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El pájaro está libre

Por: Juan Esteban Arango. Estudiante de derecho de la Universidad de los Andes y miembro del Consejo Editorial. Sección Jurídica.

“La razón por la que adquirí Twitter es porque es importante para el futuro de la civilización tener una plaza digital común, donde se pueda debatir una amplia gama de creencias de manera saludable, sin recurrir a la violencia. Actualmente, existe un gran peligro de que las redes sociales se dividan en cámaras de eco de extrema derecha y extrema izquierda que generan más odio y dividan a nuestra sociedad”- Elon Musk.

Así se dirigía Elon Musk el 27 de octubre de 2022 a los usuarios y anunciantes de Twitter tras la adquisición de la red social en un negocio de $44 mil millones de dólares. Al apropiarse de la red social, el magnate la retiró de la bolsa y la convirtió en una compañía privada, alegando que su razón ulterior es transformarla en un espacio de diálogo saludable. 

No obstante, la batalla legal que ocurrió en la transacción, esta compra crea una afectación fundamental a la armonía de nuestra civilización. Lo anterior, teniendo en cuenta que, en el curso de la historia, los asentamientos humanos han utilizado diversas fuentes de riqueza: primero, la civilización agraria utilizó la tierra; después, la sociedad industrial se valió del carbón y el petróleo; y ahora, nuestra civilización cibernética emplea la infraestructura de las tecnologías de la información, los algoritmos y la información. Este cambio de paradigma implica que en el mundo se ha redefinido el poder nacional y, por lo tanto, el caos internacional. Puesto que, ya no son únicamente los Estados quienes ejercen un gran poder de coerción sobre las discusiones, sino que las empresas de tecnología han adquirido el poder de influenciar la superestructura global. 

La humanidad existe en una realidad en la que el ágora -centro de la cultura, el comercio y la política de las ciudades estado griegas- se  convirtió  en el ciberespacio como foro democrático por excelencia. Sin embargo, la intangibilidad de este espacio, que algunos han descrito como la mente de la civilización moderna, ha hecho imposible aplicarle una lógica de propiedad privada. Por lo anterior, la compra de Twitter impone grandes interrogantes respecto a la libertad de expresión, el nuevo orden mundial y la legitimidad de las democracias. Pues, en este texto se demostrará que la adquisición de Twitter por parte de Musk representa un riesgo para la libertad de expresión, la visión del futuro y el orden internacional vigente. En este orden de ideas, el libre mercado de las ideas se encuentra amenazado por tres grandes cuestiones: (i) la financiación para la compra de Twitter, (ii) la visión unilateral de Musk sobre cómo debe ser el futuro y (iii) la afiliación política de la mayoría de sus trabajadores.  

En primer lugar, el príncipe inversionista de Arabia Saudita, Alwaleed bin Talal, aportó para la compra de la red social un capital de 1.900 millones de dólares, lo que lo convirtió en el segundo accionista más grande después de Musk. Aunque esta inversión de capital solo representa el 5% de la compañía, lo cierto es que las condiciones del príncipe representan una amenaza para el futuro de la libertad de expresión. Esto, pues en noviembre de 2017, el príncipe y otros altos miembros de la familia real fueron detenidos en el Ritz Carlton por autoridades de Arabia Saudita, que alegaban supuestos cargos de corrupción. Cabe entonces preguntarse qué implicaciones puede traer el apalancamiento de un príncipe saudí para el templo de la democracia y la sana discusión. Por ende, es una realidad latente que Arabia Saudita es un país que se ha caracterizado por su fuerte restricción del derecho a la libertad de expresión, de asociación y de reunión, incluso imponiendo penas de prisión a las personas por exponer opiniones diferentes. Por lo que no parece entonces que la red social se vaya a convertir en lo que Musk prometió: “una plaza digital común donde pueda debatirse de manera sana un amplio espectro de creencias”. No obstante, es importante aclarar que, la procedencia de Alwaleed bin Talal no implica necesariamente que es un peligro real para Twitter, pero, si es una situación que presenta varias dudas.  Pues, el 5% del apalancamiento para realizar la compra proviene del príncipe, lo que lo convierte en el segundo mayor accionista y una pieza interesante en la adquisición.  

En segundo lugar, Twitter era una compañía que cotizaba en la bolsa de Nueva York, lo que implicaba que sus acciones de alguna forma estaban “democratizadas” entre muchos accionistas. En consecuencia, las decisiones que se tomaban sobre la compañía debían considerar más las preocupaciones del público que invertía en ella. No obstante, Musk decidió hacerla una compañía privada, lo que le da mayor control sobre las decisiones, no tiene que hacer divulgaciones públicas trimestrales sobre su desempeño y está menos regulada. ¿Qué significan estos cambios para la red social y la libertad de expresión? El foro público predeterminado para la humanidad se va a convertir en la visión del futuro de un multimillonario, y no en el resultado de un diálogo amplio, democrático y colectivo. Aunque, Musk dice que quiere convertir a Twitter en un espacio en el que la censura no tiene cabida y busca crear un concejo de moderación de contenido con diversos puntos de vista, lo cierto es que detrás de todo esto parece querer imponernos su visión del futuro y sobre todo de lo que representa expresarse libremente. El poder que manejan las redes sociales para controlar el futuro de la política internacional está fuertemente viciado por la perspectiva de un multimillonario, pues qué significa para Musk no convertir a la red social  “en un infierno de la libertad, donde todo se pueda decir sin consecuencia alguna”. 

En tercer lugar, es imperativo cuestionar la composición de los empleados de Twitter y el poder que ello tiene para influir en las políticas de censura y de moderación de contenidos. De acuerdo con un estudio realizado por la organización Open Secrets en las elecciones de 2020, se encontró que de las contribuciones que los empleados realizaron a las campañas presidenciales en Twitter, 909.43 mil dólares fueron donados a la campaña de los demócratas y solo 14.14 mil dólares a los republicanos. Es decir, los empleados de Twitter donaron 64 veces más a la campaña de Biden que a la de Trump. Conviene entonces preguntarse, ¿qué señala esto respecto a la libertad de expresión? El discurso libre juega un papel fundamental en el desarrollo de la democracia. Por ello, tener a una mayoría demócrata definiendo las políticas de censura, los lineamientos de discursos prohibidos y programando la interfase virtual de la plataforma, trae varias dudas. Por ejemplo, la forma en la que puede influir la programación de la red social y el contenido al que los algoritmos le dan prioridad. Entonces, es claro que esta composición política de la fuerza laboral conlleva un riesgo, pues puede convertir a la red en un espacio sesgado. En este orden de ideas, convertir al pájaro azul en un espacio neutro donde el diálogo amigable florece, conlleva un reto que Musk ya parece afrontar, pues despidió al 50% de los empleados. 

En conclusión, las redes sociales están reconfigurando y transformando nuestra sociedad; ya no son un riesgo, se han convertido en una fuerza real e inminente. En efecto, estos espacios demostraron ser una fuerza política latente en el Brexit, en Filipinas con Duterte, en las elecciones presidenciales de Estados Unidos y en el genocidio Rohinyá. Asimismo, han influido en muchos otros sucesos que han alterado de forma disruptiva la estructura internacional. En este orden de ideas, el futuro del libre mercado de las ideas parece temblar desde sus cimientos y la discusión está abierta.  

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