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Añoranza de un pandemial

Por: Juan Francisco Martínez P.

El reloj sonó, como siempre, a las 5:30 de la mañana. Mi alma encarcelada en un cuerpo que aún no se decidía a salir de la cama, corría hacia el centro de Bogotá con una inyección de cafeína suficiente para comenzar el día de estudio. Esta vez, mientras desayunaba un pandebono y un tinto, que expedía nubarrones que se mezclaban con las cenizas exhaladas por mi ambicioso corazón, iría a recoger las impresiones del texto de Teoría General del Estado. Tal vez me sentaría junto a El Bobo a devorarlas, y compartiría mi amasijo con alguna paloma. 

El chorro de la ducha me quitaría el capullo deprimente de la trasnochada y, escuchando mi playlist, seguiría ese itinerario mañanero tan tradicional, y sin embargo tan lejano. Y es que, en cuanto mi alma regresaba de deambular fuera de mi cuerpo, esa fantasía  de correr por el campus, ver a los maestros formar surcos en los pisos del aula de tanto vagar sobre ellos para darle flujo a sus ideas, apretar los libros junto al corazón y entablar las amistades, potencialmente, más duraderas, bajo un aura académica e intelectual, se desvanece en esperanza.

Así transcurre mi primer semestre: como una fugaz ilusión. Donde las cámaras y pantallas son el único escape para echarle una mirada rápida al mundo que nos espera en los cerros orientales de la Capital. 

No ha sido fácil para ninguno de nosotros, los primíparos. Nos atragantamos en admiración por la elocuencia de nuestras directivas, profesores y uno que otro comentario de algún audaz compañero. Desde nuestras habitaciones recibimos las clases cómodos. El calor del hogar nos reconforta en tan fría coyuntura, tan fría como las madrugadas que añoramos vivir, subiendo la loma hacia nuestros salones donde el reconfortante calor nos sería brindado por la cercanía humana de nuestros pares y la calidez paternal de los educadores.

Escuchamos las historias que nos cuentan quienes pudieron disfrutar siquiera unos meses de presencialidad: tareas en la biblioteca, los detalles de los operadores de Seneka, la Bienbebida y las buenas monitorias. ¡Lo que daría cada uno de nosotros por poder materializar el imaginario de estas anécdotas!

Aún así, viviendo el primer semestre a través del espejo digital, desde la distancia, nos sentimos más cercanos a nuestros objetivos, a nuestros proyectos e ideas compartidas con cyberamigos. Además hacemos historia. Dentro de pronto miraremos hacia atrás y diremos con orgullo: “hombre, fuimos los pandemials, nuestras primiparadas son únicas, y nuestro futuro brillante”.

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