Un gorila de reforma política

Por: Juan José Espíndola, estudiante de Derecho en la Universidad de Los Andes
Desde hace algunos meses hemos oído hablar de la “fundamental” reforma política del gobierno de Gustavo Petro. Al parecer, esta es una reforma que se encuentra encaminada a generar más garantías democráticas dentro de los partidos. Sin embargo, esta reforma trae consigo varios micos que le permiten al Pacto Histórico hacer los arreglos que hagan falta para seguir desgobernando y tirándose al país. Al parecer, el modus operandi corrupto y criminal de las élites políticas, que tanto criticó Petro en sus tiempos de senador, están bien si los autores son los compañeros del Pacto Histórico; el presidente parece creer que hasta el más turbio de los actos políticos, la negociación con narcos por parte de su hijo o el llamado cerco humanitario de la guardia campesina, como lo denominó el ministro Prada, son purificados por venir de su gobierno y sus adeptos.
Mal haríamos en no reconocer que ciertas cosas de la reforma pueden resultar útiles, y por supuesto, estarían encaminadas a generar garantías democráticas necesarias para Colombia; claros ejemplos de lo anterior son la posibilidad de generar listas por completo conformadas por mujeres y la obligación de los partidos de conformar sus listas por medio de mecanismos como las consultas internas. Sin embargo, la reforma es ambigua en varios de los cambios que introduce y, además de ello, plantea engaños que se pasan por debajo de cuerda sin que los colombianos nos enteremos de los micos que se aprobarían. Sobre el tema, hay que tocar tres puntos fundamentales: primero, las listas cerradas; segundo, cómo las listas cerradas excluirían, eventualmente, a las mujeres y, tercero, que los congresistas (obviamente a favor del gobierno o en proceso de serlo) puedan ser ministros sin ningún impedimento.
Sobre el primer punto, la reforma anuncia en un principio que los partidos están obligados a establecer las listas por medio de mecanismos que fomenten la participación y el correcto desempeño del ejercicio democrático dentro del partido. Sin embargo, y dando contentillo a los partidos políticos vendidos, la reforma plantea el primer mico, al plasmar en el borrador que si no se pueden utilizar, por cualquier motivo, estos mecanismos democráticos, los partidos podrán definir las listas por consenso. Y esta figura del consenso, ¿qué es? No es más que la facultad que le daría la reforma a los grandes jeques de los partidos, los presidentes y las personas que “de verdad pesan” para que puedan elegir calladitos y por debajo de la mesa quién va o no dentro de las listas, a dedocracia (tal como lo podemos evidenciar en las listas que conformó el Pacto Histórico en las anteriores elecciones legislativas con el senador Alex Flores y el representante Agmeth Escaf).
En segundo lugar, la reforma anuncia, que, por un período, las famosas listas cerradas no tendrían la obligación de cumplir con la ley de cuotas al momento de conformar y presentar las listas al CNE. Esto es problemático, porque este gobierno directamente desconoce la participación de los grandes liderazgos femeninos en la política. Durante años la política en Colombia ha excluido a las mujeres, y ahora resulta que en el momento en el que por fin llega “el cambio”, el gobierno evade todo compromiso con la equidad de género. Es fundamental para un país tan diverso como Colombia reconocer los distintos liderazgos que produce la política y esto incluye, por supuesto, los femeninos. El hecho de que el gobierno no reconozca estas representaciones no es más que regalar –abiertamente– la política, el liderazgo y el poder a los clanes y gamonales políticos del país, usualmente dominados por hombres.
En tercer lugar, y después de estos gorilas que pretende meternos Gustavo Petro, el gobierno anuncia que las listas cerradas tendrían vigencia por ocho años o por lo que serían dos periodos legislativos y que, además, la inhabilidad de los congresistas de un año para presentarse y ser electos en otros cargos públicos quedaría eliminada; los congresistas podrían ser ministros sin inhabilidad o impedimento alguno. Lo anterior representa un gran peligro para el principio de separación de poderes, puesto que una de las ideas de tener un Congreso, una Rama Legislativa como la que tenemos en Colombia es hacerle contrapeso directo al ejecutivo. El hecho de que el gobierno pueda moldear a cabalidad cómo votarán los partidos a favor del gobierno (recibiéndolos en su gabinete, por ejemplo), viola por completo la separación de poderes, pues se instaura un evidente conflicto de interés en la votación y apoyo político de los congresistas.
Esta reforma política, que solo pretende acomodar de forma descarada al Pacto Histórico, deja las siguientes preguntas: ¿Dónde está la bandera de igualdad de género del cambio de Petro? ¿Dónde están los nuevos liderazgos políticos? ¿Dónde está la gran lucha contra los supuestos clanes corruptos de la política? ¿Acaso esta reforma impulsada por el ministro Prada y supervisada por Petro le permitirá a la familia presidencial seguir con la corrupción de Nicolás Petro? ¿Dónde está el cambio? O es que acaso, ¿el cambio solo es cambio cuando Petro se legitima en su lucha contra el uribismo y se hace el de la vista gorda cuando la corrupción, el machismo y el clientelismo le convienen?
El cambio NO EXISTE, y eso de vivir sabroso es solo para aquellos hombres que pertenecen a la lucha de Gustavo Petro. Pues la corrupción, el narcotráfico y el tráfico de influencias solo están bien cuando Petro, su familia o sus allegados lo hacen.
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