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El camino y su hogar

Por: Lorenzo Riaño, estudiante de derecho y filosofía en noveno semestre. Miembro del periódico Al derecho, sección cultura.

El camino es extraño y vertiginoso. En su encuentro se conjugan todas las vidas que lo han recorrido. El camino es como un largo trayecto suspendido en la tristeza o de  la misma forma que la rama que depende de sí misma para no caerse. Demostrar que el camino es feliz sería negar lo cotidiano y el sufrimiento que conlleva. Eso sí, demostrar que el camino no es feliz, sería contrario a reconocer que no hay nada más que nos haga sonreír.

Algunos caminantes escogen el camino adecuado en vista del destino fijo. Quien lleva rumbo fijo generalmente tiene buena mar. Si el camino tiene un fin determinado, el camino debe siempre ser personal, idóneo y mágico. De lo contrario el camino es indeterminado y su bienestar funge como medio. Si es largo es sin remedio. 

Quienes, por otro lado, no van hacia ningún lado, solo pueden construir su camino en el viaje, lo que hace del medio una forma de vida.  Escoger el medio es oponerse a la cordura, tal vez sea el camino del loco o del incapaz, no obstante, es el camino más bello. Aunque de su estética pueda replicarse su fortuna, es camino ajeno y camino difícil. A veces el medio es el cuerpo, y si es guapo, no queda nada sino soñar.

Quienes escogen el camino sin rumbo, donde el extraño nexo entre el destino y el sujeto existe solo por coincidencia, deberán jugar su suerte al azar. Del azar sólo puede decirse una cosa fija y oportuna: depende de la técnica, el azar nunca se juega al infinito, el azar es un plan y un fin.

 Si no se escoge el rumbo tal vez se vaya a un lugar o a varios, a la junta de la incertidumbre o a la junta de la calma. Son homónimos o hermanos, la incertidumbre y la calma, su única diferencia vacila dentro de la falacia naturalista; si algo tiene una característica en sí, no por eso se puede presumir que su existencia deba ser así. Por eso el rumbo no puede ser obligatorio porque es imposible asociar su existencia con su realidad. Simplemente el que camina sin rumbo está realizando una actividad poética donde se puede perder la noción de lo temporal y el único compromiso es su resultado.

A veces en el camino, cualquiera que sea su rumbo, hay obstáculos. No desde su acepción negativa, sino desde la falta de motivación que implica verse en una situación compleja. Ese camino probablemente sea el mejor camino posible puesto que de la dificultad solo viene la práctica. Sin embargo, no es el camino previsto por todos, solo por algunos. En este camino el esfuerzo es tan incansable como un buen sueño, uno lleno de rosa y de blanco, uno de fuerza y de cariño.  El esfuerzo es una necesidad que fuerza al cuerpo al trabajo. Ahora bien, no todos los cuerpos soportan el esfuerzo, ni hablar del trabajo. Es por eso que el obstáculo más grande del camino es el esfuerzo que implica el viaje. Y si el cuerpo no es apto, es mejor que busque un trabajo donde el esfuerzo no lo desgarre. Es la dialéctica del camino, el esfuerzo. 

                     ¿Qué cuerpo no es desgarrado por el esfuerzo?, ninguno. 

 A veces el camino llega sin propósito, quiero decir, que solo sucede. Como el caminante que sabe que, para llegar al hogar debe caminar.

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