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El bullying silencioso

Por: Samuel Cortés Ruiz, columnista invitado

Bien lo decía un conocido: “El silencio puede ser tu mejor arma, o puede ser tu más cruel enemigo”.

Cuando nos hablan de “bullying”, siempre se nos viene a la cabeza aquel sujeto que repetidamente es molestado, humillado, maltratado física y psicológicamente por aquel o aquellos sujetos cuyo objetivo es pasar por encima de alguien solo por pensar, actuar, vivir y desarrollarse en un entorno o condiciones diferentes al resto. Al definir la palabra bullying,  la Real Academia Española (RAE),  señaló que es una práctica ejercida consistentemente en forma de trato vejatorio y descalificador hacia una persona, con el fin de desestabilizarla psicológicamente. Esto nos puede dar a entender que el bullying, como función básica, aspira a una desestabilización del individuo.

La práctica a la que llamó bullying silencioso, es aquella que desestabiliza al individuo de forma discreta, pero masiva. Se podría asociar con el ciberbullying, pero se da  en campos como la política, la industria comercial y en la vida pública en general; no solo en las plataformas digitales. Es, en cierto modo, una ampliación del cyberbullying.

¿Cómo llegamos a esta definición? 

Como hombre allegado a experiencias de la vida pública a lo largo de mi vida, he logrado evidenciar algunos casos que encajan en la definición que planteo en estos momentos. Como sociedad, nuestro parámetro del habla es la famosa “libertad de expresión”. Pero los límites de dicha libertad se han vuelto cada vez más invisibles a los ojos de las nuevas generaciones; el ejemplo más cercano es Twitter. Se habla, se critica y se sueltan madrazos sin ninguna responsabilidad.Esto se podría ver como algo bueno, pero es la imposición de miles de ataques y guerras mediáticas entre distintos grupos, partidos, colectivos y movimientos sociales o políticos a los cuales podemos asociar el concepto de bullying silencioso y al problema más grande de la libre expresión, que es la violencia. Con violencia no me refiero a la violencia vivida en las distintas guerras a lo largo y ancho del mundo, con armas y ejércitos; únicamente me refiero a la violencia verbal o frecuentemente también simbólica. Un ejemplo claro pueden ser los debates que se dan después del comentario de algún político. No quiero generalizar, pero usualmente se dan comentarios en los que se ataca a la persona con descalificativos que resaltan su condición mental o física, ataques que no solo tratan de incluir al protagonista, sino a su entorno familiar y amistoso. Lo que se puede resaltar en el ejemplo de Twitter, es simplemente que al no medir la tez de las palabras, los sujetos atacan y no parecen importarles las consecuencias.

Si al individuo público le llega una cantidad diversa de comentarios con este tipo de ataques, ¿cómo se sentirá el atacado por estos comentarios?

Normalmente, no se responde a estos comentarios; en cambio, aparece un silencio eterno… Lo que se puede concluir con esto es que no sabemos lo que pueda ocurrir con esa persona después de leer ese tipo de comentarios y que la idea se esparza de persona en persona, lo que da sitio a especulaciones sobre su estado emocional real. Ante este tipo de situaciones que tienen que ver con emociones, mi reacción normal sería decir: “Sea fuerte y tenga carácter”. Pero a la hora de la verdad hay que saber que no todos tienen la misma fuerza de voluntad, igualmente entendiendo que vivimos en un mundo donde el más fuerte persiste y el débil se hunde. El poner esto sobre la mesa es dar a entender que por más fuertes que seamos, siempre va a haber un punto de quiebre emocional, con lo cual doy a entender que incluso yo predicando mensajes sobre carácter y fuerza, soy propenso a caer en las malas intenciones de un bully

El hecho de que nos postremos firmes ante la multitud, el hecho de que nos mostremos como piedras indestructibles, el hecho de que siempre sea una sonrisa la que nos acompañe en el día a día; no significa que tengamos estabilidad emocional, no significa que seamos intocables, no significa que no seamos personas.

Bien lo decía un conocido: “El silencio puede ser tu mejor arma, o puede ser tu más cruel enemigo”

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