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La decisión más política del mundo.

Por: Valeria Lombo, estudiante de Derecho de la Universidad Libre

El 28 de septiembre de este año estábamos varias mujeres sentadas en la plaza de La Pola, mientras algunas encendían una fogata, otras se alistaban para leer poemas y manifiestos que habían llevado. Después de pasadas algunas horas, seguíamos todas allí leyendo alrededor del fuego reflexionando sobre lo que es habitar este cuerpo de mujeres en un sistema patriarcal, haciendo relatos de lo importante del abandono de los espacios comunes para poder llevar nuestras luchas a otros lugares.

Al llegar cada 28 desde hace tres décadas vemos cómo las calles se llenan de mujeres portadoras de pañoletas verdes que le reclaman al estado, le gritan a los curas y queman sus iglesias; las hemos visto leer manifiestos y articular movilizaciones a favor de la despenalización del aborto en América Latina. Esta fue una propuesta que se desarrolló en el V Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, el cual tuvo lugar en Argentina para el año de 1990; la idea fue presentada por la delegación brasileña en conmemoración al 28 de septiembre de 1871: día en que este país promulgo la ley de libertad de vientres. Una década después, el eco de por qué era importante salir a las calles en esta fecha cruzo el atlántico, y países como España y Ghana también lo adoptaron como el día a favor del derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo.

En estas décadas hemos visto la victoria de la lucha de las mujeres por el derecho al aborto en varios países de América Latina. Hay países en donde es absolutamente legal y sin restricciones en sus primeras semanas de gestación, como Argentina, Puerto Rico, Cuba, Uruguay y Guayana. Otros países como Chile, Brasil, Bolivia y Ecuador, que en esto son muy parecidos al nuestro, el aborto solo está permitido bajo ciertas causales. Por otro lado, tenemos lo países anti-derechos donde el aborto no está permitido bajo ninguna circunstancia como lo son Haití, Honduras, Nicaragua, República dominicana y el salvador. La lucha por los derechos de la mujer debe de ser constante, pero no debe de ser una lucha que solo se enfoque en conseguir los derechos, me explico, si no nos dan los derechos no podemos quedarnos ahí sin hacer nada, porque lo cierto es que las mujeres abortan y seguirán abortando aun si el Estado decide o no darles el derecho de hacerlo.

Hay que hacer apuestas a una política civilizatoria –como lo ha propuesto varias veces Margarita Pisano en sus libros-, donde entendamos que ante la indiferencia del Estado no podemos quedarnos cruzadas de brazos esperando a que nos considere sujetas autónomas para darnos derechos; vamos a seguir informando acerca de lugares donde hacen abortos seguros, las mujeres vamos a seguirnos acompañando unas entre otras en estos procesos que pueden llegar a ser tan dolorosos. La propuesta es expresarnos y actuar en nuestros términos y libertades sin restricciones, y esto únicamente  es posible si organizamos espacios para la crítica y la reflexión donde nos planteemos cuál  es el discurso que está tomando nuestra causa y como no permitir que caiga en que las formas de reivindicación patriarcales.

Esta es una invitación a volver al júbilo  del cuerpo, a danzar, pintar, escribir entre mujeres y gestionar otras formas posibles de este mundo solo entre nosotras, volver al centro, a la raíz, al corazón, ser rebeldes y hermosamente violentas, no quedarnos con las arengas ya creadas ni repetir absurdamente cualquier baile que no reivindica a nadie, pero si banaliza la lucha. Es una propuesta para que pensemos los lugares comunes como esos que queremos abandonar, destruir todo lo que nos han enseñado y edificar una nueva esquina, un “afuera” donde pensar y articular ideas para nuestra libertad y emancipación desde la autonomía.

Al final, después de todos los años de lucha, las discusiones metafísicas, científicas y económicas respecto al control de nuestros cuerpos, hemos entendido que somos creadoras de historia y de cultura. Hoy más que nunca somos conscientes de que la decisión de no parirle hijos al sistema es una decisión profundamente política, y que de esta depende el mundo entero. Hoy muchas sabemos que nos negamos a seguir gestando hijos al Estado para que los manden a la guerra o hijas para que las violen y las desaparezcan. 

El 28s no es un ruego, no es un día para suplicarle al Estado o abrazar la corte suprema de justicia. Ese día ponemos en marcha nuestra apuesta de política civilizatoria, para recordarles que ninguna mujer debe morir por decidir sobre su cuerpo, y para recordarnos a nosotras mismas que sin estos ovarios y sin estos cuerpos de mujeres, el mundo no sería posible.

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