Quisiera invitar a estudiantes, profesores y directivos a que hablemos sobre este tema. Al investigarlo tuve el mejor recibimiento por parte de todos los miembros de la universidad. Creo que todos los estudiantes nos quejamos de que el proceso de inscribir materias es terrible pero no hacemos nada al respecto. Es una cuestión de proponer esfuerzos conjuntos y voluntad política en la misma mesa, para cambiar y tomar las decisiones difíciles que se requieren. Todos los estudiantes deberíamos poder meter las clases que queremos en el momento que se necesitan.

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