Tres relatos breves y tres años de sueños

Por: Lorenzo Riaño, estudiante de derecho y filosofía en décimo semestre. Miembro del periódico Al derecho, sección cultura.
Introducción al lector nuevo.
Son tres relatos inconexos que versan sobre el desamor. El punto fundamental es reconsiderar la existencia individual del amor. Es casi cierto que el amor, siempre viene con desamor. Esto es indefectible e indenunciable, puede ser falaz, pero será hermoso.
En ellos, se sueña valiéndose de la poesía. El único fin es desglosar por medio del concepto de creación literaria el significado de la máquina de hacer sueños.
Aquí un breve resumen o una breve nota.
Los personajes, humanos en busca del sentido, lo perdieron. Los lectores, desconcertados, no entendieron nada. Este fin o esta ensoñación es un juego. Un juego poético.
Será tarea del lector interpretar de la manera que lo considere cuál es el sentido último de los relatos.
Creaciones mágicas, iluminaciones. La máquina de hacer sueños (1), el extraño relato de Alejandro Devilleneuve.
Lo posterior, lo que será leído, fue encontrado en un cajón en el barrio Quinta de Camacho, en la ciudad de Bogotá hace algunas semanas. Sabrán que es el barrio de las casas universitarias. Un barrio nostálgico de mi ciudad.
No sé si fue mi curiosidad volitiva por abrir cajones ajenos, o la preterintención de mis actos, pero ella me llevó a distanciarme de la visita guiada en la que participaba. En una de las casas, la casa rosa, comencé a abrir cajones, acto seguido, encontré los cuadernos de Devilleneuve.
Su existencia la conozco gracias a un misterioso profesor que citaba sus versos, cada vez que le era imposible esgrimir argumentos para defender sus explicaciones. El hombre, un joven lúcido, decía que la única explicación de una metáfora, es el regocijo de no entenderla. Su enunciado, es tan falaz, que lo sigo citando como un gran verso. Le agradezco a ese profesor. Desde ese día soy falaz en lo que digo.
He aquí lo que decía uno de los cuadernos:
Cuaderno número 4, abril, año 2000. De la muerte de Roberto Bolaño.
Toda creación tiene a la base un espectro luminoso que la hace más comprensible. De aquí se sigue que, todo lo que es creado, es comprensible. No entiendo cómo personajes como Don Quijote se han convertido en cursos literarios, si el ímpetu del Quijote es la enseñanza del soñar. No entiendo, nunca entenderé si, en efecto, hay algo que entender, pero me opongo rotundamente. No veo forma más nefasta de aprender a soñar que leer. ¿Debería el sueño ser ajeno a cualquier interpretación?
Todas las creaciones mágicas deberían ser especie y de su género solo se debería debatir en el diván o en el lecho de muerte. La creación es un fuero personal que de hacerse público conjetuaría la verdad, el gran problema sería el conocimiento público de la verdad, la verdad analítica. Nunca antes habíamos convertido la creación en una pasión por sentirse miserable, quien cae a su vez, en un extraño paternalismo ontológico y terapéutico. De aquí, que la literatura haya perdido su sentido, desde la muerte de Roberto Bolaño, ya no hay creación, ya no hay tierra.
Me dirán que estoy errado los mejores analistas, pero a ellos, les dejo su república, su república de la otredad.
Esto no es una reliquia histórica sino un manual de urbanidad mental. Pues bien, en estas discusiones se enmarca la máquina de hacer sueños.
Para los sueños es otra historia, una historia de reinos baldíos y de perros sin hogar, ¡perros románticos!. Para los sueños, creo que, simplemente ser denotados como sueños, es lo que los hace incomprensibles. Por eso, no hay sueño comprensible, solo hay sueños por comprender. Lo que los diferencia de la realidad, son su comportamiento deontológico, el sueño que siempre nos pide ser entendido. Algunos poetas me dirán que todo es comprensible. Pues bien, nunca han soñado, ni nunca soñarán porque poetas son. Tenía razón el refrán de De Greiff :
“Juego mi vida, cambio mi vida, de todos modos, la llevo perdida”,
Es muy convincente que un poeta sepa que, aunque juegue su obra, al azar nadie nunca lo escuchará. De aquí surge el extraño principio de la creación de sueños, la máquina impenetrable de lo personal. El convencimiento de la creación, solo es un artilugio mágico, en el que creen los poetas, que solo consiguen alegrar al moribundo o al que se llama a sí mismo, soñador. Creo firmemente que, solo la invención de Morel ha llegado hasta este convencimiento argumentativo. Solo él, ha entendido el principio de la creación mágica. De aquí se sostiene, que todos los que se han querido parecer a él, han sido invenciones más no Morel. Por eso Borges la llamó casi obra perfecta. Nadie en la historia se ha iluminado más que Morel, quien gastó esfuerzos, en usufructo, todas sus energías en algo que nunca será leído por ojos Finnegasianos.
Confieso que la máquina de hacer sueños es un proyecto tan enmarcado en la dimensión de lo absurdo que quienes quieran entender algo de él, deberán fundar una doctrina hermenéutica que se llame “técnica de análisis lingüístico de los sueños” no solamente partidarios de “la interpretación de los sueños” que quienes sabrán, es otra doctrina muy famosa.
Pues bien, no habrá más que decir, que el sueño es en su totalidad una interpretación del contenido latente del que somos responsables por enfermos y por neuróticos.
Así mismo, la máquina de hacer sueños y su entendimiento racional sólo nace de un proyecto malicioso por representar al otro, lo que no desea ver. La máquina, la mente, está escondida en algún lugar, y es deber de ustedes jóvenes volverla memoria.
Alejandro Devilleneuve.
Creaciones mágicas, Iluminaciones y las Crónicas del Fin del Mundo por Alirio Perla. La máquina de hacer sueños (2)
De Alirio Perla se sabe que era partícipe de un grupo insurgente y bandolero de nombre, La balada de los Perlas. Grupo que tomaba posesión de los pueblos en la baja Boyacá. De ellos se conoce poco, y más sin embargo, su Apología a la exégesis incomprensible es frecuentemente leída en los círculos izquierdistas Bogotanos.
Su líder, al parecer, Beatriz Pieri, era una reconocida profesora de filosofía, al parecer, una eminencia en la interpretación de Las Confesiones de Agustín.
En un artículo del diario El paso, se supo de su muerte, ejecutada por Alirio Perla, su pareja, al parecer cuando la encontró en su lecho con otro hombre. A raíz de este encuentro, Alirio Perla conoció el miedo. El miedo que solo fue una razón para devenir poeta.
El poeta, como sabrán es tan mártir como el bruto o como el ecléctico, es por eso, que la real diferencia radica en su belleza. La obra de Alirio Perla encuentra ese aire de cinismo e ineptitud común a todos los poetas mediocres, o todos los no poetas; sin embargo, hace un detallado retrato de su estabilidad mental, razón más que suficiente para atribuirle algo de valor. A la larga, el valor de la poesía es volitivo y su fin es personal. Por eso, hemos dejado de leer poesía.
Del final de su vida se conoce que al salir impresa la primera edición de Las crónicas, reunió a los últimos integrantes de La Balada, y en un innegable acto narcisista se auto expulsó del grupo. Esto fue lo último que se supo de él.
Aunque para las malas voces, las voces del murmullo, su poesía siguió. Para algunos, vive en una extraña casa a las afueras de Bogotá, donde comparte sus comidas con tres aves y dos perros.
Para otros, murió ahogado en un viaje a San Blas, y en realidad, su obra es plagio.
Otros opinan, que Alirio Perla nunca existió, y que su existencia al menos ficcional, se debe a una de dos causas: A la ejemplar lectura de la magna, Invención de Moral (Bioy Casares) y en consecuencia a un arrebato, de compararse a la grandeza, o bien a la mediocridad literaria de algún escritor o prospecto de escritor, que en su imposibilidad por parecer auténtico, utilizó una vez más la infalible figura del escritor perdido, ya desgastada históricamente con Rimbaud, para crear una simbiosis entre lectores gazuzos y escritores sin inspiración.
Este es un fragmento retomado de las Crónicas del fin del mundo del misterioso escritor Sutano, Alirio Perla Ricardo González (1934). En él, se puede apreciar el fenómeno del miedo a dormirse. Espero utilizarlo para llegar por lo menos a algunas conclusiones.
“En detrimento de la especialidad y de lo poco que un gandul puede no omitir al ser sincero en los motivos relacionados al sueño, confieso:
Haber amado y confieso a la madre
Confieso perros, herejes y badulaques
Confieso la ira y el aquelarre
Atravieso por el peor momento del letargo
A las orillas y sin embargo
Al padre sin resentimiento le demuestre
El tono oscuro del verde
Cuando el menoscabo es deterioro
Me oro y me plato
de tan infantil moro
Ya se acaba la experticia
de este lobo
Cuando en sus fauces, la culpa
Del no dormir
Y del desaparecer
Resta lo indivisible
¡lo propio!…
El poema hace perceptible la relación entre la culpa y el sueño. Justo al inicio, hay una referencia al primer amor, a la madre. Esto parece indiferente, hasta que aparece la culpa a modo de confesión. Para San Agustín el mal consistía en: “el mal como privación” en ese orden de ideas, el mal, es la cavidad del ser donde prima la negación de lo bueno o más simple, lo malo.
De aquí en adelante, el poema hace más sentido.
Continúan las confesiones, algo rebuscadas, aunque por esto, no dicientes. Todo parece sistemático hasta que aparece la figura del padre perdonado. Entonces, si el amor de la madre genera culpa es tal vez porque el deseo del hijo proviene de su rivalidad o envidia con el padre.
Luego hay un verso estremecedor, “se acaba la experticia” como si Perla dijera: “se acabó la racionalidad y ahora en la infantilidad afloran los sentimientos puros, o en sus términos “las fauces de la culpa”
Al final del poema, se ve claramente la figura del sueño o del letargo, “ del no dormir”, “del desaparecer”, “resta lo indivisible”, “lo propio” En paráfrasis, esto quisiera decir algo del estilo de: “como siento tanta culpa no puedo dormir, si no duermo me ufano de mi irracionalidad entonces desaparezco en el entorno de lo real y por esto, vuelvo a mi infancia, al lugar más seguro, donde nada es divisible, (¿se estaría refiriendo a que los niños en su torpeza no logran distinguir el cariño del amor?) Tal vez de ahí viene la confesión sobre la ira.
En conclusión, Alirio Perla estaba en el fondo negando el amor de la madre por medio de la culpa.
Creaciones mágicas, Iluminaciones y “Las cosas imposibles en las suposiciones mágicas” un texto de Pedro Luis Hodeg. La máquina de hacer sueños (3)
Pedro Luis Hodeg, Noches de ufanidad, 1 Enero 2022, Buenos Aires.
A veces, pensamos que las cosas imposibles, son cosas incapaces. Quiero decir, que lo imposible es incapaz. Otras veces, imaginamos que la sustancia de nuestras palabras es la verdad, cuando en el fondo hablamos sin creer que el otro existe. No me refiero a la banalidad, me refiero tal vez, al fin de la comunicación a la desidia.
El autor en este texto, se propuso, violar o transgredir lo humano, quiso decir que a pesar de sus defectos reconocía la máquina y que la máquina lo reconocía a él mismo. La Máquina no quiso conceder lo ufano, en su ser, solo pensaba en ella misma.
En otras palabras, planteó que de la honestidad sólo es perceptible la debilidad. La debilidad y su espectro irascible representan, en últimas, el dolor del que desea. El que desea es superfluo, es eunuco de su mente, no piensa, solo pierde. Espero que esto se entienda en el texto del autor que voy a citar.
Nota preliminar:
Santiago Parra, editor de la Revista El Menester, 2007, Nota sobre Noches de Ufanifdad:
“Hodeg hace plagio, reconstruye macabramente el relato de Sergio Stepansky de León de Greiff, lo que hace es plagio, y debe ser sancionado y nunca leído”
Pedro Luis Hodeg, noches de ufanidad 2 de junio 2022, en algún lugar:
Te conozco desde hace tiempo reflejo, te miro, me pierdo.
te buscas, te olvido. no te conozco.
pero al mismo tiempo te siento.
Cuántas noches de soledad no buscamos el mismo propósito, dirán, divertirse, ser feliz, o en el usufructo vivir.
te pierdo, cada vez que te enamoras te desconozco pero te pienso.
y si es verdad que el amor, al surgir, que surja y que no lo olvide. pero lo olvidé;
lo olvidé en el altar o lo olvidé en el juego. lo jugué al azar.
lo jugué al vino o me quejé. Lo jugué por el todo y lo jugué por nada y de la nada, nada tuve.
lo vi perderse en lo más alto, lo conocí pero no lo recibo.
me jacto de mi honor cuando los juegos en seis piernas se entremezclan imperceptibles en la pereza.
me reveló algo más alto, y me desconoce.
me desvivo, me gusta, precoz.
me entrego, me cohíbo, y de la culpa solo queda ella, tal vez, su aliento cuando confiesa quién me quiere.
y de allí solo quedan mis lágrimas.
¿Cuántas lágrimas?
Las mejores, las últimas, las tristes, las que son irreconocibles para los que se interesan.
Fuego que inhala la desesperación por el ser querido, y en su manifestación solo queda la pérdida.
Cuando es tenaz, cuando es maldita, cuando se defiende en la gloria. cuando se pierde se busca, y se olvida que sigue siendo lo deseado.
En este fragmento de noches de ufanidad, el autor solo esperaba una cosa, ser incomprendido, es muy claro que el propósito del poema es la adulación a una dama. Aquella dama, María Helena Prieto, la cual nunca lo quiso y nunca lo deseo.
Ella, risueña, a veces hermosa, lo consideraba cercano. Él la quería, la buscaba en el sin fin de razones por las que una persona se interesa por otra. Que sin más, es una figura, llamada fascinación.
El poeta o el sórdido o el enemigo quiso representar la falta o el resto que queda luego del rechazo. Trató, mediante metáforas, de reconstruir su bienestar, cuando en el fondo desechado, intentaba volver a amar. Este fenómeno, conocido y retratado en mil obras puede más que cualquier enfermedad, llamado pérdida, vuelve a la vieja usanza de la violencia, no es menester querer probar su inexistencia, es un hecho absoluto y su condición es inevitable.
Por lo demás, lo que se refiere al lugar de las emociones, es solo un lugar propio e inevitable donde la luz se oscurece. Sin embargo, el último fin de su poema era el desamor, o tal vez, conocer todas las razones por las que no hay que enamorarse, las enumero:
i. la no reciprocidad.
ii. el no deseo.
iii. la castidad.
iv. el miedo a la locura.
v. la desesperación.
vi. la pena, la pesadumbre o la melancolía.
vii. y para terminar, el juego.
Tal vez, así, luego del testimonio de Pedro Luis Hodeg, dejemos por fin de enamorarnos.
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