La gripe que tumbó a un Presidente

Por: Alberto Caycedo, Pedro Chaves y Carlos Beltrán, miembros del Consejo Editorial del Periódico Al Derecho (Sección Jurídica).

Unos presidentes caen por tramposos, como Nixon en el Watergate. Otros, por corruptos, como Kuczynski con Odebrecht. Algunos más, como Allende o Árbenz, por golpes de Estado, episodios clásicos del manual latinoamericano. Pero en Colombia, donde el realismo mágico nunca falta, hace 100 años cayó un Presidente por culpa de una pandemia de gripe. Esta es la crónica de la desventura dentro de una tragedia.

El siguiente relato se remonta a la hegemonía conservadora de inicios del siglo XX en Colombia. En este confluyen una serie de factores históricos, políticos y económicos que se suceden y entrelazan en simultáneo alrededor del personaje principal, hay quien se sigue de forma cronológica en esta crónica. 

Un ascenso a pies descalzos

Si don José María Barrientos hubiera sabido lo que el destino le deparaba al hijo ilegítimo que había tenido con la lavandera del pueblo, aquel al que la precariedad le obligaba a asistir descalzo a clase a través de una ventana, este criollo habría cambiado la historia de la Nación. El Presidente No. 15 de Colombia se habría llamado Marco Fidel Barrientos, y no Marco Fidel Suárez, el hombre de ojos tristes y barba cana que presidiría el Gobierno que se vino abajo por la estridente sorpresa y conmoción que le produjo a los colombianos descubrir que tenían por líder a un ser humano pobre y honesto.

Foto 1. Marco Fidel Suárez con su mamá, Rosalía Suárez. 

Así, en 1918 ascendía al solio de Bolívar un presidente-poeta de 63 años. De su natal Hatoviejo -hoy Bello, Antioquia- pasó a la Secretaría del Ministerio de Relaciones Exteriores en 1885, siempre en paralelo con su carrera como filólogo y apasionado de la lengua. Conoció al legendario académico y Presidente de la República, Miguel Antonio Caro, con quien contrajo una amistad y contertulia que lo llevaron por primera vez a las habitaciones secretas y enrevesadas donde el poder se esconde.

Don Marco, el internacionalista

Cuando su caro amigo asumió la Presidencia en 1892, no dudó en nombrarlo a él, internacionalista de gran prestigio, como Canciller. Ocupó puestos ministeriales en todos los Gobiernos siguientes, hasta 1913. Ese mismo año, el Presidente Carlos E. Restrepo creó la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores con un fin claro: resolver la pérdida de Panamá, que llevaba diez años como una ‘papa caliente’ que pasaba entre gobiernos colombianos, sin solución.

Designó como primer director de la Comisión a Marco Fidel, que en un año preparó un borrador de tratado para suscribir con los Estados Unidos que representaba una triple victoria: reconocía que Colombia había sufrido perjuicios por la dolorosa separación, le otorgaba derecho a un resarcimiento económico por ese motivo y restablecía las relaciones diplomáticas con EE.UU., garantizando condiciones favorables para el uso del Canal de Panamá. De esta manera, inauguraba la aplicación de su original doctrina del respice polum: mirar hacia el Norte, con EE.UU. como estrella polar.

Sin embargo, como todo gran acuerdo en la historia colombiana, esto polarizó al país. Si bien dicho tratado con Estados Unidos se firmó en 1914, este era el último año del saliente Carlos E. Restrepo, que no logró ratificarlo en el Congreso colombiano. Tampoco lo hizo el demócrata Woodrow Wilson en su país, pues el proyecto venía de la administración republicana de T. Roosevelt y poco le interesaba. 

Así llegó al poder en Colombia José Vicente Concha, en 1914, conservador como su antecesor, pero opositor radical del tratado, pues lo consideraba una indignidad y una humillación para el país tener que aceptar la indemnización ofrecida: para ese tiempo diez veces la totalidad de las reservas bancarias de la Nación. Concha puso en el congelador la ratificación, en tanto los americanos no lo hicieran primero, pero pidió que el artífice de la negociación se incorporase a su gobierno, y fue así Marco Fidel volvió al Gabinete, nuevamente como Canciller, en 1914.

La muerte de un hijo

En 1917 Marco Fidel envió a su hijo Gabriel a estudiar ingeniería en Nueva York. No llevaba una vida de lujos, sino apenas decente, y la mayor parte de sus gastos los financiaba el mismo Gabriel trabajando en fábricas locales, pues lo que su papá le enviaba no le alcanzaba para todos los gastos de su sueño americano.

Fue entonces cuando, durante la primavera de 1918, estalló en Kansas (USA) la pandemia de gripe más mortal de la Historia, que en un año mató cuarenta millones de personas. Falleció en Pittsburgh, escribiéndole a un funcionario del lejano consulado en Nueva York: “estoy con influenza, según diagnóstico del Dr. Swope. Probablemente hoy me iré al hospital. Me siento muy mal, muriéndome. He pasado días y sobretodo noches terribles, y me siento solo y abandonado”. Allí, al primogénito del Presidente, lejos de los suyos, enfermo y solo, tannostálgico, abatido y triste que es difícil describirlo”, sin dinero ni para comprarse unos zapatos o para pagar las citas médicas de 1 dólar, lo sorprendió la tragedia mortal. 

Murió el 14 de octubre de 1918, dos meses después de que su padre jurara la Presidencia. El dolor inenarrable de Marco Fidel quedó plasmado en una carta:

mis noches son espantosas, el despertar no tiene comparación, el pecho se me despedaza de pensar en estas cosas (…) Siempre que puedo lanzo la vista hacia ese Norte inclemente donde está la sepultura solitaria de mi hijo y por la mañana, cuando madrugo a orar y llorar por él, levantó al cielo los ojos llenos de lágrimas en busca de las estrellas que brillan sobre la sepultura de Gabrielito, para lo cual Julio Garzón me ha hecho un mapita del cielo que me sirve en cada mes para saber cuál es la estrella de ese cenit, imán espantoso de mi corazón. Tengo sepultado este en el cementerio donde descansa mi pobre hijo, de manera que estoy domiciliado dolorosamente en esa tierra aterradora para mí e ingrata”.

El dignatario era tan austero y frugal, que no tenía en ese momento con qué pagar el traslado del cuerpo de su hijo al país, por lo que acudió a un préstamo. Como todo Presidente en ejercicio, su labor le impedía desempeñarse en otra cosa, y su fuente única de ingresos era su salario. De esta forma, don Marco Fidel decidió vender, según sus propias palabras, su sueldo de seis meses -entre marzo y agosto- al Banco Mercantil Americano, explicándolo como la venta de un valor futuro: “como las cosechas pendientes o los valores que están en el porvenir”, así obteniendo la desesperada liquidez necesaria para repatriar a su hijo Gabriel. Esta fue la causa directa de la ‘venta’ de sus sueldos e indirecta de su separación del poder.

En este tiempo, su interlocutor financiero fue el Gerente en Colombia del Banco Mercantil Americano, nada menos que el futuro Presidente de la ‘Revolución en Marcha’ Alfonso López Pumarejo, quien tenía trabajando consigo a su socio Luis Samper Sordo y a su amigo personal Laureano Gómez. Este, recién casado y padre primerizo, estaba pasando por penurias económicas y necesitaba una manera de sostenerse en tanto retomaba la actividad política. Ello cobraría importancia tres años después, en pleno debate sobre la destitución.

El Presidente paria: crónica de una tragedia anunciada

En 1918, Marco Fidel le había ganado la Presidencia al también conservador y poeta Guillermo Valencia, quien había tenido el respaldo del General Benjamín Herrera, Eduardo Santos, Enrique Olaya Herrera y Alfonso López Pumarejo, y con ellos tenía, entonces al Partido Liberal de su lado. Esta situación significó que desde el minuto cero de su Presidencia, Marco Fidel Suárez tuviera una oposición amplia, virulenta y sin cuartel: además de los liberales ya mencionados -todos llegaron a ser Presidentes-, el anciano mandatario tenía en su contra a una disidencia conservadora que sería encabezada más tarde por Laureano Gómez y el Presidente inmediatamente anterior, José Vicente Concha. 

Foto 2. El Presidente Marco Fidel Suárez visita Nariño en 1920

En 1919, los sastres paralizaron Bogotá y se apostaron frente al Palacio de la Carrera, presionando al Ejecutivo puesto que este, para celebrar el aniversario de la Batalla de Boyacá, importaba uniformes de Europa y los dejaba “morir de hambre” en vez de encomendárselos a ellos. Las cosas se pusieron feas. Semejante turba se ponía cada vez más agresiva bajo la lluvia, y el pánico se apoderó de la Guardia Presidencial que protegía el lugar. Así, el Ministro de Guerra, aterrorizado ante la posibilidad de que se le viniese encima una revolución bolchevique y comunista como la que había sacudido al mundo hacía tan poco tiempo, dió la orden y se disparó a quemarropa. 

La consecuencia fue una masacre evitable. Todos sus opositores, entre los que destacaba López Pumarejo liderando a los liberales, se rasgaron las vestiduras y acorralaron al poeta-dignatario quien, en reacción malherida, decidió usar como púlpito de batalla nada menos que el Diario Oficial de la República, en el cual publicaba sendas columnas de protesta bajo seudónimos diversos.

Ante la presión de una oposición cerrada y como retaliación incomprensible, el Presidente decidió en 1919 usar su relación preexistente con el Banco Mercantil Americano para golpear a su adversario dónde más le dolía: el dinero. Pidió directamente a la sede central de Nueva York el retiro de los gerentes locales Alfonso López Pumarejo y Luis Samper Sordo, en una carta secreta en la que los acusaba de deslealtad y malas prácticas, además de una injerencia política beligerante que dañaba la imagen de la entidad. Para sorpresa del mandatario, el Banco no solo no los removió de su cargo, sino que les hizo saber a los implicados el enemigo acérrimo que tenían en la Casa de Nariño.  

Foto 3. Marco Fidel Suárez en un acto proselitista. Agosto de 1919.

Mientras esto sucedía, a inicios del año de 1921 arreciaba en Colombia una crisis económica sin par: el precio del café cayó en picada. El dólar se disparó al 130%, arrastrado por el estallido de una burbuja inflacionaria. Los artesanos y sastres, que desde 1919 encabezaban protestas y huelgas generales contra el Gobierno (más de quinientas entre 1919 y 1921), hicieron estallar la disconformidad social ahogada por el desempleo, la pérdida de poder adquisitivo y la quiebra de las empresas locales.

De esta forma, cuando en agosto de 1921 llegó por fin la noticia de que los americanos, en un pulso final liderado por la administración saliente de Woodrow Wilson y cediendo parcialmente a la presión republicana, habían ratificado un texto con cambios del Tratado Urrutia-Thomson que tenía que someterse a consideración en el Congreso, el clima económico y la crispación política llegaron a su máximo esplendor.

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Y se desató la tormenta. La ratificación del tratado supuso echar un pulso directo a la Administración y al Presidente, que vinculado como estaba desde el inicio al acuerdo, lo defendería a capa y espada ante un Congreso polarizado que presenció, entre horrorizado y deleitado, una de las batallas políticas más dramáticas y trascendentales de su historia. 

El proyecto de ley para la aprobación del tratado llegó en agosto de 1921, con ponencia favorable del Ejecutivo, y coaligó en su contra a los más disímiles compañeros de batalla, liberales y conservadores por igual. Apenas se enteró de la noticia, el expresidente Concha, a la sazón Embajador en la Santa Sede, regresó al país con tal premura que, cuando tuvo que presentarse sudoroso y jadeante ante el Congreso, su propia disfonía, consecuencia de los cambios drásticos de temperatura y la vertiginosa travesía contrarreloj que había emprendido, le impidió articular palabra.

Foto 4. El club de los ex-Presidentes. De izquierda a derecha: Miguel Abadía Méndez, José Vicente Concha y  Pedro Nel Ospina, en la posesión presidencial. Agosto de 1914.

Tuvo que cederle, muy a su pesar, el liderazgo de la oposición conservadora a Laureano Gómez, hasta entonces un desconocido Representante a la Cámara que, pese a haber perdido en las elecciones de 1918, llegó al Congreso gracias al accidente que sufrió el titular, Hernando Holguín y Caro, atropellado mientras paseaba en su bicicleta.

El principal argumento del Gobierno era económico: Colombia necesitaba los 25 millones de dólares para sobrevivir a la crisis, mantener la liquidez y cumplir con la política fiscal. El mismo Presidente se puso a la cabeza de la defensa del acuerdo, logrando reunir en torno a esta postura a la mayoría del Partido Conservador y aliándose con Enrique Olaya Herrera, líder de una facción del Partido Liberal.

Cuando la crisis económica y política llegaba a puntos insospechados, sucedió lo impensable: los adversarios humillados, encabezados por López Pumarejo, que habían esperado una ocasión como estas, publicaron el 13 de septiembre de 1921, en una vitrina del centro de Nueva York, el documento mediante el cual el Presidente de la República de Colombia, el Doctor Marco Fidel Suárez, cedía sus sueldos presidenciales de un semestre al Banco Mercantil Americano, por un monto de dinero equivalente. Pese a que el todavía gerente de la entidad en Colombia, López Pumarejo, negó toda implicación en la maniobra, sus disculpas se vieron ensombrecidas cuando, al poco tiempo, su amigo Laureano Gómez ponía en marcha, con los mismos argumentos y documentos, el juicio de indignidad contra el Presidente, acusándolo de haber ‘vendido’ sus sueldos y con ellos “la dignidad” de Colombia por un soborno de los americanos. 

Foto 5. Alfonso López Pumarejo, Presidente de la Revolución en Marcha.

El 26 de octubre de 1921 Laureano radicó en la Secretaría de la Cámara de Representantes la denuncia contra Suárez. El Presidente, escandalizado por un golpe tan bajo, no permitió que nadie lo defendiera y en su lugar, se presentó personalmente al día siguiente en el recinto de la Cámara de Representantes para explicar que la razón del préstamo era la necesidad de dinero para repatriar el cuerpo de su hijo, así como el por qué consideraba que la ‘venta’ de sus sueldos no era más que un préstamo que no contravenía ninguna ley. No fue escuchado, pues desde la barras los chiflidos le impidieron hablar y tuvo que retirarse entre abucheos de la tribuna.

El Gobierno estaba en sus horas más bajas. Golpeado severamente en su imagen y popularidad por la crisis económica, por la masacre en la Plaza de Bolívar y por la polarización política reinante, el Presidente fue incapaz de mantener un frente político unido. Fue entonce cuando, acosados por los diarios -como El Espectador– y obedeciendo órdenes de los barones electorales, el Gabinete en pleno renunció por décimo quinta ocasión: de forma insólita En Colombia había Gobierno, pero lo encabezaba un Presidente sin Ministros.

El 3 de noviembre de 1921, la Comisión nombrada por la Cámara de Representantes para investigar las acusaciones contra Suárez alcanzó una decisión previsible: por dos votos contra uno se acusaba al Presidente por “vender a un banco extranjero sus sueldos y sus gastos de representación”, imputándole indignidad. La Constitución de 1886, vigente entonces y copia de la americana, preveía que los artículos de la acusación pasaran a la plenaria de la Cámara, para ser decididos finalmente por el Senado de la República.

El Presidente estaba acorralado. En el Senado le aguardaba su auténtico rival dentro del partido: el General, Senador y Designado Presidencial para ese periodo y candidato oficial del Partido Conservador para las elecciones de 1922, Pedro Nel Ospina, esperaba pacientemente a que los artículos de la acusación llegaran a sus manos para dar por terminada en forma fulminante el escándalo político digno de una radionovela que mantenía en vilo al país.

Si Marco Fidel renunciaba en ese momento, o era destituido por el Senado (que en las manos de su rival político tenía asegurada la mayoría en su contra), habría sido Pedro Nel Ospina quien habría ascendido al solio presidencial para terminar el periodo del mandatario caído en desgracia.

De esta manera, queriendo evitar una humillación mayor, el hasta ahora inflexible y combativo Presidente le dió la vuelta al tablero: el 4 de noviembre de 1921 se sentó a negociar. El acta, levantada ese mismo día en la Cámara, garantizaba que si bien Marco Fidel se apartaría del poder, a cambio el Congreso elegiría al designado presidencial de su preferencia para que asumiera las riendas del país, decretaría una prórroga al periodo de sesiones para considerar los asuntos que el mandatario enviaría en su último acto de gobierno y, entre estos, se daría notable prelación a la ratificación congresional del Tratado Urrutia-Thomson.

En esta forma, el Presidente obtuvo tres victorias en una: no renunciaría, sino que se apartaría del cargo permanentemente; desplazaría como designado a Pedro Nel Ospina, quien se quedaría con las ganas de ser Presidente hasta el año siguiente -en su lugar el Congreso nombraría a Jorge Holguín-; y el Tratado Urrutia-Thomson, al que había dedicado tantos años de esfuerzo, se aprobaría en las prórrogas de la Legislatura, tan pronto como fuera posible.

Con esta tranquilidad, aunque amargo de corazón, el 9 de noviembre de 1921 el Presidente notificó al Senado que se apartaba de su cargo oficial, y el 11 del mismo mes asistía a la asunción del nuevo designado. El 24 de diciembre del mismo año, con el impulso decidido del Gobierno y la colaboración del Congreso derivada de los acuerdos previos, se aprobó la Ley 56 de 1921, que ratificaba el Tratado Urrutia-Thomson y ponía fin a la amarga disputa política que le había precedido tan notablemente.

El final de una polémica

Foto 6. Marco Fidel Suárez, ya como ex Presidente de la República, caminando por el centro de la ciudad de Bogotá.

Después de la aprobación de la ley, el escándalo se desvaneció de la opinión pública. El 7 de agosto de 1922, tras las elecciones presidenciales, la banda la asumía Pedro Nel Ospina, quien presidió el Gobierno que recibió de parte de los Estados Unidos los 25 millones de dólares. Él mismo nombraría como Ministro, en 1925, a un parlamentario controversial, quien ingresaba por primera vez a un Gabinete y cuyo único mérito era haber saltado a la fama nacional como el azote de un Presidente acorralado: Laureano Gómez iniciaba su trasegar como político de primera línea y se convertía en el vigésimo octavo Ministro de Obras Públicas de la República de Colombia.

Desde este cargo el Ministro usó, precisamente, la liquidez proporcionada por la indemnización americana consecuencial de la pérdida de Panamá y entregada en virtud del Tratado Urrutia-Thomson al que tanto se había opuesto, para modernizar a Colombia y convertirse en un Ministro estrella: construyó la Avenida Jiménez, las líneas del ferrocarril, las obras en Bocas de Ceniza y concluyó el edificio del Capitolio Nacional.

Para el 14 de noviembre de 1925, cuatro años después del inicio de la investigación y la renuncia, la Cámara de Representantes absolvió a Marco Fidel Suárez. El anciano patriarca, a quien sólo preocupaba ya la honra, contestó a los emisarios de la buena nueva:

me devolvéis la vida porque me devolvéis la honra; nada tenía que esperar ya para mí; soy un anciano próximo a morir. La proposición aprobada por la Honorable Cámara y que vosotros me traes, más que por mí me regocija, es por estos nietecitos. En lo sucesivo podrán levantar sus frentes sin que nadie, en justicia, les pueda decir que no descienden de un hombre honrado”. El 7 de agosto del año siguiente se posesionó como Presidente el tristemente célebre Miguel Abadía Méndez, quien en un gesto reivindicatorio decidió nombrar al septuagenario internacionalista como su Ministro de Relaciones Exteriores, cargo que ocupó hasta el momento su muerte, acontecida el 3 de abril de 1927.

Fue así que una gripe mortal mató en Nueva York al hijo de un Presidente colombiano, quien para repatriarlo ‘vendió’ su sueldo a un Banco americano administrado por sus adversarios, cuyos directivos filtraron su secreto financiero en plena crisis económica y política y así le propinaron un golpe de gracia a su Gobierno. Hace 100 años, entonces, de la forma más inesperada y ante los ojos atónitos del país, una gripe acabó por tumbar a un Presidente.

Referencias de las imágenes utilizadas

  1. Foto 1: Tomado de: http://www.revistacredencial.com/credencial/historia/temas/el-amor-maternal-marco-fidel-suarez
  2. Foto 2: Tomado de: https://www.flickr.com/photos/udenardigitalfotos/5184876446/in/photostream/ 
  3. Foto 3: Tomado de: https://historia-biografia.com/marco-fidel-suarez/ 
  4. Foto 4: Tomado de: https://twitter.com/bogotaantigua/status/565268330798669824 
  5. Foto 5: Tomada de: http://centrodehistoriahonda.blogspot.com/2016/11/alfonso-lopez-pumarejo-un-legado.html 
  6. Foto 6: Tomado de: http://babel.banrepcultural.org/digital/collection/p17054coll19/id/374 

Comentarios

Una respuesta a “La gripe que tumbó a un Presidente”

  1. Nuestra historia, mi adorada Colombia… historia innata!!!

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