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Entrevista a la profesora María Cecilia Roa

Por: Tomás Antolínez, estudiante de Derecho y Ciencia Política en la Universidad de Los Andes. En colaboración con el CIDER.

En septiembre pasado se realizó en la Universidad el Foro “De la transición energética a las transformaciones socio-ecológicas” que fue una iniciativa colectiva de varias organizaciones entre las que se encontraban CENSAT Agua Viva, la Fundación Böll y el Centro de Estudios Interdisciplinarios para el Desarrollo – CIDER de la Universidad de los Andes, del que hace parte la profesora María Cecilia. La profesora Roa García es PhD en Recursos Naturales, Ambiente y Sostenibilidad de la Universidad de Columbia Británica y tiene una Maestría en Desarrollo del LSE. Nosotros la entrevistamos para que nos contara sobre los temas que se discutieron en el Foro y sobre la coyuntura actual del país y las propuestas que se han hecho desde el Ministerio de Minas con relación al “decrecimiento”.

¿Cuál es la relación entre la transición energética y el decrecimiento? En la misma línea ¿A qué se refiere esta teoría y de dónde surge?

La transición energética ha surgido de darnos cuenta de que como sociedad tenemos que hacer algo frente a la crisis climática y específicamente a esa dimensión que es el calentamiento global y que no podemos seguir consumiendo la energía como lo hacemos ahora. De que tenemos que cambiar nuestra relación con la energía. Entonces digamos que existe una relación directa entre la propuesta de la transición energética y la crisis climática.

La teoría del decrecimiento se origina no desde la crisis climática, sino desde otras dimensiones de la crisis planetaria, que no tiene que ver solamente con la crisis climática sino también con dimensiones sociales. Viene por ejemplo de darnos cuenta como sociedad que el crecimiento económico no soluciona la pobreza. El modelo económico basado en el crecimiento infinito falló porque no ha podido resolver el hambre ni la pobreza. Entonces el decrecimiento le apunta a muchas otras dimensiones de la crisis global de la que la crisis climática es una sola parte. La teoría plantea que tenemos que redefinir las metas económicas que tenemos como sociedad para que ya no sea el crecimiento del PIB, por ejemplo, que la sociedad no se preocupe tanto porque el PIB crezca, sino por tener otras mediciones de bienestar social, como las condiciones para la vida digna de todos y todas, y que incluya la relación entre la calidad del medio ambiente como parte del bienestar del ser humano.

 ¿Pero entonces nosotros vamos a crecer o deberíamos decrecer? o ¿Deberían decrecer los países más desarrollados?

Bueno, esa es una pregunta muy importante. Hay sectores económicos que en la lógica de la transición socio-ecológica deberían empezar a decrecer en todos los países, como el sector de los combustibles fósiles. No solo porque son la principal causa del calentamiento global, sino porque a medida que se agotan las reservas más accesibles, energéticamente no tiene sentido invertir más energía en su extracción que la que contienen los combustibles que se extraen. Pero claro que hay países que, dentro de la lógica del crecimiento, tienen que propiciar el crecimiento de ciertos sectores, por ejemplo, el sector salud tiene que crecer en países donde la población no tiene acceso a condiciones de acceso a servicios de salud.

Pero a mi modo de ver, lo que deberíamos hacer es cambiar la meta. O sea, dejar de pensar en el crecimiento como una meta social y pensar, por ejemplo, en unas metas de bienestar. De satisfacción de necesidades que tenemos como país, aspirando a que todas las personas tengan sus necesidades básicas satisfechas, en lugar de pensar que el crecimiento económico lleva a un efecto cascada donde eventualmente las personas empobrecidas tendrán mayores oportunidades.

¿Cree que Colombia tiene responsabilidad en el avance del cambio climático o más bien le corresponde a otros países?

En términos de emisiones sabemos que Colombia no emite siquiera el 1% de los gases de efecto invernadero a nivel mundial. Entonces en términos absolutos los países que no son grandes emisores no tienen la misma responsabilidad y por el contrario sufren más las consecuencias del calentamiento global. Por eso cuando hablamos de responsabilidades, es necesario hablar de justicia climática para exigir que los grandes emisores no sigan ofreciendo falsas soluciones como los mecanismos financieros para compensar emisiones y se comprometan con cambios culturales que lleven a consumir menos energía. Pero eso no quiere decir que los países que no son grandes emisores como Colombia deban seguir la misma trayectoria de consumo energético de los países emisores. Si somos consecuentes con los impactos del cambio climático que estamos viviendo como país, deberíamos estar comprometidos con contribuir a aliviar el sufrimiento de las poblaciones que ya son víctimas del cambio climático por el incremento en el nivel del mar, la mayor frecuencia y magnitud de los huracanes, las inundaciones y todos los desastres asociados al cambio climático. Por otro lado, no siendo un país petrolero, pero sí un territorio donde habita una enorme diversidad biológica, la extracción de combustibles fósiles se está haciendo con daños irreversibles a grandes ecosistemas de donde se alimenta mucha gente y a costa de perder diversidad biológica. Adicionalmente Colombia es un país que ha tolerado niveles muy altos de inequidad e injusticia y mantener el statu quo energético no va a hacer otra cosa que profundizar esas injusticias.

Pero en ese sentido, ¿Cuál sería la responsabilidad entonces de los países más emisores?  ¿Por qué es importante la justicia climática?

La justicia climática es una idea compleja porque no atañe solamente a consecuencias ambientales, sino que atraviesa sistemas sociales para afectar diferencialmente a la gente por su raza, género, clase, localización geográfica, y también a ecosistemas y otros seres vivos. Por eso las soluciones que busque la justicia climática deben abordar las injusticias históricas y sistémicas que el cambio climático profundiza. Uno de los principales temas que aborda la justicia climática es la cantidad de emisiones que deberían reducir los países desarrollados, pero hasta ahora lo que han hecho esos países a través del Acuerdo de París ha sido someterse a reducciones voluntarias que están muy lejos de las reducciones necesarias para prevenir un calentamiento por encima de 2 grados Celsius por encima de los niveles preindustriales, cuando para muchos países niveles por encima de 1 grado de calentamiento es catastrófico. Otra forma de aproximarse a la justicia climática ha sido a través de las finanzas, es decir el dinero para ayudar a los países más pobres a que se adapten a un planeta más caliente e inestable. En el año 2009 los países ricos se comprometieron a crear un fondo de 100 billones de dólares anuales para ayudarle a los países más vulnerables a adaptarse. Pero esa meta económica nunca se ha alcanzado y no solo eso, sino que la mayor parte del fondo se ha entregado a los países pobres en forma de créditos, es decir que los países ricos esperan obtener ganancias de estos recursos. Además, se sabe que gran parte de los fondos se han usado en reducción de emisiones y no en adaptación, cuando hay un número creciente de personas en países vulnerables que lo pierden todo en desastres climáticos. También hay una iniciativa de países vulnerables que están pidiendo una nueva categoría de finanzas climáticas para compensar las pérdidas y daños de las que no se podrán recuperar. La dimensión de lo que implicaría dicho fondo ha hecho que muchos países desarrollados se resistan siquiera a discutirlo.

¿Por qué sigue existiendo interés en la extracción y consumo de gas siendo un combustible fósil y no de transición?

Decir que el gas es un combustible de transición está ignorando que el gas metano es 90 veces más potente que el CO2 en atrapar calor cuando llega a la atmósfera.

En Estados Unidos -el gas de esquisto que se escapa de las instalaciones donde se hace fracking está teniendo un impacto enorme en el calentamiento global. Entonces, el gas no es un gas para la transición energética.

El problema es que en Colombia todavía tenemos una alta dependencia del gas para cocinar y para algunas ramas del transporte urbano y por eso es que no podremos dejar de extraerlo y quemarlo mientras transitamos a unas fuentes limpias. Pero nuestro horizonte de 10 a 15 años debería ser de no seguir extrayendo gas.

¿Cree que el gobierno actual va en la dirección correcta para lograr un país menos dependiente de los hidrocarburos?

Creo que el gobierno actual ha dado señales de estar comprometido con una transición energética justa, pero también parece que los intereses del sector extractivo, y en general la dependencia sistémica que tenemos de los combustibles fósiles no solo para el consumo, sino también para financiar el Estado, la van a retrasar.  Creo que este gobierno tiene claro que hay sectores que pueden liderar la transición energética, como es el sector agroalimentario. En este sentido la reforma agraria tiene un enorme potencial de contribuir a la transición energética justa. Sin embargo, hay muchas inconsistencias y tensiones en las metas que se ha propuesto el gobierno. Por ejemplo, ¿cómo se pueden seguir expandiendo los parques eólicos en la Guajira sin desplazar más población Wayúu de su territorio? ¿Cómo se puede producir hidrógeno verde sin secar ríos de los que dependen tantos ecosistemas y comunidades? Con relación a los mercados de carbono, el gobierno no ha tomado una posición clara, y pareciera que sigue creyendo que pueden ser una oportunidad para conservar la Amazonía y las demás selvas del país, cuando en realidad son un mecanismo de compensación por las emisiones que siguen haciendo los grandes consumidores y que reducen biomas enteros a simples sumideros de carbono. Creo que al gobierno le hace falta mirar a la transformación cultural de la generación y consumo de energía.

¿Cuál ha sido la tendencia para la toma de decisiones en materia de trasición energética desde la industria extractiva en tiempos de post-covid?

La transición energética se está realizando en muchos lugares por medio de un extractivismo extremo, con el pretexto de la recuperación económica postpandemia.

Cerca de 1/3 de los proyectos extractivos están relacionados con procesos de acaparamiento de tierras o recursos, exclusión, invasión por destrucción del medio ambiente y empeoramiento de la desigualdad en los territorios. O sea, un tercio de todos los casos estudiados en el mundo tiene que ver con estos ejemplos de desposesión. Lo que sugiere que los esfuerzos de mitigación del cambio climático excluyen sistemáticamente a los más débiles.

La implicación puede ser que los problemas de desigualdad y exclusión son intrínsecos al régimen actual de la energía con bajas emisiones de carbono. También se ha encontrado que los más perjudicados por los proyectos de mitigación del cambio climático son formas de vida no humana, como hábitats y ecosistemas,  aunque hay un amplio espectro de víctimas de los proyectos de mitigación. O sea, la transición energética no se está haciendo de manera justa. Se habla mucho de la transición justa, pero en la práctica la transición está teniendo unos impactos devastadores.

En Colombia, tenemos el terrible ejemplo de la Guajira que está pasando de un extractivismo del carbón a un extractivismo de la transición energética. Los estudios que se han hecho en el istmo de Tehuantepec en México, muestran que lo que sucede en ese territorio se trata de etnocidio, de ecocidio, de devastación absoluta de los territorios donde habitan los pueblos indígenas

En términos de cambios culturales ¿qué se requiere para transitar hacia otras relaciones con la energía?

Esta pregunta es muy importante. Porque si en realidad la transición energética se estuviera planteando desde los cambios culturales no estaríamos hablando de paneles solares ni de parques eólicos. Estaríamos hablando de cómo tenemos que cambiar nuestro comportamiento, cómo tenemos que relacionarnos con la energía para poder reducir nuestra dependencia.

Cambios culturales implican por ejemplo entender la energía como un derecho y que cada persona pueda producir energía para su hogar y contribuir a una red local de abastecimiento solidario. Que la energía podría ser comunitaria sin ánimo de lucro, manejada en pequeñas cooperativas energéticas a nivel de barrio o de veredas. Si pensamos el sistema a otra escala donde seamos más dueños de la energía y tengamos una relación directa con la energía, entonces ahí se nos va a abrir la mente para otros diseños y para otras maneras de producirla, de consumirla y de transarla. Existen ejemplos interesantes en países como España y Alemania sobre formas de concebir la energía.

El cambio cultural es fundamental, para dejar atrás los viajes en avión, que todavía son una aspiración que está en el imaginario de mucha gente. La locura de importar maíz y frutas de alto carga energética por la huella de fertilizantes y transporte, a un país donde se tienen todos los pisos térmicos para producir una gran diversidad de alimentos. Esos cambios culturales son más importantes que el cambio de la matriz energética, es decir que el reemplazo de unas fuentes de energía por otras.

 ¿Pero, y en ese cambio cultural no es muy importante también el cambio de la cultura de la producción infinita a un cambio de entender el decrecimiento?

Exactamente. La teoría del crecimiento económico es una causa fundamental de la crisis planetaria que ha tergiversado incluso la naturaleza humana. La esencia del ser humano es la cooperación, no la competencia. Las múltiples crisis que atraviesa el planeta presentan el desafío más importante que enfrentaremos como especie y no va a ser a punta de capitalismo salvaje que saldremos de ellas.

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