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¿Limpieza u oportunismo?

Por: María Camila Peláez, estudiante de Derecho en la Universidad de Los Andes

El pasado 9 de marzo, jóvenes estudiantes, la mayoría miembros del partido Centro Democrático, iniciaron una jornada de limpieza a la estatua de Policarpa Salavarrieta. Esto con el objetivo de remover las intervenciones de grafitis y posters que se realizaron durante las manifestaciones feministas del 8 de marzo con motivo del día de la mujer. Los estudiantes aprovecharon para invitar a la comunidad a participar en la limpieza del monumento, acto autocalificado como labor social con el fin de cuidar el patrimonio histórico. Esto en el contexto de una estrategia de imagen política de uno de los integrantes, que tomo la ocasión para expresar sus posturas en contra del feminismo, declarando que este solo promueve el odio y lucha por privilegios. Sin embargo, la limpieza resultó dañando más el monumento al efectuarse con insumos inadecuados. Además, se llevó a cabo sin la autorización de las autoridades correspondientes, por lo que presuntamente corresponde a una falta al bien cultural. Lo anterior, sugiere que la jornada de limpieza fue una respuesta simbólica destinada a invisibilizar y deslegitimar la protesta feminista, enmarcada en una estrategia política oportunista 

Inicialmente, la presunta labor social fue perjudicial para el monumento, al no realizarse con los elementos apropiados. La limpieza de monumentos históricos por parte de la ciudadanía sin asistencia técnica puede afectar más el estado del patrimonio cultural. De esta manera, explica Laura Cumlaza, miembro de la brigada de atención a monumentos, en los medios oficiales del IDPC “es importante que las personas que lo hagan estén calificadas porque muchas veces se emplea materiales que no son adecuados y terminan siendo perjudiciales la pieza. Hacen que el solvente que usan para las tintas se adhiera más a la piedra o hay materiales que pueden corroer las piezas metálicas”. En el caso concreto, al ejecutarse por personal no autorizado se dañó más la estatua de La Pola. Así lo menciona Mario Fernández profesor de la Universidad de los Andes, “se utilizaron esponjas abrasivas que hicieron cierto daño a la superficie de la escultura”. De igual modo, Molga Foronda, profesional en restauración de bienes muebles, señaló que “en este caso en específico los daños más graves hacia el monumento fueron generados por esa limpieza inadecuada”. En caso de que los estudiantes hayan tenido la intención de llevar estas acciones adecuadamente, debieron realizar un proyecto de intervención con el IDPC. Lo cual refleja que no es una tarea que deba tomarse a la ligera y de forma altruista, como sucedió en este caso. 

Asimismo, la reparación ciudadana dirigida por los estudiantes corresponde presuntamente a una falta contra el patrimonio público, al realizarse sin el correspondiente permiso de las entidades. Así lo establece el numeral 2 del artículo 15 de la ley 397 de 1997, donde señala como una de las faltas contra el patrimonio cultural de la nación la modificación o reparación de un bien de interés cultural sin la respectiva licencia. Cabe recordar que en los términos de la Ley 397 de 1997, los bienes de interés cultural se entienden como aquellos declarados monumentos nacionales con anterioridad. Lo anterior, refleja que lejos de haberse realizado una labor social, la jornada de limpieza no tuvo un impacto positivo en la comunidad, al contrario, terminó perjudicando más el monumento y se puede considerar una falta al patrimonio cultural. 

También, cabe reflexionar sobre la respuesta apresurada de los estudiantes ante la protesta como una reacción simbólica en contra de las manifestaciones feministas. La estatua de La Pola es una de las representaciones de la revolución de las mujeres y de su papel en la época de la independencia. Además, es uno de los pocos monumentos femeninos en la ciudad, una de las razones por las que es objeto de intervenciones en el marco del 8 de marzo. Si bien es cierto que estas expresiones generan incomodidad en varios sectores, para otros es una forma de reivindicación y  re apropiación el espacio público. 

Más allá de la discusión de la validez o no del grafiti en la protesta, se afirma que son una manifestación de las inconformidades de la sociedad, un diálogo de voces que buscan hacerse visibles y ser escuchadas. Ante el simbolismo de estas pinturas como expresión social de denuncia, el repudio no es algo nuevo, sucedió en el 21N y pasa en otras ciudades del mundo, especialmente en Estados Unidos. En el marco de cada protesta se abre la discusión del grafiti centrada en el argumento del vandalismo, distrayendo al público del mensaje que motiva estas expresiones y que debería ser lo más importante. En esta ocasión, simbólicamente una mujer rayada y manchada refleja con mayor certeza la situación actual de las mujeres en el país, donde la violencia de género continúa siendo una realidad. Así,  lo que molesta no es el grafiti, sino qué sector de la sociedad lo está pintando y con qué mensaje político, cultural o social. De esta manera, la precipitada respuesta ciudadana no es diferente a las reacciones que se han tenido históricamente frente a estas formas de expresión, borrar e invisibilizar las voces inconformes que buscan ser escuchadas y en este caso se hizo bajo la excusa de trabajo social.  

Finalmente, la limpieza también se utilizó como pretexto para lanzar posturas en contra del feminismo radical en medio de una estrategia política oportunista por uno de los integrantes. Recordemos que el oportunismo hace referencia a una persona que se toma una circunstancia para sacar el mayor provecho personal, ignorando los principios e implicaciones éticas de sus acciones. En este sentido, los grafitis de La Pola se usaron para sacar provecho de la situación con el objetivo de lanzar posturas en contra del feminismo. Esto en el marco de una   campaña de imagen política que pretendía exaltar la labor social de los involucrados, pero que al final resultó en una jornada de limpieza que daño el monumento y no generó utilidades colectivas. De esta manera, argumentos como que el feminismo solo lucha por privilegios y promueven el odio, fueron algunas de las declaraciones desinformadas que aprovecharon para difundirse bajo la excusa de lo que se autocalificó como labor social.  

En resumen, la jornada de limpieza realizada por los estudiantes en medio de las manifestaciones feministas del 8 de marzo resultó en daños adicionales al monumento al haber sido realizada sin los lineamientos técnicos correspondientes. Además, podría ser considerada una falta contra el patrimonio público. Esto responde a una acción simbólica por borrar las luchas feministas y deslegitimarlas, en medio de una campaña de imagen política oportunista.  

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